La rentabilidad de ser famoso
Personajes conocidos como Paris Hilton, la familia Kardashian y el matrimonio Jolie-Pitt se convierten en su propia marca, con independencia del talento
Hoy ser famoso es el equivalente a ser una marca de moda. Hace ya a?os que dej¨® de importar el talento: lo que vende, m¨¢s all¨¢ de lo que sepa o no sepa hacer un famoso, es su nombre. Y que ese nombre pueda repetirse en las revistas, asociado a un club de moda, a una fiesta privada, a otro famoso en ciernes, a una firma de ropa, a un perfume¡ es lo que realmente da de comer a muchas de esas celebridades que en otros tiempos no podr¨ªan haberlo sido. Y si hay alguien que lo sabe bien es Jason Moore, el hombre que construy¨® a Paris Hilton, uno de los personajes que han popularizado el concepto de celebridad en estado puro, el de los famosos que lo son simplemente por serlo y vivir de ese cuento.
Moore fue el cerebro que maquin¨® el lanzamiento de este clon de Barbie al estrellato medi¨¢tico en 2002, y tal fue su ¨¦xito que sus m¨¦todos han sido copiados a la perfecci¨®n en lo que claramente ya podr¨ªa definirse como una industria que mueve millones, en la que el marketing es clave, y en la que hoy existen alumnos aventajados como Kim Kardashian, heredera directa de los m¨¦todos de Paris Hilton, o el propio Justin Bieber, que m¨¢s all¨¢ de cantar, se pasea por todo el planeta ofreciendo su rostro y su nombre pr¨¢cticamente para cualquier cosa, excepto porno (de momento).
¡°Antes una persona ten¨ªa alg¨²n tipo de talento y con ese talento se ganaba la vida y ya est¨¢. No hab¨ªa efectos residuales. Mientras que ahora todo lo que un famoso toca se vuelve oro y eso tiene un eco a escala global¡±. As¨ª lo explicaba el propio Moore en una entrevista en la CNN hace unos meses. Al contrario del m¨¢nager de una actriz, que tiene que saber elegir el guion m¨¢s apropiado para que su representada consiga aspirar a un oscar, o en su defecto, a un globo de oro, en el caso de personajes como Hilton o Kardashian se trata de saber elegir qu¨¦ marca promocionar en cada momento -?la que m¨¢s pague?- y en qu¨¦ lugar dejarse ver (aqu¨ª el dinero tambi¨¦n es lo importante). Adem¨¢s, desde que existen Twitter y Facebook los ingresos se multiplican puesto que ya no es ni siquiera necesario dejarse ver. Basta con que un escritor fantasma tuitee a sueldo para el famoso de turno apoyando subliminalmente una marca y cobrando por tuit cifras que var¨ªan entre los 10.000 d¨®lares que ha cobrado Kim Kardashian a los 8.000 de Snoopy Dogg (tiene 6,3 millones de seguidores) o los 2.500 de los famosos de medio pelo.
Y los actores y cantantes, tambi¨¦n se han apuntado a ese carro. Desde Ashton Kushner a Charlie Sheen. Este ¨²ltimo quiz¨¢s sea quien mejor haya sabido capitalizar un despido: el actor se abalanz¨® sobre Twitter tras ser expulsado de la serie Dos hombres y medio y en el apogeo de su ¡®ca¨ªda¡¯ lleg¨® a cobrar 50.000 d¨®lares por tuit.
Pero adem¨¢s, seg¨²n detallaba esta semana la revista New York Magazine, la econom¨ªa de las celebridades ¨Clas que tienen talento y las que no- est¨¢ salpicada por todo tipo de ofertas que convierten su vida en una especie de para¨ªso econ¨®mico cuyo ¨²nico precio es la falta de privacidad. E incluso eso puede resolverse gracias al dinero. Si cobras 14 millones de d¨®lares (m¨¢s de 10 millones de euros) por las fotos en exclusiva de tus gemelos reci¨¦n nacidos, como hicieron Angelina Jolie y Brad Pitt, es posible comprar cinco casas y convertirlas en una sola propiedad e invertir casi un mill¨®n de d¨®lares en seguridad al a?o.
Las alfombras rojas son una gran fuente de ingresos para todos ellos. Solo por aparecer, una estrella de mayor o menor pelaje suele tener asegurados regalos m¨²ltiples, que var¨ªan entre ordenadores, ropa, zapatos, viajes, productos de belleza, accesorios¡ El valor de esos regalos puede superar los 100.000 d¨®lares 8unos 76.000 d¨®lares). Si adem¨¢s la estrella en cuesti¨®n est¨¢ cotizada su estilista puede llegar a embolsarse hasta 15.000 d¨®lares (unos 11.000 euros), alimentando as¨ª una maquinaria que no parece tener fin. Es lo que el historiador Daniel Boorstin defini¨® perfectamente all¨¢ por 1962, cuando se dio cuenta de que la sociedad estadounidense en lugar de buscar h¨¦roes, comenzaba a valorar ¡°otro tipo de eminencia: la persona famosa por su fama¡±. Y cincuenta a?os despu¨¦s de acu?ar aquella definici¨®n entonces sorprendente, no solo Estados Unidos sino el resto del planeta se ha rendido ante ese tipo de fama.
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