Nadie sabe nada
En Davos, la econom¨ªa mundial deja de ser un baile de disfraces para convertirse en un aquelarre a cara descubierta
Desde hace tiempo soy un fiel seguidor del Foro Econ¨®mico Mundial que se celebra cada a?o en Davos, Suiza. Reconozco que me fascina el hecho de que los que se consideran los poderosos del mundo se den cita puntual, cada temporada, para dar a conocer sus propuestas y opiniones. El resto del a?o casi todos los que viajan a Davos, a excepci¨®n de los pol¨ªticos, permanecen agazapados en sus bancos, consejos de administraci¨®n, fundaciones o c¨¢tedras, sin que se les ocurra ponerse demasiado bajo los focos. Sin embargo, de repente, en Davos los enmascarados se sacan las m¨¢scaras y la econom¨ªa mundial deja de ser un baile de disfraces para convertirse en un aquelarre a cara descubierta, en el que se proclaman las cosas con alegre impunidad. Por unos d¨ªas la hermandad davosiana crea un ceremonial casi sagrado ¡ªsiempre, claro, en torno al Becerro de Oro¡ª que, gracias a las informaciones period¨ªsticas, adquiere resonancia planetaria. No hay, actualmente, otro lugar que aparente ser m¨¢s importante y decisivo que el Foro de Davos. Las viejas organizaciones, con nombres un poco rancios, como las Naciones Unidas o la UNESCO, son pat¨¦ticas sombras en comparaci¨®n con una instituci¨®n que realmente no representa a nadie ¡ªa ninguna sociedad, a ning¨²n pa¨ªs¡ª pero que, precisamente por esto, se permite la libertad de soltar, sin ning¨²n pudor, verdades que parecen bravuconadas y bravuconadas que parecen verdades. En la fiesta de Davos se presentan juntos y revueltos pol¨ªticos elegidos democr¨¢ticamente, expertos intelectualmente reputados, banqueros de dudosa reputaci¨®n y estafadores convictos; es decir, gentes que, habitualmente, procuran no mostrarse juntos y revueltos. Se tienen por un "mundo aparte" y, desde luego, desde hace a?os, consiguen que el mundo ¡ªel "mundo exterior"¡ª se lo crea.
Algo debe de tener Davos, el singular rinc¨®n alpino, algo tel¨²rico, alg¨²n encantamiento especial porque, como es bien sabido, el aquelarre actual, destinado a curar las enfermedades econ¨®micas de nuestra ¨¦poca, se desarrolla en el mismo lugar en que antes ten¨ªan que curarse las enfermedades del cuerpo. Que Thomas Mann situara su La Monta?a M¨¢gica en el lujoso balneario-sanatorio para tuberculosos de Davos puede entenderse, visto desde la actualidad, como una premonici¨®n de las posibilidades prodigiosas ofrecidas por Davos. En la novela de Mann el "mundo exterior" acaba siendo una mera abstracci¨®n para los protagonistas del "mundo aparte" instalado en Davos, considerado la aut¨¦ntica realidad, con sus leyes, azares y certezas. En su extensa obra, Thomas Mann concentr¨® las pulsiones del inicio del siglo XX en los perfiles de sus personajes, en las conversaciones entre Naphta y Settembrini, en el sortilegio que atenaza al protagonista, Hans Castorp, que s¨®lo puede abandonar el "mundo aparte" de Davos, la monta?a m¨¢gica, y volver al valle, a la vida, tras siete a?os de encantamiento. A la salida le espera la cat¨¢strofe: la Primera Guerra Mundial.
En el balneario suizo se codean pol¨ªticos, jugadores, profetas y estafadores con toda naturalidad
Naturalmente el Davos actual est¨¢ muy lejos de las sofisticaciones descritas por el escritor alem¨¢n y, a menudo, se le representa m¨¢s pr¨®ximo a la cueva de Ali Bab¨¢ o a la Isla de la Tortuga que al refinado escenario de La Monta?a M¨¢gica. Pero algo de materia literaria tiene, aunque sea en su vertiente negra, cuando los cronistas enviados al Foro acostumbran a hacer excelentes e imaginativos trabajos. Si yo fuera editor reunir¨ªa las mejores de estas cr¨®nicas a lo largo de a?os con un t¨ªtulo del estilo Davos: profetas y embaucadores. Tendr¨ªamos un perfecto resumen de nuestra incertidumbre actual a trav¨¦s de las sucesivas ediciones del aquelarre. De hecho, que yo recuerde, la profec¨ªa ha ido tan acompa?ada del embaucamiento que se har¨ªa dif¨ªcil deslindar una del otro al hacer balance. Hasta hace relativamente poco en Davos se hac¨ªan apuestas muy favorables para nuestro futuro, mientras que ahora parece que la rueda de la fortuna nos es francamente desfavorable. Lo peculiar de este casino es que, cuando la bola cae en la casilla adecuada, la hermandad davosiana siempre forma parte del bando de los ganadores y, por el contrario, cuando se desplaza al n¨²mero perdedor los participantes en la fiesta miran hacia otro lado o declaran que, en realidad, ellos no son m¨¢s que los crupiers.
Claro que existe, ah¨ª, una gran materia literaria, y muy posiblemente el propio Thomas Mann, al situar La Monta?a M¨¢gica a principios del siglo XXI, en lugar de hacerlo cien a?os antes, habr¨ªa sustituido a sus sutiles tuberculosos por este variopinto conjunto humano en el que se codean pol¨ªticos, jugadores, profetas y estafadores con una naturalidad digna de encomio. Los diversos g¨¦neros, desde la picaresca a la novela negra, pasando por los tratados de buenas costumbres, est¨¢n maravillosamente representados. Tengo particular predilecci¨®n por los fil¨¢ntropos de Davos, tipo George Soros, aut¨¦ntico Doctor Jekyll y Mister Hide de las finanzas mundiales, que en cada edici¨®n es capaz de renovar sus buenas intenciones con respecto al futuro de la humanidad.
El h¨¦roe de este a?o, John Paulson, tiene un sexto sentido para adivinar? por donde ir¨¢ el desastre
No obstante, debo reconocer, que la edici¨®n actual ha recogido las andanzas de un individuo, a quien yo no hab¨ªa o¨ªdo nombrar pero que con toda seguridad es muy importante, que tiene decididos rasgos shakespearianos, entre el Mercader de Venecia y Macbeth, con un toque de Dostoievski y otro de Beckett. Nuestro h¨¦roe se llama John Paulson y, seg¨²n es descrito, tiene un sexto sentido para adivinar por donde ir¨¢ el desastre, y para apostar en consecuencia. Este visionario de las tinieblas gan¨® en 2007 3.700 millones de d¨®lares al olerse la crisis de Wall Street y hurgar, a su favor, en la herida. Desde entonces tiene ganado el derecho de ser reconocido como profeta. Tengo entendido que las gentes se le acercan para preguntarle por el pr¨®ximo hundimiento que pueda avecinarse, de modo, que al seguir sus consejos, el apocalipsis produzca buenos r¨¦ditos. Qu¨¦ gran personaje literario John Paulson, el hombre que convierte lo funesto en puro oro. Pero en su ¨²ltima aparici¨®n en Davos, acuciado por los creyentes, Paulson ha soltado algo mucho m¨¢s importante que una profec¨ªa. Ha dicho textualmente: "Nadie sabe nada". El profeta, en una acci¨®n de modesto repliegue, se ha hecho fil¨®sofo. Imaginen que el ejemplo cunde y que la pr¨®xima edici¨®n del grandilocuente Foro de Davos se inaugure bajo el lema "S¨®lo s¨¦ que no s¨¦ nada".
Y quiz¨¢ ser¨ªa el lema justo. La misma semana en que le¨ª la confesi¨®n del profeta Paulson escuch¨¦ dos confesiones similares. Me encontr¨¦ a un conocido catedr¨¢tico de Econom¨ªa, que durante a?os hab¨ªa estado explicando c¨®mo funcionaban verdaderamente las cosas en cursos y tertulias. Dijo, m¨¢s o menos, "nadie sabe nada". Y al d¨ªa siguiente me top¨¦ con un compa?ero de colegio, ya espabilado en los a?os escolares y posteriormente un gran empresario en negocios internacionales. Coment¨®: "la verdad, chico, es que nadie sabe nada". No es que no lo sospechara viendo la actuaci¨®n de los pol¨ªticos, pero me lo acab¨® de confirmar esta triple confesi¨®n del profeta, del experto y del mercader. "Nadie sabe nada": ?entonces cu¨¢l ha sido la aut¨¦ntica funci¨®n de tantos davos a lo largo de tantos a?os? Puede que, en efecto, todo se haya vuelto tan endiabladamente complejo que ya no sepamos nada. Aunque tambi¨¦n podr¨ªa alimentarse otra hip¨®tesis menos inocente. ?No ser¨¢ que los davos han servido, precisamente, para esto: para que, en plena indefensi¨®n, podamos escuchar "nadie sabe nada"? No puedo dar una respuesta a esta suposici¨®n. Lo que s¨ª he constatado es que, en medio del general desconcierto, sea ¨¦ste interesado o no, la filosof¨ªa ha adquirido gran importancia en ese mundo de los negocios en el que todos lo ignoran todo de todo. Esa fundaci¨®n fraudulenta sin ¨¢nimo de lucro que est¨¢ cada d¨ªa en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos por sus maniobras corruptas lleva por nombre lo filos¨®ficamente m¨¢s elevado. Se llama ARET?. Virtud, en griego.
Rafael Argullol es escritor.
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