Dieciocho a?os
Han tenido que pasar casi dos d¨¦cadas para que la justicia arroje luz sobre el genocidio ruand¨¦s y eche por tierra la versi¨®n negacionista francesa
Dieciocho a?os. Es el tiempo que ha tenido que pasar para que las pruebas echen por tierra la versi¨®n oficial francesa sobre la guerra genocida ruandesa. El informe hecho p¨²blico por el magistrado Marc Tr¨¦vidic despu¨¦s de una larga investigaci¨®n sobre el terreno y la audici¨®n de testigos que hasta entonces nunca se hab¨ªan tomado en consideraci¨®n pone punto final a la propaganda negacionista gubernamental francesa en lo que concierne a su responsabilidad por la muerte de un presidente ruand¨¦s y por el genocidio que se deriv¨® de ella.
Han sido precisos dieciocho a?os para que lleguen a la opini¨®n p¨²blica lo que algunos periodistas que hacen honor a su profesi¨®n (Colette Braeckman, de Le Soir de Bruselas, Patrick de Saint-Exup¨¦ry de Le Figaro, Fran?ois Xavier Verschave, Michel Sitbon de las Ediciones Dagorno, Jean-Paul Gouteux, Medhi Ba, David Servenay, Gabriel P¨¦ri¨¨s, Jacques Morel, Gerard Prunier, Linda Melvern) sab¨ªan y escrib¨ªan a riesgo de ser perseguidos por la justicia: el atentado cometido el 6 de abril de 1994 contra el Falcon del presidente ruand¨¦s Juv¨¦nal Habyarimana fue un golpe de Estado perpetrado por extremistas hutus. De hecho, aunque el atentado nunca fue la causa de la sangrienta depuraci¨®n ¨¦tnica, anunciada y preparada desde 1991, la muerte del jefe de Estado hutu fue la se?al para el comienzo del tercer genocidio de la historia reconocido por Naciones Unidas, el cometido entre el 6 de abril y el 4 de julio de 1994 por el r¨¦gimen hutu contra la poblaci¨®n tutsi (y sus apoyos hutus) y que caus¨® m¨¢s de 800.000 muertos.
Durante dieciocho a?os, a pesar de los testimonios de personalidades como el general canadiense Rom¨¦o Dallaire, al mando de la misi¨®n de la ONU (MINUAR) en 1993-1994, o del doctor Pasuch Massimo, m¨¦dico militar belga miembro de la MINUAR, el juez Brugui¨¨re se ha mantenido firme en su postura: el atentado no era sino obra de los rebeldes del FPR con el objetivo de devolver al poder al tutsi Paul Kagam¨¦.
Los testimonios
Pero los hechos son tozudos. Un estudio bal¨ªstico acaba de aportar la prueba de la culpabilidad de los hutus en el asesinato de su presidente. Este regresaba de Arusha, donde, bajo la presi¨®n de la comunidad internacional, hab¨ªa prometido aplicar por fin los acuerdos de paz firmados con el FPR en 1993, que le obligaban a formar un gobierno de unidad nacional con los rebeldes tutsis. Un acuerdo que en absoluto satisfac¨ªa a los extremistas hutus.
Tambi¨¦n contrariaba en sumo grado a la pol¨ªtica africana de Francia, la cual, desde finales de los a?os 80, sosten¨ªa abiertamente al presidente hutu Habyarimana, aun sabiendo que las Fuerzas Armadas Ruandesas (FAR) y las milicias hutus estaban implicadas en una represi¨®n feroz de todos los oponentes tutsis, incluida la fuerte minor¨ªa tutsi exilada en Uganda y organizada en el seno del Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s (FPR). Despu¨¦s del atentado, el soci¨®logo Andr¨¦ Guichaoua, presente en Kigali en abril 1994, habr¨ªa dicho que era en los locales de la embajada de Francia en Kigali, y en presencia del embajador Marlaud, donde se reunieron quienes formaron el nuevo gobierno responsable del genocidio de los tutsis.
Pero durante dieciocho a?os, en nombre de la raz¨®n de Estado y gracias a la investigaci¨®n partidista del juez Brugui¨¨re, no solamente no se arroj¨® luz alguna sobre la responsabilidad de los criminales hutus y la de los militares, pol¨ªticos y diplom¨¢ticos franceses destinados en Ruanda, sino que se instrument¨® un aut¨¦ntico montaje de declaraciones oficiales y de informaciones negacionistas, cuyos responsables conocidos (entre otros, los periodistas Stephen Smith, Pierre P¨¦an, Jean H¨¦l¨¨ne y Jacques Isnard, el juez Brugui¨¨re, los ministros Bernard Debr¨¦, Alain Jupp¨¦, Edouard Balladur y Fran?ois L¨¦otard) impidieron que se realizara la verdadera investigaci¨®n evocando las hip¨®tesis m¨¢s fantasiosas, tales como la responsabilidad del gobierno belga o la de la CIA y Estados Unidos. Al hilo de la desinformaci¨®n establecida, la justicia llegar¨ªa a condenar a informadores aut¨¦nticos, como Jean Paul Gouteux y el editor de L¡¯Esprit Frappeur, pioneros del problema del genocidio en Ruanda.
En 2007, diez a?os m¨¢s tarde, el problema cambiaba de escala. Cuando todos esperaban que el nuevo juez, Marc Tr¨¦vidic, se contentar¨ªa con cerrar el dossier, este mismo, por el contrario, envi¨® a un equipo para que volviera a escuchar a los testigos clave. Los testimonios obtenidos de entre los supervivientes y de antiguos militares o milicianos ruandeses por periodistas o investigadores independientes como Monique Mas, Georges Kapler y C¨¦cile Grenier aclaraban con una luz cegadora la responsabilidad del Gobierno franc¨¦s en su grado m¨¢s alto, no solamente en el atentado contra el presidente Habyarimana, sino tambi¨¦n en la preparaci¨®n del genocidio. ¡°Es dif¨ªcil de creer que la preparaci¨®n t¨¦cnica de las masacres, para las cuales fue necesario comprar millares de machetes, no llamase la atenci¨®n de los 47 oficiales franceses incorporados entonces al ej¨¦rcito ruand¨¦s y situados bajo la autoridad directa del Gobierno franc¨¦s¡±, escrib¨ªa Linda Melvern en 2008 en su trabajo sobre el exterminio ruand¨¦s.
En el mismo a?o 2007 dos documentos secretos iban a ser desclasificados y exhumados de los archivos del Ministerio de Defensa franc¨¦s. En el primero, el coronal Poncet recomienda ¡°no mostrar a los medios a soldados franceses absteni¨¦ndose de poner fin a las masacres de las que eran testigos¡±. En el segundo, el coronal Cussac confirma que ¡°en el ej¨¦rcito franc¨¦s se sab¨ªa desde el 8 de abril que las masacres ten¨ªan por objetivo a los tutsis¡±. El general Dallaire va m¨¢s lejos: ¡°Hab¨ªa muchos militares franceses en el Estado Mayor del ej¨¦rcito ruand¨¦s y, en particular, en la Guardia Presidencial¡?y permanecieron all¨ª hasta el final!¡±
Actualmente el juez Tr¨¦vidic estar¨ªa siendo objeto de presiones e intimidaciones que han puesto en alerta a las asociaciones y sindicatos franceses de la magistratura. Todo lo cual, lejos de cerrar el debate, en modo alguno supone un punto final para la investigaci¨®n m¨¢s grave, la que ata?e a un gobierno democr¨¢ticamente elegido por su participaci¨®n en el ¨²ltimo genocidio del siglo XX.
Cualquiera sea el resultado de las elecciones de mayo 2012, ser¨ªa necesario para la ¨¦tica m¨¢s elemental y el respecto a la dignidad humana que el nuevo presidente se enfrentara con el contencioso de Ruanda.
Nicole Muchnik es periodista y escritora.
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola
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