Franco Pop-Art

No s¨¦ porque molesta a la Fundaci¨®n Franco la excelente pieza que Eugenio Merino presenta en Arco, con el Excelent¨ªsimo metido en una c¨¢mara expendedora de bebidas. E incluso el t¨ªtulo, Always Franco, puede interpretarse como un homenaje a lo imperecedero, acorde con el vigente clima de Contrarreforma. Es verdad que no aparece tan favorecido como el tibur¨®n en formol que Damien Hirst exhibi¨® en su d¨ªa en la Tate Modern, pero no se puede querer todo. El portavoz de la Fundaci¨®n ha anunciado que demandar¨¢ al artista. Supongo que lo har¨¢n ante el Tribunal de Orden P¨²blico (TOP), muy animado en los ¨²ltimos tiempos. La denuncia podr¨ªa ir respaldada por un Certificado de Buena Conducta del Dictador, expedido para el caso por la Academia de la Historia, responsable del Diccionario Biogr¨¢fico de Espa?a que, seg¨²n rumores, ser¨¢ la pr¨®xima pieza que Hirst exhiba en formol. A prop¨®sito de historia, hay dos filmes de ¨¦xito reciente muy interesantes para reflexionar sobre la intencionalidad en la obra art¨ªstica. Hablo de J. Edgar, que retrata a Hoover, el jefe perpetuo (eso pensaba ¨¦l) del FBI, y de La dama de hierro, inspirada en Margaret Thatcher. Son pel¨ªculas de factura perfecta. Pero uno sale de verlas con una sensaci¨®n algo inquietante. No sabemos todo, pero si lo suficiente sobre tan c¨¦lebres personajes. Durante d¨¦cadas, Hoover destroz¨® muchas vidas utilizando como esc¨¢ndalo o chantaje la orientaci¨®n sexual de las personas que pon¨ªa en su punto de mira. ?l, por supuesto, era un reprimido patol¨®gico. Esa hipocres¨ªa canalla est¨¢ tratada con gran delicadeza por el director Clint Eastwood. Algo as¨ª ocurre, en otro orden, con Margaret Thatcher. La interpretaci¨®n de Meryl Streep es tan matizada, tan sutil, que al final la se?ora Thatcher nos parece Virginia Woolf. El personaje de DiCaprio es mejor que Hoover. Y el de Streep mejor que Thatcher. Seguro que el Franco en efigie frigor¨ªfica mejora el original.