El museo convertido en manto
FOTOS: Roland Halbe
Como un manto de hormig¨®n blanco, peinado por flecos en el per¨ªmetro, el nuevo Museo Jean Cocteau, en Menton, cerca de M¨®naco, resume el trabajo del poeta, cineasta y pintor franc¨¦s. Pero tambi¨¦n la obra del arquitecto Rudy Ricciotti (Argelia, 1952) que hace un lustro se hizo con un controvertido Premio Mies van der Rohe por su Centro Coreogr¨¢fico Nacional en Aix en Provence.
Aquel edificio, encapsulado en una estructura-celos¨ªa de hormig¨®n, jugaba, como muchos de los inmuebles firmados por Ricciotti, con la ambig¨¹edad a la hora de diferenciar entre estructura y envolvente. El nuevo museo para la colecci¨®n de la obra de Cocteau donada por el coleccionista de origen belga Severin Wunderman subraya tambi¨¦n contrastes y ambig¨¹edades. Pero su techo de hormig¨®n blanco, derretido por un per¨ªmetro de columnas desdibujadas como tent¨¢culos, s¨ª es estructural. Esa cubierta blanca soporta todo el edificio que adem¨¢s est¨¢ semihundido para no tapar las vistas al Mediterr¨¢neo ni alterar el paisaje costero de Menton, la localidad francesa donde naci¨® Cocteau en 1889.
As¨ª, las ambig¨¹edades, los juegos entre blanco y negro, entre materiales transl¨²cidos y opacos, entre acabados pulidos o rugosos y entre la alternancia de llenos y vac¨ªos en las formas de las celos¨ªas que envuelven tantos de los edificios de Ricciotti tienen aqu¨ª un significado profundo. Asegura el arquitecto que el contraste entre blanco y negro era algo inevitable para hablar de alguien como Cocteau. Y no se refiere solo a sus pel¨ªculas. Las sombras de su nuevo edificio buscan hacerse eco de las de la vida del famoso pintor. Y lo cierto es que el contraste arquitect¨®nico resume tambi¨¦n el enigma de un poeta que escribi¨®: ¡°Si mi casa no estuviese hecha con mis poemas, sentir¨ªa el vac¨ªo y me caer¨ªa del techo¡±.
Para mayor misterio, la colecci¨®n Severin Wunderman, que alberga el centro, tambi¨¦n tiene su propio enigma. El legado del coleccionista que sobrevivi¨® al Holocausto est¨¢ envuelto en un manto de dudas, contradicciones e inc¨®gnitas. Hasta el punto de que cuando Waunderman don¨® las 1.800 obras que, entre poemas, esculturas y pinturas compon¨ªan su colecci¨®n, los herederos de Cocteau y Pierre Berg¨¦, socio de Yves Saint Laurent y albacea de los derechos morales de la obra de Cocteau, no se pusieron de acuerdo a la hora de aceptar la autenticidad de todas ellas. El rechazo inicial de los herederos a un notable porcentaje de las piezas podr¨ªa haber crispado el humor del coleccionista y hacer que ¨¦ste retirara su donaci¨®n. Tras un tiempo de litigios y discusiones, y tras la muerte de Wunderman en 2008, parece que hay acuerdo en la autenticidad de lo que hoy muestra el nuevo museo. La colecci¨®n queda as¨ª expuesta bajo una manta que cobija, junto al paseo mar¨ªtimo, y abriga, a su vez, la misteriosa figura de Cocteau.?
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