Justicieros
Hay algo en la actitud de esa buena gente a la que vemos increpando a un acusado que recuerda al pueblo que acud¨ªa a contemplar ejecuciones
Cada vez que una persona con cierta relevancia social entra en un juzgado a declarar hay un pelot¨®n de gente a las puertas de dicho edificio dispuesto a proferir insultos, a levantar pu?os amenazantes, a empujar la barrera policial y a esperar a la intemperie o en los bares de la zona hasta que vuelva a salir el personaje. Durante unos a?os viv¨ª cerca de la Villa de Par¨ªs, donde se encuentra la Audiencia Nacional, y el espect¨¢culo era diario. Dejando a un lado a los simpatizantes de ETA, tan fieles a su look que bien podr¨ªa analizarlo el suplemento de moda, el resto, el mogoll¨®n que acud¨ªa a desahogar su ira en asuntos de corrupci¨®n o qu¨¦ s¨¦ yo, era perfectamente intercambiable. Se?ores y se?oras que o bien deb¨ªan de tener un primo en la Audiencia que les informaba de los horarios o bien viv¨ªan haciendo guardia en los bares de la zona, porque era sorprendente lo puntuales que acud¨ªan cuando iba a entrar o a salir un furg¨®n o cuando un imputado hac¨ªa el pase¨ªllo por la calle G¨¦nova. Perfectos funcionarios de la c¨®lera.
Siempre me ha sorprendido ese af¨¢n por manifestar el deseo de venganza ante quien ya se encuentra en manos de la justicia. Hay algo en la actitud de esa buena gente a la que vemos en las noticias increpando a un acusado que recuerda al pueblo que acud¨ªa a contemplar ejecuciones como si asistiera a un teatro callejero. Son malos tiempos para la piedad. Nadie est¨¢ dispuesto a ceder gratuitamente un gramo de la suya. La excusa es la crisis. Todas las crisis han desatado una falta de compasi¨®n popular.
Una vez m¨¢s, mi naturaleza me impide dejarme llevar por esa corriente tan poderosa. Hasta cuando entran a declarar ante el juez personajes que me inspiran de todo menos simpat¨ªa, no entiendo lo que a?ade al asunto un coro de justicieros espont¨¢neos. Me vence la piedad, pero tambi¨¦n, por qu¨¦ no decirlo, la pereza.
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