Flamenco chic
"Si Encarna S¨¢nchez era un poder medi¨¢tico de aquella Espa?a en transici¨®n, Jorge Javier V¨¢zquez lo es de esta Espa?a en transici¨®n hacia m¨¢s all¨¢ de la crisis"
En la invitaci¨®n para celebrar el mi¨¦rcoles pasado con una fiesta la colecci¨®n de inspiraci¨®n espa?ola de Angela y Margherita Missoni, se indicaba que el dress code ser¨ªa ¡°flamenco chic¡±. ?Qu¨¦ es el flamenco chic? ?Un esmoquin con un clavel gigante? ?Las creaciones de Vicky Mart¨ªn Berrocal? El chic es tan elusivo como las respuestas de los empleados del Instituto N¨®os. El flamenco chic puede ser un traje en el que casi todo es posible, como la amenaza de mal comportamiento en una princesa furiosa, pero muy dif¨ªcil de planchar. As¨ª que seguramente nuestra mejor interpretaci¨®n del flamenco chic sean las brillantes escenas del biopic de Isabel Pantoja, Mi gitana, donde muchos de los ingredientes que forman parte tanto del chic como del flamenco se dieron cita en un rato de tele. Fue un shock.
Isabel Pantoja es un mito espa?ol, fundamentado en trajes de luces y sombras que visten nuestra identidad cultural. Es la reina de la copla, y tuvo que esperar con paciencia de princesa a que la Jurado marchara para cederle el trono y el trueno. Como artista ha entendido mejor que nadie la frase atribuida al torero Domingu¨ªn: ¡°Que hablen de ti, mal o bien, pero que hablen¡±, que dignifica y alimenta uno de los principales y m¨¢s pol¨¦micos elementos de nuestra idiosincrasia: el chisme. Un mito sin maledicencia no es mito. Pantoja ha ido alternando las loas a su maestr¨ªa en el escenario con la ingenier¨ªa de su jugosa vida sentimental durante tres d¨¦cadas.
Paquirri, su primer amor y padre de su ¨²nico hijo biol¨®gico, dio paso a su tr¨¢gica viudedad. La viudedad origin¨® m¨¢s fama y ¨¦xitos por los que siempre ser¨¢ recordada en el ¨¢lbum Marinero de luces. Su pel¨ªcula m¨¢s trascendente, Yo soy esa, tambi¨¦n le propici¨® el amor, menos trascendente, de uno de nuestros principales actores, demostrando que aun viuda manten¨ªa vista y olfato afinados para el gal¨¢n ib¨¦rico. Sentidos y pericia que fue perdiendo en sus siguientes compa?eros masculinos al tiempo que entreabri¨® cierta rendija en el siempre mullido y resguardado armario de las folcl¨®ricas. Un mito no puede ser de un solo p¨²blico. Debe ser transversal. El azar o el radar de Pantoja la aproxim¨® a otras mujeres con poder. La locutora cuyo nombre no debe escribirse reinaba en la radio propiedad de los obispos con su voz dictatorial y arbitraria. Una Walter Winchell de la Transici¨®n. La actriz que la encarna en Mi gitana, Blanca Apil¨¢nez, aspira la nicotina como si fuera el alimento para su odio. Mar¨ªa del Monte, la mujer que llev¨® las sevillanas al hit parade y a los gimnasios, la hizo re¨ªr y disfrutar la vida de estrella pop de peineta, sin complejos a la sombra de los pinos.
Un mito sin maledicencia no es mito. Pantoja ha alternado las loas a su maestr¨ªa en escena con la ingenier¨ªa de su jugosa vida sentimental
Los guionistas Antonio Hern¨¢ndez Centeno y Carmen Pombero han propiciado un biopic que refleja tanto a los espa?oles fascinados por la cultura Twitter como a aquellos que siempre necesitan su cuota folk. Esa frase de que ¡°El verde resalta el vello¡± ha entrado en la historia de la televisi¨®n. Tambi¨¦n lo ha hecho su borrosa visi¨®n del mundo l¨¦sbico sin que haya desnudos ni besos ni declaraciones de amor t¨®picas en los romances heterosexuales. Ese tri¨¢ngulo de poder, amor sin nombre, despliegue de sedas y gafas ahumadas que significa la pasi¨®n en esta miniserie de ficci¨®n explica otro ingrediente del flamenco chic: un pa¨ªs tan cat¨®lico no puede disfrutar libertad sexual madura. Much¨ªsimo menos un universo formado por mujeres que tienen que lidiar con la viudedad, el hijo, el poder y la fama.
Pero es justamente ese amor callado una parte importante del ¨¦xito de la pel¨ªcula. Un amor que, pese a tener a su favor la Constituci¨®n, no consigue evitar que la televisi¨®n insista en no decir su nombre, y en no mostrar su beso.
Pantoja es defendida y atacada sobre un fondo amarillo. Puede que la miniserie dejase entrever una mujer experta en manipular todo lo necesario para sentar y sostener su carrera. Si Encarna S¨¢nchez era un poder medi¨¢tico de aquella Espa?a en transici¨®n, Jorge Javier V¨¢zquez lo es de esta Espa?a en transici¨®n hacia m¨¢s all¨¢ de la crisis. Y Pantoja ha tenido para ambos el mismo trato en p¨²blico: la irreemplazable seducci¨®n del cara a cara. En el flamenco y en el chic, la distancia corta lo es todo. En el primero despierta m¨¢s pasi¨®n, y en el chic afianza la ilusi¨®n de que hay un poco de sentimiento, tanto para los que te quieren mucho como para los que te odian mucho.
El lunes continuar¨¢ Mi gitana con ese otro cap¨ªtulo de la vida sentimental del mito: el coqueteo con la corrupci¨®n. Pantoja fue contratada por Juli¨¢n Mu?oz, entonces alcalde de Marbella, para representar esa flamenca y chic localidad. Tanto la represent¨® que Pantoja todo lo vio: fincas, apartamentos de m¨¢rmol con mar delante y bolsas de pl¨¢stico negro llenas de billetes detr¨¢s. Pas¨® una noche en la c¨¢rcel y meses de cr¨ªticas en los medios, que culminar¨¢n con su declaraci¨®n el pr¨®ximo junio. Ahora que ya no somos ricos sabemos que la corrupci¨®n fue esencial para nuestro flamenqueo chic. A un coste elevado e invisible, nos dio un plus que nos permit¨ªa aderezarlo con nuestros antojos, nuevos palacetes, nuevos aeropuertos, nuevos lucros. Pantoja, Mu?oz y Marbella son corazones encendidos mostrando el lado popular de un chic que visten Camps, Matas y los chicos N¨®os. Y todos cantando ¡°Hoy debo confesar que estoy algo cansada¡±.
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