Horizonte de huelga
Gobierno y sindicatos deben afrontar con responsabilidad los duros ajustes que se avecinan
Los sindicatos salieron ayer a las calles de las principales ciudades del pa¨ªs para protestar contra la reforma laboral. La cita pretend¨ªa servir para que el Gobierno aceptase negociar algunos de sus puntos m¨¢s controvertidos y, tambi¨¦n para calibrar la fuerza de las centrales ante la huelga general del 29 de marzo. Con estas movilizaciones, los sindicatos tomaban la iniciativa tras varias semanas sometidos a una campa?a de deslegitimaci¨®n por parte de representantes del Partido Popular y de algunos miembros del Ejecutivo. Han querido hacerlo de una forma gradual, que desmintiera cualquier acusaci¨®n de radicalismo y dejara abierta la posibilidad de negociar.
Los duros ajustes que aguardan a Espa?a deber¨ªan contar con el m¨¢ximo respaldo de todos los sectores afectados, y el de los trabajadores es sin duda el que acabar¨¢ si¨¦ndolo m¨¢s. El Gobierno se niega a revisar sus decisiones como una expresi¨®n de firmeza ante la crisis, pero tambi¨¦n corre el riesgo de que esa actitud sea percibida como prueba de c¨®mo concibe el ejercicio del poder en momentos de dificultad. La tentaci¨®n de instrumentalizar el miedo al futuro para llevar a cabo un programa econ¨®mico que el PP ya defend¨ªa antes de la crisis es un ejercicio arriesgado, que puede acabar pasando factura al conjunto del pa¨ªs. Como cualquier Gobierno en democracia, el que dirige Mariano Rajoy no es solo responsable de aplicar las medidas necesarias, sino tambi¨¦n de hacerlo dentro del mayor clima posible de paz social. Lo contrario ser¨ªa tanto como negar el valor de la pol¨ªtica y asignar un papel invariable a cada instituci¨®n, ya sea p¨²blica o de la sociedad civil.
Con independencia de que las manifestaciones de ayer constituyan o no un indicador adecuado para calibrar el eventual resultado de la huelga general que asoma en el horizonte, lo cierto es que los sindicatos se juegan en el paro del 29 de marzo su capacidad de influir en la suerte de los trabajadores mientras dure la crisis. Sus dirigentes lo saben, y est¨¢n intentando por ello encontrar un delicado equilibrio para no quedarse cortos al canalizar el creciente malestar social pero tampoco excederse en los niveles de exigencia al Ejecutivo, arriesg¨¢ndose al aislamiento. El margen es estrecho, sobre todo cuando pesa en la mayor¨ªa de los ciudadanos el miedo a perder el empleo y las encuestas muestran escasa predisposici¨®n a la huelga general.
No parece probable que el duro ajuste que, seg¨²n los indicios adelantados por el Gobierno, contemplar¨¢n los pr¨®ximos presupuestos generales se pueda llevar a cabo sin tensiones. Ser¨¢ necesaria mucha habilidad pol¨ªtica para conseguir reconducirlas a la v¨ªa de la negociaci¨®n, buscando un reparto equitativo de los sacrificios. Para eso es necesario que los sindicatos cumplan irreprochablemente su funci¨®n. Pero tambi¨¦n es necesario que lo haga el Ejecutivo, desterrando la idea de que es preferible gobernar sin sindicatos, o con unos sindicatos derrotados, que con ellos.
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