Un digno expresidente
A diferencia de algunos de sus antecesores, Ernesto Zedillo no rob¨®, no abus¨®, no mat¨®. Honr¨®, como pocos, la presidencia de M¨¦xico
Un juez de Connecticut decidir¨¢ en las pr¨®ximas semanas si admite o desecha una demanda que pretende responsabilizar al expresidente Ernesto Zedillo de la ¡°Matanza de Acteal¡±, ocurrida el 22 de diciembre de 1997. La acusaci¨®n sostiene que el crimen fue resultado de una estrategia urdida por Zedillo para aplastar al movimiento zapatista. Varias s¨®lidas investigaciones han demostrado algo muy distinto: el brutal crimen fue consecuencia de una cadena de conflictos locales que precedieron al Gobierno de Zedillo y que lo sobrevivieron.
Dec¨ªa Daniel Cos¨ªo Villegas que en M¨¦xico es muy dif¨ªcil hablar bien de un presidente (o de un expresidente) aun cuando haya razones objetivas para hacerlo. Quien se atreve es tildado de ¡°vendido¡±. Pero con respecto a Zedillo, guardar silencio ahora es una forma de complicidad con la mentira y la venganza.
Desde el 1 de diciembre de 2000, Zedillo eligi¨® un exilio voluntario que le ha ganado el reconocimiento de muchos mexicanos. Como director del Centro para el Estudio de la Globalizaci¨®n en la Universidad de Yale, Zedillo se ha labrado una posici¨®n respetable en la comunidad internacional (acad¨¦mica, empresarial, pol¨ªtica), pero en relaci¨®n a M¨¦xico ha mantenido una sana distancia. Si bien no se abstiene de opinar sobre la agenda nacional, lo hace con sentido de realidad y con prudencia.
Esas fueron tambi¨¦n, a mi juicio, las cualidades de su gesti¨®n presidencial. Tras aquel levantamiento, el pa¨ªs se precipit¨® en una aguda crisis pol¨ªtica que se agrav¨® con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994. Para las elecciones de julio, el PRI y Carlos Salinas de Gortari se inclinaron por Zedillo, un economista nacido en la Ciudad de M¨¦xico y educado en Mexicali, de origen y condici¨®n modesta (hijo de un electricista y una maestra que muri¨® joven), formado en escuelas p¨²blicas, y que con gran esfuerzo personal hab¨ªa obtenido un doctorado en Yale. Incorporado al Banco de M¨¦xico, Zedillo tuvo un desempe?o sobresaliente en la recuperaci¨®n que sigui¨® a la quiebra de 1982. En el sexenio de Salinas se hizo cargo sucesivo de la Secretar¨ªa de Programaci¨®n y Presupuesto y la de Educaci¨®n. Al momento del asesinato, Zedillo era el jefe de campa?a de Colosio.
Desde el diciembre de 2000, Zedillo eligi¨® un exilio voluntario que le ha ganado el reconocimiento de muchos mexicanos
Reservado, mordaz, cerebral, en los primeros d¨ªas de su Gobierno Zedillo encar¨® una nueva y grav¨ªsima crisis financiera provocada mayormente ¡ªcomo demostr¨® Gabriel Zaid¡ª por la gesti¨®n anterior (¡°Ni lo ven ni lo oyen¡±, Reforma, 1 de mayo de 2011). La reactivaci¨®n que result¨® del Tratado de Libre Comercio puesto en vigor por Salinas en 1993 y el apoyo de la Administraci¨®n Clinton, ayudaron a superar el problema, pero antes de que eso ocurriera (y desde el principio de su periodo) Zedillo entendi¨® la necesidad de propiciar una reforma pol¨ªtica definitiva, y actu¨® en consecuencia.
Zedillo no fue, por supuesto, el creador de la transici¨®n democr¨¢tica en M¨¦xico. El proceso ven¨ªa de muy atr¨¢s, y en ¨¦l incidieron intelectuales y artistas, grupos pol¨ªticos, l¨ªderes sociales y ciudadanos. Pero Zedillo ¡ªrara avis en la clase pol¨ªtica¡ª era un dem¨®crata liberal y entendi¨® las claves de la necesaria transici¨®n. Hab¨ªa que acotar el poder del presidente (dando independencia al Poder Judicial, renunciando al ejercicio de facultades extraconstitucionales), propiciar una competencia equitativa entre los partidos, disminuir el predominio econ¨®mico del Estado, alentar la libertad de prensa y, sobre todo, consolidar la autonom¨ªa del Instituto Federal Electoral y del Tribunal Federal Electoral. Todo ello ocurri¨®. En las elecciones intermedias de 1997, por primera vez en casi 70 a?os, el PRI dej¨® de tener mayor¨ªa en la C¨¢mara de Diputados, y Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas gan¨® la Jefatura de Gobierno en el Distrito Federal. Y, en 2000, Vicente Fox gan¨® la presidencia.
Sin embargo, el movimiento encabezado por el subcomandante Marcos segu¨ªa vigente. Para contribuir a la soluci¨®n del conflicto, el Gobierno acrecent¨® las inversiones sociales en la entidad. Paralelamente, una comisi¨®n plural sigui¨® buscando el di¨¢logo y la reconciliaci¨®n con el zapatismo. El Congreso aprob¨® una legislaci¨®n reivindicatoria de los ind¨ªgenas, pero el EZLN la desech¨® por considerarla insuficiente. Del mismo modo, los zapatistas se negaron a atender la petici¨®n de un sector muy amplio de sus propios simpatizantes que les ped¨ªa renunciar a la v¨ªa armada y participar en las elecciones. En algunas zonas ¨¢lgidas, se acrecentaron las tensiones entre los grupos proclives al PRI y al zapatismo. Y en el municipio de Chenalh¨®, donde se localiza la peque?a comunidad de Acteal, una disputa por el poder local, seguida de otra sobre la propiedad de una mina de arena, desat¨® una escalada de venganza y violencia que culmin¨® en el atroz crimen perpetrado por priistas locales contra un grupo de 45 personas (21 mujeres, 6 ancianos, 14 ni?as y 4 ni?os), todos familiares de personas pertenecientes a un grupo simpatizante del zapatismo denominado ¡°Las Abejas¡±. El pa¨ªs se conmocion¨®, pero nadie prob¨® jam¨¢s que los hechos hayan obedecido a una estrategia de aniquilamiento por parte del gobierno federal.
Esa estrategia s¨ª existi¨® en el caso de la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968. En julio de aquel a?o, alguien tom¨® un par de fotos a un estudiante de la Vocacional # 5. En la primera, cinco granaderos lo acosan, mientras ¨¦l los encara valientemente; en la segunda, uno de los granaderos lo golpea con la culata. Aquel joven era Ernesto Zedillo. El agravio lo marc¨®: nunca creer¨ªa en la violencia como soluci¨®n a los problemas nacionales. Por eso, cuando en 1999 un grupo radical desat¨® una huelga que paraliz¨® a la UNAM, Zedillo dej¨® que el conflicto se alargara nueve meses hasta que no hubo m¨¢s remedio que acudir a la polic¨ªa para liberar el campus, en una acci¨®n en la que no se registr¨® un s¨®lo herido. Un hombre as¨ª, una biograf¨ªa as¨ª, no cuadran con el perfil criminal de que se le acusa.
A diferencia de algunos de sus antecesores, Ernesto Zedillo puede caminar tranquilamente por las calles de M¨¦xico. No rob¨®, no abus¨®, no mat¨®. Honr¨®, como pocos, la presidencia de M¨¦xico.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
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