Un coqueto submarino

Es tan inquietante como habitual que el glamour no consiga superar la testosterona. Pero en cualquier photocall son siempre las mujeres las que saben y deben explotar todas la aristas de este universo. Las poses, el despliegue de vestuario, la exposici¨®n de sus dentaduras y escotes. Pese a que, en Madrid, Mario Vaquerizo hace lo indecible por transformar esta situaci¨®n, siempre observamos primero a su esposa, Alaska. Una aparici¨®n femenina siempre seduce m¨¢s al p¨²blico, mientras el var¨®n normalmente se difumina en el plano.

En cambio, cuando los l¨ªderes sindicales, C¨¢ndido e Ignacio, se dejan fotografiar, no se difuminan, se solidifican. Nos asombran sus similitudes, como si estuvieran decididos a instaurar un uniforme corporativo, que consiste en id¨¦ntica camisa p¨¢lida completamente abotonada, reloj submarinista, gafas y mismo gesto al tomar la taza del caf¨¦, sin posibilidad alguna de me?ique levantado. La otra mano, la derecha, c¨®modamente cerca de la entrepierna. Es la imagen de la masculinidad sin esfuerzo pero esforzada. Rocosa. La de nuestros padres atrapados en sus compromisos adultos.

Unos d¨ªas antes, Mariano Rajoy aterrizaba en Se¨²l, descendiendo del avi¨®n presidencial con una gabardina larga y oscura que lo convert¨ªa m¨¢s en un exmiembro del FBI devenido en fiscal especializado en todo tipo de recortes que en un mudo primer ministro en apuros. Pase lo que pase con el euro, con el mundo laboral o con las armas at¨®micas, un hombre serio no debe preocuparse por el atuendo, ni por las poses; eso ser¨¢ siempre territorio de las mujeres, que, por cierto, siguen sin aparecer en ninguna de estas fotos de cumbres sobre control o descontrol de armamento. Ellas disponen de su propio arsenal.

Cameron baja a la fosa de las Marianas y Rajoy nos gu¨ªa a la nuestra. Si el futuro nos espera ah¨ª abajo, que sea con una fiesta, gay, a bordo como la de ¡®Shangay¡¯

Aunque glamour y photocall parecen armas afines a otra ¨¦poca, en Madrid, la que fuera la capital de las alfombras rojas, se entregaron los und¨¦cimos premios de la revista Shangay, que recompensan todo aquello que de alguna manera reivindique la opini¨®n gay en nuestro pa¨ªs. La fiesta siempre ha tenido puntito alternativo, pero este martes tuvo tambi¨¦n brillo comprometido, en parte porque lo presentaba como nunca La Terremoto de Alcorc¨®n (sublime su reinterpretaci¨®n de la Madonna del Super Bowl) y en parte porque no hay mejor entrega de premios que una entre amigos, nuevos enemigos y curiosos atractivos esforz¨¢ndose por decir algo trascendental. Mezcla total. Desde la visi¨®n cient¨ªfica del doctor Clotet instando a no bajar la guardia en la b¨²squeda de la vacuna contra el sida hasta la emotividad de Miguel Bos¨¦, anhelando un futuro sin prohibiciones para sus hijos; hasta el beso viril entre dos sex symbols, Aitor Luna y Asier Etxeandia, que se unieron en ese arrebato asalvajado que se insiste en asociar con la homosexualidad. Como es tradici¨®n en las buenas fiestas gais, ?la mayor¨ªa es heterosexual! Lo gay se ha convertido poco a poco en una causa bien vista. Esto pasaba ya en la ¨¦poca de Studio 54, los primeros en vincu?lar recesi¨®n con mariconeo. A todos los presentes en los premios se nos olvid¨® mencionar a Daniel Zamudio, el estudiante asesinado recientemente por neonazis hom¨®fobos en Santiago de Chile. El olvido subraya las diferencias que a¨²n persisten sobre este tema entre Espa?a y Latinoam¨¦rica. La fiesta en Madrid era desenfadada, muy lejos de aquel terrible escenario. En ella se celebraba la libertad, el humor y el respeto a la diferencia, opci¨®n que en otros pa¨ªses en nuestra misma lengua sigue siendo un riesgo.

El cl¨¢sico atasco en el photocall fue se?alado como responsable de que los invitados no pudieran sentarse a tiempo. La feliz despreocupaci¨®n de la fiesta permiti¨® momentazos como el de Marisa Paredes, Luz Casal y Miguel Bos¨¦, de improviso subidos al escenario para interpretar Un a?o de amor, la canci¨®n de Tacones lejanos que re¨²ne a los tres en la pel¨ªcula. Por todo eso, la fiesta de Shangay deber¨ªa hacerse espect¨¢culo did¨¢ctico en gira por otras ciudades del pa¨ªs y por Latinoam¨¦rica. Que todos puedan ver volar por los aires a La Terremoto. Alucinar con que una estrella de ?Hola!, Adriana Abascal, descienda por una escalera a premiar a Paloma San Basilio, la diva que regresa con un disco poselectr¨®nico fino, destinado a ser fuente de himnos para el verano. Durante la velada se la comparaba incesantemente con Cher. Pero San Basilio hoy parece seguir m¨¢s la estela de Madonna, en la lucha por demostrar que la estrella madura dura m¨¢s. Que algunas saben prolongar sus carreras m¨¢s all¨¢ de la fecha impuesta por otros. Que atreverse ayuda contra la recesi¨®n.

En la v¨ªspera de la huelga general, los restaurantes de moda en la capital estaban a rebosar; la ma?ana siguiente, la ciudad se despert¨® entre sirenas y helic¨®pteros. Quiz¨¢ reflexionando sobre la reinvenci¨®n, quiz¨¢ asumiendo que somos un pa¨ªs a rescatar. Que bajar tres puntos de d¨¦ficit al final sea una misi¨®n imposible. Mientras, James Cameron, el director supertaquillero, descend¨ªa hacia el abismo de la fosa de las islas Marianas, para documentar la investigaci¨®n de un territorio m¨¢s desconocido que la Luna. Lo hizo a bordo de un coqueto submarino rodeado de especies raras y fluorescentes que de seguro estar¨ªan divinas en los pr¨®ximos Shangay. Una coincidencia esa visita a la fosa de las Marianas en los d¨ªas en que Mariano nos conduce en silencio a ver la nuestra. Si el futuro nos espera al fondo del mar, que sea con una fiesta, gay, a bordo.