Incomprensi¨®n

Yo comprendo que la fecha no habr¨¢ sido una elecci¨®n de la Zarzuela. Comprendo que el Ayuntamiento de Mostar, o el Gobierno de Bosnia-Herzegovina, o quienquiera que haya programado la visita del rey de Espa?a para el 29 de marzo de 2012, no pod¨ªa tener en cuenta la convocatoria de huelga general que las centrales sindicales espa?olas hab¨ªan fijado para esa fecha. En la educaci¨®n de Juan Carlos I, la formaci¨®n militar desempe?¨® un papel tan relevante que es muy comprensible su inter¨¦s por asistir a un homenaje al ej¨¦rcito espa?ol, sobre todo cuando se trata de reconocer el trabajo humanitario que llev¨® a cabo en una ciudad asolada por una guerra tan espec¨ªficamente b¨¢rbara como todas las guerras civiles. Yo comprendo muy bien todo esto, e incluso que el Jefe del Estado no apruebe la convocatoria de una huelga general, porque un rey es, por definici¨®n, una persona de orden.

Pero los trabajadores que ejercieron su derecho a la huelga el jueves pasado, no son ni m¨¢s ni menos ciudadanos del Estado espa?ol que quienes se opusieron a ella. En unas circunstancias econ¨®micas muy penosas, en condiciones laborales muy precarias, 10 millones de espa?oles afrontaron el riesgo de llamar la atenci¨®n en sus empresas, y la rebaja de un d¨ªa de sueldo, para proclamar su derecho a un trabajo digno. No hicieron huelga por capricho, ni para quedarse durmiendo una hora m¨¢s, ni para armar jaleo por la calle. Lo hicieron para defender su herencia, el saldo de un siglo de lucha, de c¨¢rcel, de muertos que tambi¨¦n fueron ciudadanos del Estado espa?ol y arriesgaron todo lo que ten¨ªan, y lo perdieron, para que sus hijos, sus nietos, llegaran a vivir mejor que ellos. Eso era lo que estaba en juego en Espa?a el 29 de marzo, lo que sigue estando en juego hoy.

Por eso, lo ¨²nico que no consigo comprender es lo que en la Zarzuela no han entendido.