Por qu¨¦ Rajoy besa a la rana
El Gobierno sigue sin tener un relato, es decir, una narrativa que dote a sus actos de legitimaci¨®n
Cuando se afirma que el presidente Rajoy carece de relato, ¨¦l y su c¨ªrculo cercano interpretan que existe un fallo de comunicaci¨®n. Animosos, se ponen a comunicar a diestro y siniestro, pero siguen sin tener un relato, es decir, una narrativa que dote a sus actos de legitimaci¨®n. Para ello hay que ubicar las decisiones en el tiempo e imprimirles sentido, como sabe muy bien el pr¨ªncipe del cuento: hace algo tan estrafalario como besar a una rana, porque sabe que va a convertirse en princesa. Esa certeza dota de sentido su sacrificio.
Imaginemos por un momento que la mutaci¨®n de la rana se demora unos meses, algo perfectamente posible, pues transformar un ser vertebrado, viscoso y sin lenguaje, en una bella princesa erguida y parlante no es tarea de un d¨ªa. ?Qu¨¦ har¨ªa si, entretanto, las encuestas mostraran un menoscabo sustancial de su popularidad? Le resultar¨ªa acuciante explicar que la rana va a convertirse en princesa, un fen¨®meno tan sobrenatural como enterrar un pa¨ªs en la tumba de la austeridad y esperar que resucite pr¨®spero, eficaz y competitivo. No resulta f¨¢cil comprenderlo: ?por qu¨¦ su pr¨ªncipe sagrado, investido de todos los atributos del poder y llamado a conquistar a la m¨¢s bella princesa para que alumbre a un heredero sano y fuerte, besa a una rana?
En vista de su desgaste de imagen, decide llevar a cabo un esfuerzo de comunicaci¨®n. Los pregoneros de lenguaje florido re¨²nen a la plebe, ansiosa de noticias de su pr¨ªncipe. No se sorprenden de que no lo explique ¨¦l mismo, porque en la Edad Media la preservaci¨®n de la figura del poder se consiente con naturalidad. Comienza a informar el pregonero: el pr¨ªncipe no quer¨ªa besar a la rana, pero no le ha quedado otro remedio; ya se sabe, la vida es as¨ª, a veces a uno le toca besar ranas. Y adem¨¢s ha sido obligado por fuerzas ajenas, pues el anterior pr¨ªncipe, su hermano, sedujo a tantas princesas que ya s¨®lo quedan ranas. ?Qu¨¦ otra cosa pod¨ªa hacer?
En vista de su desgaste de imagen, Rajoy decide llevar a cabo un esfuerzo de comunicaci¨®n
Algo as¨ª ha difundido el Gobierno cuando ha emprendido la tarea de comunicar: no nos gustan las medidas que estamos tomando, pero nos fuerza un ente indefinido (Bruselas, los mercados, Merkel) y nos obliga el anterior Gobierno, que nos dej¨® un d¨¦ficit desbocado. Ooooh, exclama la muchedumbre decepcionada: no hay relato. En el mejor de los casos, se trata de una justificaci¨®n; en el peor, de una excusa, puesto que el PP ya gobernaba en muchas Comunidades Aut¨®nomas: ?acaso ignoraba el pr¨ªncipe lo mujeriego que fue su hermano, si sol¨ªa ir de correr¨ªas con ¨¦l? ?Acaso no sab¨ªa que s¨®lo quedaban ranas?
El estupor de la plebe se transforma en desaz¨®n. Si nuestro pr¨ªncipe omnisciente ignoraba la escasez de princesas, ?ser¨¢ que su sabidur¨ªa no es tan vasta como cre¨ªamos? Y si ¨¦l desconoc¨ªa la situaci¨®n del principado, ?qu¨¦ no ignoraremos nosotros, simples mortales? Y lo que es a¨²n peor: si nuestro pr¨ªncipe omnipotente admite no ser libre en sus decisiones, ?a qu¨¦ libertad podemos aspirar nosotros, el pueblo llano? Y si le son impuestas decisiones absurdas, ?a qu¨¦ no seremos obligados nosotros, sus s¨²bditos? Y si el pr¨ªncipe es impotente, ?c¨®mo confiarle el poder? En un ¨²ltimo intento de engrandecer a su se?or, el pregonero a?ade un dato: el esforzado pr¨ªncipe sigue besando ranas por las esquinas, sacrific¨¢ndose por su pueblo hasta que el prodigio ocurra. Pronto todo ir¨¢ bien. O no, en realidad, las cosas van a ir a peor. Pero luego mejorar¨¢n¡ errr, eso me han dicho. En fin, no hay m¨¢s preguntas, concluye el pregonero.
La plebe ruge. El esfuerzo de comunicaci¨®n ha empeorado las cosas, porque el pr¨ªncipe sigue sin articular una narraci¨®n que legitime sus actos y los dote de sentido. Se puede comunicar con gran fluidez un sinsentido, como estamos viendo, cuando no se ubican en el tiempo las decisiones propias, para que expliquen el pasado y se proyecten hacia el futuro. La explicaci¨®n causal debe constituir un an¨¢lisis cre¨ªble que incluya los errores propios y no tema mencionar fallos estructurales profundos: el sistema financiero, el Estado auton¨®mico, la corrupci¨®n y la opacidad, la incompleta construcci¨®n del euro. En cuanto al futuro, resulta imprescindible dibujarlo para embridar la imaginaci¨®n ciudadana, esa loca de la casa con tendencia a desbordarse. Nada de eso ocurre. El Gobierno se instala en Rub¨¦n Dar¨ªo: ¡°Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto¡±; los ciudadanos se ponen del lado de Miguel Hern¨¢ndez: ¡°Tanto penar para morir seguro¡±.
El acto de comunicaci¨®n desvela el secreto: que no hab¨ªa secreto. Y decreta la impotencia del pr¨ªncipe, por lo que no produce legitimidad, sino que ahonda en su deslegitimaci¨®n. Pese al malentendido generalizado, comunicaci¨®n no equivale a relato: aqu¨¦lla designa lo que se cuenta y ¨¦ste lo que se sabe. El pr¨ªncipe sabe que la rana se convertir¨¢ en princesa, por eso puede legitimar su extravagante acto. El pregonero puede narrarlo porque el pr¨ªncipe puede verlo. Es, en el mejor sentido de la palabra, un visionario. Cuando el pr¨ªncipe no sabe y no ve, puede contar muchas cosas, pero no estar¨¢ tejiendo un relato, sino actuando como un charlat¨¢n.
Irene Lozano es diputada nacional de UPyD y ensayista. Su ¨²ltimo libro publicado es Lecciones para el inconformista aturdido (Debate). Twitter: @lozanoirene
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