El socio indispensable
El ¨¢rea euro-atl¨¢ntica constituye el mayor espacio econ¨®mico del planeta: con el 12% de su poblaci¨®n, acumula m¨¢s de 50% del PIB y el 33% del comercio mundial. Europeos y norteamericanos nos necesitamos mutuamente
Est¨¢ de moda en Estados Unidos hablar de decadencia y eso se refleja en libros recientes de autores tan populares como Fareed Zakaria y Zbigniev Brzezinski. Tras la implosi¨®n sovi¨¦tica que puso fin a un periodo de 50 a?os de equilibrio nuclear forzado por la certeza de una destrucci¨®n mutua asegurada, el fin de siglo parec¨ªa anunciar la hegemon¨ªa indiscutida de Washington en un mundo unipolar. Incluso, con cierta prepotencia, se hablaba del fin de la Historia con el triunfo por goleada de la econom¨ªa de mercado y la democracia liberal ante la carencia de otros modelos con vis atractiva.
Poco dur¨® el espejismo. Si la Europa en la cumbre de su poder colonial fue incapaz de acomodar a una Alemania con pretensiones imperiales y se enzarz¨® en dos guerras mort¨ªferas que pusieron fin a su hegemon¨ªa, ahora Estados Unidos podr¨ªa correr la misma suerte tras desaprovechar la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX y la primera del XXI para asentar un poder que hace apenas 20 a?os nadie parec¨ªa disputarles. Pero en lugar de ello se distrajo meti¨¦ndose en guerras contra un terrorismo sin rostro que son imposibles de ganar y que han sangrado su econom¨ªa. Como dice Robert Cooper, ¡°la ¨²ltima d¨¦cada ha puesto de relieve la debilidad del poder y el fracaso de las reglas¡± en el sentido de que el poder militar no produce influencia pol¨ªtica en ausencia de la legitimidad que otorga la norma. Nadie cree ya que EE UU sea la naci¨®n ¡°escogida por Dios y encargada por la historia para ser un modelo para el mundo¡±, como afirm¨® George W. Bush hace apenas 10 a?os.
Vietnam marc¨® los l¨ªmites del poder imperial en el mundo bipolar. Ahora las experiencias de Irak y de Afganist¨¢n muestran que esos l¨ªmites siguen siendo infranqueables en ausencia de la URSS y ponen de relieve la imposibilidad de escribir la historia en solitario. El estilo de Obama ¡ªque es convicci¨®n a la vez que necesidad¡ª se muestra en la salida de Irak, en el repliegue afgano, en la forma de encarar la crisis libia, en la doble v¨ªa ¡ªdescartada la de la simple contenci¨®n¡ª para enfrentar la nuclearizaci¨®n de Ir¨¢n, o en la enorme prudencia con la que analiza la situaci¨®n siria.
No es que el poder militar americano se debilite en t¨¦rminos absolutos pues con el 4,8% del gasto nacional dedicado a Defensa, Estados Unidos contin¨²a siendo la ¡°naci¨®n indispensable¡± que dec¨ªa Margaret Albright en el sentido de que si no lo pueden hacer todo, al menos nada se puede hacer en su contra y muy dif¨ªcilmente sin su participaci¨®n o luz verde. Pero Washington sabe que necesita apoyos en un mundo interdependiente y globalizado en cuya marcha hay otros pa¨ªses decididos a intervenir, pa¨ªses respaldados por pujantes econom¨ªas, clases medias en imparable crecimiento y una fuerte confianza en su destino que oculta fragilidades no menos ciertas. Son los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sur¨¢frica) que representan m¨¢s de la cuarta parte de la superficie del planeta, el 40% de su poblaci¨®n, el 24% del PNB y el 15% del comercio mundial.
Europa y Estados Unidos se beneficiar¨ªan mucho de la creaci¨®n de una zona de libre cambio
Por eso, Estados Unidos necesitar¨¢ cada vez m¨¢s a Europa. Que Europa necesita a EE<TH>UU es evidente desde hace un siglo cuando la intervenci¨®n americana acab¨® las dos grandes guerras en favor de unas democracias que no las pod¨ªan ganar por s¨ª solas. Una Europa envejecida, sin apenas fuentes de energ¨ªa, hedonista, m¨¢s preocupada ¡°por su seguridad social que por su seguridad nacional¡± (como dice Brzezinski evocando de nuevo la confrontaci¨®n entre Marte y Venus de que nos hablara condescendientemente Robert Kagan hace una d¨¦cada) y en plena crisis econ¨®mica, necesita del m¨²sculo americano para garantizar su propia seguridad como nos han demostrado las sucesivas crisis balc¨¢nicas. Tambi¨¦n voces europeas ¡ªSteiner y Torreblanca¡ª se interrogan sobre nuestra decadencia y la ¡°fragmentaci¨®n del poder europeo¡±. No nos enga?emos, la crisis que atraviesa Europa est¨¢ provocando un cambio estructural y de largo alcance en el reparto mundial del poder y Europa corre el riesgo de quedar al margen de los foros donde se decide la marcha de la Historia. Est¨¢ claro que necesitamos a los americanos, nos guste o no. La alternativa es hundirnos mientras la orquesta sigue tocando, como en el Titanic.
Pero tambi¨¦n los americanos nos necesitan a nosotros, aunque algunos a¨²n no lo sepan, porque tienen que hacer frente a un tiempo a sus problemas econ¨®micos internos (que se agravar¨¢n si empeoran los de Europa), a un sin fin de crisis regionales irresueltas (desde Ir¨¢n hasta Corea, pasando por Siria, Oriente Medio y el ¡°despertar ¨¢rabe¡±), a problemas globales como la proliferaci¨®n o el calentamiento del planeta, al logro de un acomodo con una Rusia crecientemente nacionalista y a la emergencia de China como gran potencia, algo que merece un comentario especial porque ning¨²n gran pa¨ªs ha entrado en el escenario de la Historia con ambici¨®n protagonista sin afectar a los intereses de los actores que ya estaban en ¨¦l y eso es algo que est¨¢ comenzando a suceder a pesar de la exquisita prudencia de los dirigentes chinos con sus pol¨ªticas de ¡°despertar pac¨ªfico¡± y de ¡°armon¨ªa global¡±. Para enfrentar todos esos escenarios los americanos necesitan a Europa.
Uno de los fracasos de la diplomacia occidental de los ¨²ltimos a?os es no haber sabido encontrar un encaje geopol¨ªtico y securitario a la Rusia postsovi¨¦tica, pa¨ªs con un liderazgo conocido y con una sociedad en cambio acelerado, y este es otro de los campos en que europeos y americanos podemos trabajar juntos pues si para Washington Rusia es un problema estrat¨¦gico, para Europa es adem¨¢s una cuesti¨®n de vecindad reforzada por ingentes suministros energ¨¦ticos.
Debemos reforzar nuestra integraci¨®n pol¨ªtica para hablar hacia el exterior con una sola voz
El ¨¢rea euro-atl¨¢ntica constituye el mayor espacio econ¨®mico del planeta: con el 12% de su poblaci¨®n, acumula m¨¢s de 50% del PIB y el 33% del comercio mundial, sumando intercambios de tres billones de euros que dan empleo a 14 millones de personas. Hay tanta inversi¨®n norteamericana en Alemania como en China, Brasil, India y Rep¨²blica Sudafricana juntos. Los americanos han invertido en Irlanda el doble que en China y en Brasil la mitad que en Espa?a y, por eso, europeos y norteamericanos nos beneficiar¨ªamos mucho de la supresi¨®n de tarifas arancelarias y de la mayor homologaci¨®n regulatoria que implicar¨ªa la creaci¨®n de una zona de libre cambio en la cuenca atl¨¢ntica.
Europa y Norteam¨¦rica han formado la m¨¢s formidable alianza defensiva de la historia ¡ªla OTAN¡ª que muestra vitalidad y capacidad de adaptaci¨®n a un mundo en r¨¢pido cambio y por eso sigue habiendo pa¨ªses que siguen deseando guarecerse bajo su paraguas protector mientras extiende sus competencias a nuevas ¨¢reas geogr¨¢ficas (Afganist¨¢n) y nuevos retos (ciberseguridad). Estados Unidos no se desenganchar¨¢ de la OTAN pero reducir¨¢ su presencia militar en nuestro continente y ello nos exigir¨¢ un mayor compromiso con nuestra propia defensa.
Pero, por encima de todo, Europa y Estados Unidos aportan hoy conjuntamente el 80% de la ayuda mundial al desarrollo y comparten unos valores que no son necesariamente los de las potencias emergentes, herederas de otras tradiciones culturales que fueron arrinconadas durante el apogeo del colonialismo. La primac¨ªa del grupo sobre el individuo, el sentido confuciano de la autoridad, el papel de la mujer en algunas sociedades son algunos ejemplos claros. Nuestros valores, bueno es se?alarlo, son compartidos por los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina a los que habr¨¢ que incorporar un d¨ªa al proyecto trasatl¨¢ntico. Si creemos en principios como el buen gobierno, el imperio de la ley, la democracia participativa, la igualdad de g¨¦nero, la libertad de expresi¨®n, los derechos humanos, la econom¨ªa de mercado...mejor que nos preparemos a defenderlos porque no todos hoy en el mundo piensan igual y crece a diario el peso econ¨®mico y pol¨ªtico de los que los matizan o que tienen distintas concepciones sobre ellos.
De manera que si Estados Unidos sigue hoy siendo ¡°la naci¨®n indispensable¡± tambi¨¦n Europa puede ser el ¡°socio indispensable¡± que Washington precisa para defender una cosmovisi¨®n que se bate en retirada a principios del siglo XXI ante el ascenso imparable de otros actores y otros valores. Los americanos nos necesitar¨¢n como compa?eros en esas trincheras porque no encontrar¨¢n a otros. Pero para ello es preciso que antes solucionemos nuestros problemas econ¨®micos y reforcemos nuestra integraci¨®n pol¨ªtica para hablar hacia el exterior con una sola voz. Mientras eso no suceda los americanos seguir¨¢n sin ¡°ver¡± a Europa y continuar¨¢n tratando bilateralmente con Berl¨ªn, Londres y Par¨ªs, como ocurre ahora.
Jorge Dezcallar es embajador de Espa?a. Hasta ayer lo fue en Estados Unidos.
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