Espa?a ha muerto, larga vida a Espa?a
El actual reparto en comunidades aut¨®nomas no sirve como base para una distribuci¨®n territorial que funcione
He le¨ªdo con inter¨¦s el art¨ªculo que el profesor L¨®pez Garc¨ªa-Molins publicaba en este diario el pasado d¨ªa 9 de mayo (Delenda est Hispania?, EL PA?S, 9 de mayo de 2012). Las opiniones federalistas del autor son compartidas por un n¨²mero cada vez mayor de personas, entre las que me encuentro. Creo que un federalismo aut¨¦ntico es el modelo pol¨ªtico natural para Espa?a, dada nuestra historia y nuestras peculiaridades culturales. Y me parece obvio que el actual reparto en comunidades aut¨®nomas no sirve como base para una distribuci¨®n territorial que funcione. Por ejemplo, el troceado del viejo reino de Castilla en cinco comunidades aut¨®nomas puestas en pie de igualdad con todas las restantes desvirt¨²a al sistema en su conjunto. Ser¨ªa necesario, por lo tanto, y como condici¨®n previa a una efectiva federalizaci¨®n, proponer una reordenaci¨®n territorial coherente del pa¨ªs. En este art¨ªculo pretendo se?alar los problemas a los que esta reordenaci¨®n se enfrentar¨ªa.
Dejar¨¦ claros de partida mis presupuestos. En un Estado federal el poder pol¨ªtico est¨¢ estructurado territorialmente. Los diferentes Estados federados tienen voz en tanto que tales, y por medios diversos, en la pol¨ªtica global del pa¨ªs. Pues bien, para que esta voz tenga una legitimidad ha de estar asociada a una organizaci¨®n territorial que tenga una entidad mayor que la de una mera divisi¨®n administrativa. Llamo naciones a estas divisiones territoriales, y en definitiva, propugno que los Estados que compongan una Espa?a federal tengan un car¨¢cter nacional.
Me lo he pesado mucho antes de emplear los t¨¦rminos ¡®naci¨®n¡¯ y ¡®nacional¡¯, porque, no har¨¢ falta decirlo, marcan el campo sem¨¢ntico m¨¢s envenenado de de nuestro l¨¦xico pol¨ªtico. Muchos espa?oles sentimos una prevenci¨®n instintiva hacia la palabra ¡®naci¨®n¡¯. No me refiero aqu¨ª, obviamente, a los que sufren cortes de digesti¨®n cuando oyen hablar de una nacionalidad catalana porque desde su perspectiva s¨®lo existe una naci¨®n en Espa?a, que es la espa?ola. ?stos est¨¢n imposibilitados de partida para razonar en t¨¦rminos federales. Para ellos, establecer una estrategia pol¨ªtica basada en una de las partes del pa¨ªs, o incluso pensar Espa?a desde una de estas partes, es incompatible con buscar el bien com¨²n. Es por esta raz¨®n que no me he preocupado de buscar un sin¨®nimo menos agresivo de ¡®naci¨®n¡¯: los que sientan aversi¨®n a la idea de la existencia de varias naciones en Espa?a rechazar¨¢n de partida una efectiva federalizaci¨®n de pa¨ªs; y los que est¨¦n dispuestos a aceptar una l¨®gica federal seguro que no encuentran nada ofensivo en la idea de que, por ejemplo, Castilla o Andaluc¨ªa sean naciones.
Aparte de los centralistas m¨¢s recalcitrantes, algunos nacionalistas vascos o catalanes (y tal vez tambi¨¦n gallegos) puede que sientan rechazo ante esta extensi¨®n del uso del t¨¦rmino naci¨®n. ?C¨®mo puede ser que Castilla, o Asturias, sean tan naciones como Catalu?a? Pues bien, s¨ª, eso es precisamente lo que afirmo. Una cosa es el sentimiento nacional, y otra el hecho, casi dir¨ªa que objetivo, de la personalidad hist¨®rica y cultural de ciertas regiones espa?olas. Y esto al margen de las consecuencias pol¨ªticas que se pueda querer extraer de esta personalidad.
Un federalismo aut¨¦ntico es el modelo pol¨ªtico natural para Espa?a
La palabra ¡®naci¨®n¡¯ se puede emplear de modos muy diversos, con consecuencias muy diferentes en cada caso. Yo propongo que para clarificar el debate tomemos una definici¨®n de m¨ªnimos. Propongo que llamemos naci¨®n a un territorio que cumpla con un triple requisito de coherencia: una coherencia geogr¨¢fica, una coherencia cultural, y una coherencia hist¨®rica. La coherencia geogr¨¢fica parece obvia. Por ejemplo, los archipi¨¦lagos, o las ciudades aut¨®nomas, tienen una entidad propia que nadie duda en base primordialmente a sus peculiaridades geogr¨¢ficas. A continuaci¨®n, una coherencia cultural e hist¨®rica. La lengua juega un papel muy importante aqu¨ª, pero no es el ¨²nico factor relevante. Por ejemplo, Cantabria, a pesar de su diversidad geogr¨¢fica con otras tierras de Castilla, es hist¨®rica y culturalmente castellana, se pongan como se pongan los regionalistas de esta provincia. Y de igual modo, el que niegue el hecho nacional catal¨¢n es que no sabe nada en absoluto de historia.
Pues bien, atendiendo a estos tres criterios, con diferente peso de cada uno de ellos en cada caso, una Espa?a federal podr¨ªa constar de los siguientes Estados: Galicia, Asturias, Castilla, Pa¨ªs Vasco, Navarra, Arag¨®n, Catalu?a, Islas Baleares, Pa¨ªs Valenciano, Murcia, Andaluc¨ªa, Extremadura, Le¨®n, Islas Canarias, Ceuta y Melilla. Seguro que muchos han alzado las cejas ante esta divisi¨®n, pero les propongo que la revisen, y que vean que tiene bastante l¨®gica. Desde luego que hay algunos aspectos discutibles (p.ej., la separaci¨®n entre el Pa¨ªs Vasco y Navarra, o entre los diferentes Estados de la antigua Corona de Arag¨®n). Obviamente toda divisi¨®n tiene un punto de arbitrariedad, pero creo que las cuestiones que se plantear¨ªan ser¨ªan f¨¢cilmente dirimibles. Pues bien, llegados a este punto empezar¨ªan los problemas.
El primero, y uno bastante serio, ser¨ªa la resistencia de las castas pol¨ªticas regionales que se han ido formando al calor del sistema auton¨®mico. Los partidos pol¨ªticos han desarrollado unas estructuras regionales muy densas, de las que viven, literalmente, centenares de cuadros medios y de empleados. Aparte de esta masa de pol¨ªticos de bajo perfil, no hay que olvidar que estas autonom¨ªas son el escenario perfecto para l¨ªderes que en un contexto m¨¢s amplio dif¨ªcilmente habr¨ªan destacado. Estoy pensando sobre todo, en algunos personajes de la pol¨ªtica c¨¢ntabra, madrile?a o castellano-manchega, pero seguro que en cada comunidad aut¨®noma hay ejemplos de sobra. Pues bien, es de esperar que estas castas pol¨ªticas ofrezcan todo tipo de resistencias a la federalizaci¨®n. El ecosistema al que se han adaptado desaparecer¨ªa, y para ellos esto supone una amenaza en un sentido muy real.
La federalizaci¨®n tiene como requisito previo que las provincias reflejen realmente los l¨ªmites de cada una de las naciones
Aparte, aunque creo que este problema es mucho menor que el anterior, en algunas comunidades aut¨®nomas se ha ido creando un sentimiento regional, alimentado desde la clase pol¨ªtica que mencion¨¢bamos antes. Creo que estos sentimientos son tan artificiales, y han sido fomentados durante tan poco tiempo, que desaparecer¨ªan en cuanto se los dejase de alimentar.
Hay otra cuesti¨®n que surgir¨ªa con el nuevo Estado federal. Algunos de los Estados, como Castilla, o como una eventual confederaci¨®n de las comunidades de la antigua Corona de Arag¨®n, ser¨ªan tan grandes que se correr¨ªa el peligro de caer en ellos en un nuevo centralismo. Puede que para muchos esto no sea un problema, pero otros, entre los que me encuentro, ser¨ªamos partidarios de un modelo descentralizado dentro de cada Estado. Sea como sea, la federalizaci¨®n ha de venir acompa?ada de decisiones sobre la estructura de la administraci¨®n local dentro de cada Estado, y esto, sin duda, provocar¨¢ tensiones muy fuertes.
Hay un tercer problema, ¨¦ste particularmente espinoso. Actualmente un municipio puede solicitar su secesi¨®n de una provincia para unirse a otra. Pues bien, en un pa¨ªs federal en el que los Estados tengan entidad nacional, estos ¡°saltos¡± son cuestiones muy delicadas, puesto que suponen nada menos que una elecci¨®n de naci¨®n. De hecho, se vienen produciendo disfunciones de este tipo desde el mismo nacimiento del Estado auton¨®mico. Una muy clara es la del Condado de Trevi?o, que es reclamado por todos los partidos vascos (una reclamaci¨®n que, no har¨¢ falta decirlo los castellanos rechazamos de plano). Otro ejemplo es el de la situaci¨®n de la comarca de Utiel y Requena, y seguro que hay muchos otros casos. La cuesti¨®n no es trivial. Pong¨¢monos el caso de Utiel y Requena. ?Qu¨¦ papel jugar¨ªa esta comarca, netamente castellana, en una eventual Naci¨®n Valenciana (por no hablar de unos Pa?sos Catalans)? ?Se deber¨ªa imponer el uso del valenciano en ella, donde nunca ha sido hablado? En definitiva, la federalizaci¨®n tiene como requisito previo que las provincias reflejen realmente (o al menos m¨¢s realmente de lo que ahora lo hacen) los l¨ªmites de cada una de las naciones. Pues bien, ?qui¨¦n abre este mel¨®n?
Pedro J. S¨¢nchez G¨®mez. Departamento de Did¨¢ctica de las Ciencias Experimentales. Universidad Complutense de Madrid.
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