Un poder cuestionado
El ¨®rgano de gobierno de los jueces cierra en falso la crisis causada por los gastos de D¨ªvar
El presidente del Consejo del Poder Judicial, Carlos D¨ªvar, ten¨ªa dos opciones dignas: explicar de forma convincente el uso de dinero p¨²blico en viajes privados o desmentirlo de ra¨ªz. No hizo ni una cosa ni otra en el ¨²ltimo pleno celebrado por este organismo. Se atrincher¨® en el silencio sobre las razones por las que carg¨® al erario casi 13.000 euros de gastos derivados de 20 largos fines de semana en Puerto Ban¨²s ¡ªm¨¢s el coste de los servicios de seguridad desplegados¡ª, con el argumento de que sus actividades son "reservadas", y excluy¨® la dimisi¨®n. Se completa as¨ª el carpetazo a una denuncia del vocal Jos¨¦ Manuel G¨®mez Ben¨ªtez, abierta y cerrada por la Fiscal¨ªa del Estado casi de inmediato, sin haber investigado los motivos de tales gastos.
La fractura del Consejo entre los cinco vocales que ped¨ªan la renuncia de D¨ªvar, los siete que solicitaban la dimisi¨®n del mensajero ¡ªG¨®mez Ben¨ªtez, a la saz¨®n¡ª y los que no se pronunciaban por una cosa ni por la otra proporciona un espect¨¢culo bochornoso para la ciudadan¨ªa, que asiste al cierre en falso de la crisis sobrevenida en este ¨®rgano constitucional.
Desde 1985, las C¨¢maras parlamentarias nombran a todos los miembros del Consejo del Poder Judicial. Ya es largo el debate sobre la mengua de profesionalidad, imparcialidad e independencia que implica el alineamiento de sus miembros en funci¨®n del partido pol¨ªtico que les propone, lo mismo que se sabe de las cuentas pendientes entre ellos. La designaci¨®n del propio D¨ªvar, en 2008, fue fruto de una decisi¨®n del anterior jefe del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, que cont¨® con el apoyo de Mariano Rajoy.
Pero gastarse injustificadamente el dinero de los ciudadanos no es consecuencia de la politizaci¨®n de la justicia, sino de creer que es posible situarse por encima del bien y del mal. Nos hemos enterado de las semanas caribe?as practicadas por el presidente del Poder Judicial y del Supremo, lo mismo que de la costumbre de gastar dinero sin justificarlo por parte de otros miembros del ¨®rgano de gobierno de los jueces. Adem¨¢s de discutir la mejor forma de elegirlos, hay que asegurarse de que las altas autoridades de este pa¨ªs dejan de agujerear alegremente la bolsa com¨²n. Es lo menos que pueden pedir los ciudadanos llamados a enjugar los desfases del sistema financiero y de las Administraciones p¨²blicas.
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