Ca?as y tapas
Es de agradecer que la semana pasada, en el Financial Times, el escritor Harry Eyres se marcara un art¨ªculo que bajo el t¨ªtulo "Maestros del arte de vivir" daba cuenta de las bondades de nuestro pa¨ªs
?Cada vez que la prensa espa?ola se hace eco de lo que la internacional cuenta de nuestro pa¨ªs los lectores aceptamos esas piezas de informaci¨®n con la cabeza gacha, como los ni?os de antes ofrec¨ªan la nuca para recibir una colleja. Pero es de justicia dejar constancia de otras columnas en las que se reconoce algo positivo de este pa¨ªs diariamente cuestionado. Falta nos hace. Porque si primero fue la crisis internacional, luego la explosi¨®n de nuestra burbuja, m¨¢s tarde nuestra propia crisis financiera y, en los ¨²ltimos tiempos, la amenaza constante del rescate, ahora lo que padecemos, superando incluso los elevados ¨ªndices de la prima de riesgo, es una especie de des¨¢nimo colectivo, una suerte de gripe suave pero constante que no nos deja postrados en la cama pero s¨ª faltos de fuerzas para imaginar una luz al final del t¨²nel. As¨ª que es de agradecer que la semana pasada, en el Financial Times, el escritor Harry Eyres se marcara un art¨ªculo que bajo el t¨ªtulo Maestros del arte de vivir daba cuenta de las bondades de nuestro pa¨ªs. Hac¨ªa un repaso por la historia reciente, resum¨ªa con buen tino nuestra joven singladura democr¨¢tica, alababa la vitalidad callejera, y destacaba, por encima de errores y corruptelas, la hospitalidad de la gente y la facilidad con la que un extranjero puede entablar relaciones de amistad. Reivindicaba, en suma, el gusto de vivir que se impone a las estrecheces econ¨®micas. A m¨ª no me qued¨® m¨¢s remedio que darle la raz¨®n cuando, de vuelta en mi ciudad, me di un garbeo por Chueca y comprob¨¦ que el pueblo soberano sigue dando cuenta de ca?as y tapas. Una actividad l¨²dica que no nos hace menos trabajadores, como podr¨ªa temer el due?o de Mercadona -que parece mentira que sea tan cenizo con lo que nos gustan sus cremas y sus galletas-, sino que evita que la alegr¨ªa se nos quede en n¨²meros rojos.
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