Justin Bieber y el arte de rentabilizar la edad del pavo
La habitual revoluci¨®n que acompa?a cada visita a Madrid de la estrella adolescente no ocult¨® esta vez su creciente anhelo: conquistar al p¨²blico masculino
Sol¨ªa ser m¨¢s f¨¢cil descri?bir a Justin Bieber. La ¨²nica nueva megaestrella masculina del pop de estos tres ¨²ltimos a?os pod¨ªa delinearse a trav¨¦s de las cosas que la convert¨ªan en una figura polarizante de necesidad: su corta edad, sus canciones pegadizas destinadas a un consumo adolescente y, en fin, la ubicuidad que le hab¨ªa conferido un ¨¦xito global desaforado. Todos estos factores seguir¨¢n o no siendo motivo de debate entre fans y detractores, pero los bandos ya est¨¢n formados. Tal vez sorprenda el hecho de que la revista Forbes lo considere la tercera persona m¨¢s influyente del mundo, pero no el porqu¨¦.
Justin Bieber no es la novedad que era. Estuvo en Madrid este lunes para promocionar su segundo disco, Believe. Es la primera vez que se pronuncia, musicalmente hablando, desde que es el mayor fen¨®meno comercial de lo que va de siglo. Hasta ahora ha ido tirando de aquel primer ¨¢lbum y de aquella imagen que de 2009 en adelante le convirti¨® a los 15 a?os en un ¨ªdolo adolescente de proporciones mesi¨¢nicas. Ya que su imagen p¨²blica est¨¢ sujeta a las ideas que pretende vender su m¨²sica, ?permitir¨¢ el fen¨®meno reflejar los trascendentales cambios de un chaval entre los 15 y los 18?
¡°El disco es m¨¢s maduro, m¨¢s adulto, m¨¢s yo. Pero no mucho m¨¢s¡±, alerta ¨¦l, en una suite del madrile?o hotel Villamagna. ¡°No quiero ser muy diferente. Quiero seguir siendo Justin Bieber¡±. Su f¨ªsico parece expresar un deseo parecido: a sus 18 a?os ha alcanzado el metro setenta de estatura (metro setenta y tres si se cuenta el tup¨¦ que sustituye estos d¨ªas al ic¨®nico flequillo que se cort¨® el a?o pasado), pero no por ello aparenta ser el adulto que t¨¦cnicamente es desde su cumplea?os el pasado marzo. M¨¢s alto, puede. Su rostro imberbe, algo m¨¢s alargado. El peso de ser ¨¦l sigue recayendo sobre dos hombros separados por una veintena de cent¨ªmetros.
El disco es m¨¢s maduro, pero no mucho m¨¢s. Quiero seguir siendo Justin Bieber¡±
La idea no parece ser reinventar al muchacho que ha vendido 15 millones de discos, sino expandirlo. ¡°Quiero m¨¢s fans hombres y de mayor edad. Por eso en Believe trabajo con gente [raperos multiventas] como Nicki Minaj, Drake o Big Sean, porque quiero ese tipo de fans y as¨ª escuchar¨¢n mi m¨²sica¡±, discurre. Para las mentes perversas, esto obedecer¨¢ a un calculado intento de darle ox¨ªgeno al fen¨®meno, para que este no muera cuando el prototipo de belieber actual (fan de entre 13 y 16 a?os) supere la adolescencia. Para otros, ser¨ªa un ejercicio de transparencia, una forma de sintonizar su m¨²sica con la b¨²squeda de credibilidad que obsesiona a tantos chicos de su edad.
Se puede elucubrar sobre cu¨¢l de estas dos teor¨ªas es m¨¢s veraz, pero lo cierto es que ambas tienen el mismo efecto: facilitan mucho la tarea de criticar al cantante. Tanto si su ¨¦xito obedece a una silenciosa pero efectiva maquinaria de marketing como si se debe a su talento, lo curioso es que Bieber se ha esmerado en ocultar todo esfuerzo por estar donde est¨¢. Le gusta fantasear con crecer como su admirado Michael Jackson, ganando prestigio con los a?os. Pero adolece de una historia infinitamente m¨¢s disneyficada que la del Rey del pop: es el ni?o llamado a triunfar por aclamaci¨®n popular, porque as¨ª lo decidieron los usuarios de YouTube; el que da de comer a su comprensiva familia. Se le vincula sentimentalmente con otra estrella del pop adolescente, Selena Gomez, en una relaci¨®n carente de esc¨¢ndalos. Sus mayores problemas hasta la fecha consisten en haber agredido a un paparazi el mes pasado y haber demandado, con ¨¦xito, a una mujer que en 2011 asegur¨® llevar un hijo suyo. En Navidad sac¨® un disco de villancicos. Si pretende ganarse a un p¨²blico que valora a artistas m¨¢s osados, podr¨ªa ser un problema.
¡°Intento cambiar eso con la m¨²sica¡±, cuenta. ¡°Haciendo canciones un poco m¨¢s adultas para que te escuche otra gente. Si les gusta tu canci¨®n, les gustas t¨²¡±. Aqu¨ª vuelve a caminar la fina l¨ªnea entre el marketing y la arrogancia adolescente. Su concepto de m¨²sica adulta es beber m¨¢s del rap que del pop. Cuando se distrae en la entrevista, usa jerga tradicionalmente asociada a los negros de las urbes m¨¢s desfavorecidas de Estados Unidos. Lo cual, all¨ª, es t¨ªpico de un adolescente suburbano blanco con ganas de impostar un tono duro y callejero. No es, desde luego, el acento de su Canad¨¢ natal ni el de Calabasas, el exclusivo barrio de Los ?ngeles donde acaba de comprarse una mansi¨®n de unos seis millones de d¨®lares.
Tampoco parece muy adecuado para quien es uno de los pocos baluartes del fen¨®meno fan en la m¨²sica actual. Nadie como ¨¦l puede lograr que 500 personas, chicas en su mayor¨ªa, se agolpen a las puertas de los estudios de El hormiguero (Antena 3) durante un lunes como el pasado porque ¨¦l va a ir de invitado. Y que, en el plat¨®, el centenar de beliebers elegidas estallen en una agud¨ªsima sinfon¨ªa de proclamas en plan ¡°?Me quiero morir!¡± o ¡°?Me ha mirado!¡±. ¡°Cien afortunadas¡±, matiza Alexandra, una de las encargadas de lidiar con las 62.000 peticiones para estar all¨ª. ¡°Durante meses ha sido colgar el tel¨¦fono y que volviera a sonar¡±. El presentador del programa, Pablo Motos, recuerda que cada una de las tres veces que ha tenido a Bieber de invitado ¡°hemos tenido que trabajar con el runr¨²n de la multitud a nuestras puertas¡±.
Fantasea con crecer como su admirado Michael Jackson, pero adolece de una historia infinitamente m¨¢s 'disneyficada'
Las que le reciben lo hacen con una descarga cat¨¢rtica similar a la de un gol para un hincha de f¨²tbol. La que ¨¦l lleva recibiendo ininterrumpidamente los ¨²ltimos tres a?os. En la calle, el s¨ªmil se agrava. Quienes no han podido entrar vuelven al metro de Suanzes en silencio y entre l¨¢grimas. No es justo, coinciden, est¨¢ todo ama?ado. Las otras parecen haber ganado el partido. Comentan las mejores jugadas y tratan de asimilar la experiencia. ¡°A m¨ª me da igual que cambie, que sea ni?o o que lleve tup¨¦¡±, explica Beatriz Trobo, madrile?a de 16 a?os, flamante miembro del equipo triunfal. ¡°Es c¨®mo nos cuida. C¨®mo sabe que si nos mira a los ojos nos da la vida. Por eso merece la pena venir a verlo¡±. Y tal vez por eso, porque importa la forma y no el contenido, da igual que lo haga por exigencias del marketing, por ego o porque sencillamente no tiene otro concepto de rutina.
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