La credibilidad de dos presidentes
La brutalidad de la crisis ha hecho mella en todos los Gobiernos que se han enfrentado a ella. Zapatero lleg¨® a aguantar incluso negando largo tiempo su existencia. Los mensajes de Rajoy no han resistido ni unas horas
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A Zapatero le cost¨® caro negar la crisis ¡ªsolo una peque?a, y seguro que breve, desactivaci¨®n¡ª llegando a calificar al sistema financiero espa?ol, acometida ya con ¨¦xito la reforma bancaria, como uno de los m¨¢s s¨®lidos del mundo. El mayor precio, sin embargo, lo pagamos los espa?oles, al no haber tomado a tiempo las medidas pertinentes.
A pesar de que en las elecciones de marzo del 2008 la oposici¨®n hubiese basado su campa?a en mostrar que el presidente ment¨ªa, tanto al negar la crisis ¡ª?recuerdan el duelo televisivo entre Solbes y Pizarro?¡ª como en que no se estuviese negociando con ETA, el PSOE aument¨® sus esca?os. Y sigui¨® negando, aunque cada vez con menor ¨ªmpetu, hasta que la crisis le explot¨® en las manos.
?C¨®mo se explica que cuando ya hab¨ªa estallado la burbuja inmobiliaria Zapatero negase con tal convicci¨®n la evidencia, y sobre todo que, a juzgar por los resultados electorales y las encuestas posteriores, una buena parte de la poblaci¨®n le creyera?
Descarto la explicaci¨®n m¨¢s com¨²n de dar por supuesto un cinismo sin escr¨²pulos en los pol¨ªticos y la estupidez m¨¢s roma en la gente. M¨¢s veros¨ªmil me parece que la clase pol¨ªtica y la poblaci¨®n en general compartiesen la opini¨®n entonces dominante de que dejar a los agentes econ¨®micos, y en particular a los financieros, moverse sin cortapisas ni obst¨¢culos, aportaba crecimiento y bienestar para todos.
Que la econom¨ªa capitalista es la ¨²nica racional y operativa es un dogma indiscutible; de ah¨ª que haya que tomar muy en cuenta lo que digan los economistas, la nueva casta sacerdotal que sabe c¨®mo la mayor parte de la poblaci¨®n llegue a disfrutar de un nivel de vida cada vez m¨¢s alto, creando los puestos de trabajo que reemplacen a los que destruyen el avance tecnol¨®gico y la competencia global.
Cuando el discurso oficial se queda sin fuerza las instituciones de repente se descubren desnudas
El que se salga de la corriente principal y se atreva a proponer pol¨ªticas alternativas se autoexcluye de la clase pol¨ªtica mayoritaria. No faltaron avisos de lo que se nos ven¨ªa encima, pero proven¨ªan de personas sin acceso a las zonas cercanas al poder y, en consecuencia, pasaron inadvertidos. Tambi¨¦n el cient¨ªfico social que desentone de las ideas dominantes tiene altas probabilidades de quedar al margen de la comunidad cient¨ªfica, sin alcanzar las posiciones acad¨¦micas que respalden las opiniones que manifieste.
Desde los tiempos de Reagan y Thatcher, se impone cada vez con mayor fuerza la idea de que, si los mercados act¨²an sin cortapisas ni controles estatales, la econom¨ªa crece a un buen ritmo. Un economista, Alan Greenspan, a la cabeza de la Reserva Federal, durante 18 a?os, de 1987 al 2006, bajo cuatro presidentes, tres republicanos y uno dem¨®crata, marca la pol¨ªtica financiera, eliminando al m¨¢ximo los controles y manteniendo intereses bajos. Esto trajo consigo una rapid¨ªsima expansi¨®n del sector financiero que adem¨¢s de proporcionar enormes ganancias a una elite, aprovecha tambi¨¦n a los de abajo que, aunque cada vez m¨¢s endeudados con hipotecas y cr¨¦ditos, pueden disfrutar de un mayor consumo.
Aunque en teor¨ªa se sepa que un d¨ªa estallar¨¢, en los momentos de expansi¨®n que preceden a la crisis nadie quiere descabalgarse antes de tiempo, perdiendo la oportunidad de seguir ganando dinero. Mientras los beneficios sean altos, el capital fluye, porque, aunque se perciban los s¨ªntomas de la crisis, cada cual espera que resistir¨¢ al crack, ampliando las ganancias.
Adem¨¢s, en tiempos de las vacas gordas, al atribuirse el origen del bienestar, los gobiernos ganan elecciones, y la gente tolera la corrupci¨®n de los de arriba, porque los de abajo se ama?an tambi¨¦n para sacar partido. De la econom¨ªa sumergida se benefician los empresarios que no podr¨ªan subsistir respetando las leyes, pero tambi¨¦n los trabajadores, que con todos sus inconvenientes, es mejor que el paro.
?Alguien cree que en tal coyuntura ¡ªpi¨¦nsese en el dinero que reparte el boom inmobiliario hasta el 2008¡ª puede haber un Gobierno, no importa si del PP, o del PSOE, que se atreva a cuestionar las bondades del capitalismo financiero, y cumplir con la obligaci¨®n legal de controlar un proceso que est¨¢ dando tan magn¨ªficos resultados? ?C¨®mo no seguir los consejos de los economistas m¨¢s prestigiosos que por activa y por pasiva remachan que la fuente de la abundancia es un mercado que act¨²e sin cortapisas?
Pues s¨ª, hay un ilustre economista que en estas mismas p¨¢ginas ha echado la culpa del desastre, no a las gentes de su gremio que ensalzaron la libertad de los mercados como la ¨²ltima expresi¨®n de la racionalidad econ¨®mica, ni a los que se aprovecharon de esta bacanal para ganar dinero en grandes cantidades; la culpa es de los pol¨ªticos que convencidos, los pobres, de que cualquier intervenci¨®n podr¨ªa atenuar, incluso paralizar proceso tan exitoso, no cumplieron con la obligaci¨®n legal de vigilar los mercados. Y lo m¨¢s grave es que, si hoy se exigiese t¨ªmidamente un m¨ªnimo control, comprobar¨ªamos que, globalizados los mercados financieros, ni siquiera la Uni¨®n Europea estar¨ªa en condiciones de hacerlo.
No se trata de librar a los pol¨ªticos de la parte de responsabilidad que sin duda les corresponde, sino de no exculpar a los agentes sociales ¡ªfinancieros y profesionales¡ª de sus graves fallos y falsedades, justificando as¨ª que se vayan de rositas, sin pagar el menor precio por sus acciones y opiniones, dispuestos a continuar por una senda que en los buenos tiempos les permite acumular enormes ganancias, y en los de crisis descargar las deudas sobre la mayor parte de la poblaci¨®n, aprovechando adem¨¢s la crisis para seguir ganando dinero.
La protesta social aumentar¨¢ y traer¨¢ consigo una polarizaci¨®n hacia los extremos
El domingo 10 de junio, en una entrevista televisada en directo, el presidente Rajoy, con el aspecto desolado de anunciar la muerte de un ser querido, comunica a los espa?oles el gran ¨¦xito personal de haber evitado el rescate de la econom¨ªa espa?ola, gracias a haber negociado, a iniciativa propia, ¡°una l¨ªnea de cr¨¦dito¡± para la banca espa?ola de 100.000 millones de euros. Insiste repetidamente en que el apoyo es a los bancos, entidades privadas que pagar¨¢n los intereses pertinentes, sin que esto afecte a la deuda soberana, ni a los espa?oles les vaya a costar un c¨¦ntimo.
Sean los que fueren los recovecos por los que ha pasado la comunicaci¨®n televisiva del presidente, ahora me importa tan solo poner ¨¦nfasis en el cambio que se ha producido en la percepci¨®n social de las manifestaciones presidenciales. Zapatero gan¨® las elecciones del 2008 y resisti¨® largo tiempo negando la crisis, porque, perdone el lector mi ingenuidad, crey¨® demasiado tiempo en lo que le dec¨ªan economistas y banqueros.
En cambio, cuando la crisis nos agarrota por todos los costados, las manifestaciones de Rajoy no han aguantado ni unas horas. Despu¨¦s de fuertes presiones de Bruselas, nada de una iniciativa personal, Espa?a se ha visto obligada a solicitar una ayuda que, en vez de disipar el riesgo de un rescate, lo aument¨® considerablemente, como de inmediato puso de manifiesto la reacci¨®n de los mercados.
Cuando las cosas no van tan mal la mayor¨ªa propende a creer en las ideas dominantes que legitiman el orden establecido. Cuando la tormenta arrecia, el discurso oficial se queda sin fuerza y cada vez son m¨¢s los que cuestionan el orden socioecon¨®mico establecido. No es casual que sea entonces cuando las instituciones, que siguen comport¨¢ndose como lo hicieron en tiempos de bonanza, de repente se descubran desnudas: la Monarqu¨ªa se resiente de la maldita cacer¨ªa y de los negocios de Undargarin; el Consejo del Poder Judicial llega a sus m¨ªnimos por el comportamiento de su presidente y sobre todo por el de los consejeros que le cubren; el Parlamento desaparece, aplastado por la mayor¨ªa del PP que impide cualquier debate.
Esta situaci¨®n prevalecer¨¢ en los pr¨®ximos meses, tal vez a?os: una protesta social en constante aumento ¡ªla reacci¨®n violenta de los mineros asturianoleoneses es un primer anticipo¡ª al que responder¨¢ el Estado con mayor represi¨®n, y que traer¨¢ consigo una polarizaci¨®n hacia los extremos.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
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