Europa, es urgente
La crisis ha dejado al descubierto una falta de liderazgo y gobernantes carentes de visi¨®n europea
En este art¨ªculo no figuran palabras como ¡°d¨¦ficit¡± o ¡°eurobonos¡±, y sin embargo versa sobre la cumbre europea de esta semana. La confusi¨®n nos ha convencido de que todos nuestros problemas se solucionar¨¢n mediante instrumentos financieros de siglas extravagantes, pero la urgencia tiene car¨¢cter pol¨ªtico.
La cuesti¨®n es sencilla y al mismo tiempo tiene una enjundia abismal. Durante d¨¦cadas, la UE ha ensayado f¨®rmulas para lograr la convivencia de dos soberan¨ªas: la de los Estados y la de las instituciones europeas. Todo consist¨ªa en que los Estados miembros fueran cediendo soberan¨ªa para tomar decisiones conjuntas, pero sin que los titulares primigenios de la soberan¨ªa dejaran de ser los Estados. Como soluci¨®n temporal, se llev¨® hasta el l¨ªmite con el euro, pues se decidi¨® depositar la soberan¨ªa monetaria en una instituci¨®n com¨²n, mientras la fiscal o la de supervisi¨®n bancaria permanec¨ªan en el nivel nacional. As¨ª se alumbr¨® algo in¨¦dito y, por primera vez en la historia, un grupo de pa¨ªses ha compartido moneda sin compartir pol¨ªticas macroecon¨®micas. Se sab¨ªa de antemano que la precaria f¨®rmula entrar¨ªa en crisis. En diciembre de 2001, el entonces presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi, afirm¨®: ¡°Estoy seguro de que el euro nos obligar¨¢ a introducir un nuevo conjunto de instrumentos de pol¨ªtica econ¨®mica. Es pol¨ªticamente imposible proponerlo por el momento. Pero un d¨ªa se har¨¢¡±.
El d¨ªa es ahora. Y el peligro estriba en que nos hallamos en el minuto anterior al punto de no retorno: todav¨ªa es posible revertir el proceso ¡ªy algunos procesos de renacionalizaci¨®n indican que ciertos l¨ªderes sufren tentaciones¡ª pero cuando se traspase ese punto, ya no habr¨¢ marcha atr¨¢s. La cuesti¨®n sencilla y abismal es, por tanto, si queremos dar el paso hacia delante, que consiste en empezar a rubricar la defunci¨®n del Estado-naci¨®n, al tiempo que se comienza a alumbrar un verdadero gobierno europeo, que no consista en la suma de los distintos gobernantes nacionales batallando por su peque?o inter¨¦s, sino en una instituci¨®n federal que asuma responsabilidad por el conjunto y, rec¨ªprocamente, exija esa responsabilidad a cada parte.
El fin del Estado-naci¨®n ocurrir¨¢ en cualquier caso, y tampoco deber¨ªamos tomarlo a la tremenda. Al fin y al cabo, como creaci¨®n humana, es finita. Todos lo sabemos: dentro de 100 a?os, quiz¨¢ algo despu¨¦s, quiz¨¢ antes dado el veloz paso de la historia, existir¨¢ un gobierno mundial con uniones regionales de uno u otro tipo, y quienes no formen parte de alguna de esas unidades de gran tama?o ser¨¢ engullido mientras celebra autosatisfecho folclores y ritos. En un mundo intercomunicado, global y plano, la uni¨®n forma parte de la l¨®gica de la historia, adem¨¢s de resultar conveniente desde cualquier punto de vista, como lo fue en la Espa?a de los Reyes Cat¨®licos unir varios reinos peque?os en uno m¨¢s grande y fuerte. La diferencia estriba en que ahora no se hace pol¨ªtica con matrimonios de conveniencia sino con complejos tratados y largas deliberaciones: por m¨¢s que nos desespere, es una muestra del avance de la humanidad.
En fin, el gobierno mundial queda lejano y no hay por qu¨¦ preocuparse de ello todav¨ªa, pero me permite llegar a donde quer¨ªa: aunque el momento hist¨®rico del Estado-naci¨®n ha pasado, desmantelarlo resultar¨¢ complicado y aventuro que ser¨¢ ese tipo de actos pol¨ªticos que se van realizando sin ser anunciados como tales. Hasta ahora la cesi¨®n de soberan¨ªa a instituciones europeas se llevaba a cabo sobre una presunci¨®n: quienes ostentaban leg¨ªtimamente la soberan¨ªa eran los Estados, que la transfer¨ªan a una instituci¨®n comunitaria. Sin embargo, para seguir avanzando, hemos de sustituir esa presunci¨®n por la contraria: la soberan¨ªa est¨¢ depositada en Europa, desde donde se delegar¨¢n competencias a los distintos Estados. Se trata de un cambio radical: ya no ser¨¢n los Estados los que, a rega?adientes o amenazando vetos, vayan consintiendo tales o cuales intromisiones de la legislaci¨®n comunitaria, sino que las grandes decisiones pol¨ªticas se tomar¨¢n en Europa.
En realidad, lo que debe preocuparnos no es la soberan¨ªa, sino la democracia
Invertir los t¨¦rminos en las esferas de poder resulta muy complicado para la mentalidad com¨²n, pero sobre todo suele serlo para el poder. Por eso la crisis del euro ha dejado al descubierto una asombrosa falta de liderazgo y ha revelado a los gobernantes como carentes de visi¨®n europea. Los l¨ªderes europeos se enfrentan a la disyuntiva de asumir una merma considerable de su poder y de darles a sus ciudadanos la noticia de que, a partir de ma?ana, Europa es un pa¨ªs. Un pa¨ªs federal, un pa¨ªs en construcci¨®n, un pa¨ªs con una enorme diversidad¡ o quiz¨¢ no tanta: algunos dialectos del chino se encuentran m¨¢s lejanos entre s¨ª que idiomas como el espa?ol y el franc¨¦s. Pueden optar por eso o por un conservadurismo temeroso que ¡ªenredando en los tiempos, los tratados y las prioridades¡ª se los llevar¨¢ por delante, como ya est¨¢ ocurriendo, con graves consecuencias para todos.
Hist¨®ricamente, el Estado-naci¨®n se ha alimentado de instituciones y mitos, nada que resulte imposible crear para Europa. Al fin y al cabo, las diferencias son siempre relativas y quien quiera sentirse europeo no tiene m¨¢s que poner un pie en Am¨¦rica o en Oriente Pr¨®ximo para darse cuenta de todo lo que tenemos en com¨²n los europeos. Sin duda, habr¨¢ a quien la perspectiva le parezca temible: la ciencia-ficci¨®n ha visitado con asiduidad la idea de gigantescos gobiernos supranacionales, asociados a pesadillas totalitarias de dominaci¨®n. En realidad, lo que debe preocuparnos no es la soberan¨ªa, sino la democracia.
Si por algo se est¨¢ haciendo odiosa la Uni¨®n Europea en esta crisis ¡ªlas encuestas reflejan un preocupante descenso del europe¨ªsmo en todos los pa¨ªses¡ª es por la ausencia de un poder europeo que defienda inequ¨ªvocamente el inter¨¦s de ese pa¨ªs com¨²n a¨²n inexistente. La oficina del presidente sigue vac¨ªa, y lo de menos es si la ocupar¨¢ un portugu¨¦s o un belga: la cuesti¨®n es si lo vamos a elegir por sufragio universal. Por ese apego a la democracia, Europa ha sido ¡ªy a¨²n es, con todos sus tropiezos¡ª admirada en todo el mundo: por su defensa del imperio de la ley, los Derechos Humanos, la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos. Hay que perseverar en la utop¨ªa. Construir un nuevo relato para Europa ¡ªno articulado en torno a castigos a los malos pagadores que padecen los ciudadanos, sino sobre una esperanza de unidad pol¨ªtica federal futura¡ª es el verdadero desaf¨ªo para la cumbre. Que Europa siga siendo un referente para sus ciudadanos y para el mundo en las d¨¦cadas venideras, ¨¦sa es la cuesti¨®n sencilla y abismal que se ha de resolver con urgencia. Resultar¨¢ arduo, pero la alternativa es mucho peor, como explic¨® Orwell: ¡°Nada permanece nunca igual. Debemos aportar algo a lo heredado o perderlo, debemos engrandecernos o empeque?ecer, debemos ir hacia delante o hacia atr¨¢s. Yo creo en Inglaterra y creo que debemos ir hacia delante¡±. Por mi parte, yo creo en Europa y creo que debemos ir hacia delante.
Irene Lozano es ensayista y diputada de UPyD. Su ¨²ltimo libro publicado es Lecciones para el inconformista aturdido. Twitter: @lozanoirene
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