El baile de la silla
Los partidos pol¨ªticos han perdido peso y credibilidad en la sociedad espa?ola
Hace ya algunas semanas se celebraron las elecciones generales en Grecia con el resultado de todos conocidos. No me interesa ahora analizar la posici¨®n que cada fuerza pol¨ªtica ha conseguido en el Parlamento griego, sino tratar de extraer alguna lecci¨®n de lo que all¨ª ocurri¨® el pasado 17 de junio.
?El PASOK, fuerza que hace solo un a?o gobernaba en Grecia, y con una amplia tradici¨®n de partido gobernante, se qued¨® tan solo con el 12,7% de los votos emitidos en esa apuesta electoral. Durante la campa?a electoral, fueron muchos los europeos que se tentaron la ropa cuando las encuestas indicaban que la coalici¨®n izquierdista SYRIZA pod¨ªa ganar esas elecciones generales. Temieron que ni el PASOK, partido de centro izquierda, ni Nueva Democracia, partido de centro derecha, se alzaran con la mayor¨ªa de los votos que permitieran que ese pa¨ªs siguiera estando gobernado por las dos opciones pol¨ªticas con m¨¢s arraigo en la cultura pol¨ªtica europea. Gan¨® Nueva Democracia y, con el apoyo del PASOK, Grecia ha iniciado su andadura gubernamental sin los sobresaltos que hubieran provocado opciones pol¨ªticas diferentes de las ya conocidas y experimentadas. El susto pas¨® y ya se olvid¨® el miedo a lo desconocido.
En Espa?a, las elecciones del 20 de noviembre pasado produjeron un vuelco electoral que fue de lo conocido, PSOE, a lo conocido, PP, por lo que nadie se inquiet¨® por tal cambio. Pasamos de estar gobernados por un partido socialdem¨®crata que ha prestado innumerables servicios a Espa?a, pero que fracas¨® en el gobierno de la legislatura 2008-2011, a otro partido que triunf¨® en la legislatura del 1996-2000 y fracas¨® en la del 2000-2004. Y parece l¨®gico pensar que en esta nueva experiencia gubernamental, el PP vuelva a naufragar si las cosas discurren por los cauces que prev¨¦n todos los an¨¢lisis que se est¨¢n haciendo en estos momentos. Si eso fuera as¨ª, y los espa?oles tuvi¨¦ramos que enfrentarnos electoralmente a unas nuevas elecciones generales cuando toque o cuando lo decida el presidente del Gobierno, probablemente los ciudadanos nos plantear¨ªamos la disyuntiva de tener que elegir entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, desgastados por la crisis econ¨®mica y, por lo tanto, faltos de credibilidad, o apostar por opciones hasta ahora minoritarias, o por opciones nuevas creadas ad hoc para aprovecharse del desencanto y tratar de conducir al pa¨ªs por derroteros que nadie sabr¨ªa exactamente como ser¨ªan.
Nadie elige al PSOE para que gobierne como gobierna la derecha, pero mejor
El PP no tiene otra alternativa que apencar con la situaci¨®n que le ha tocado vivir sabedor de que, si alguien no lo remedia, lo normal ser¨¢ que pierda una parte importante de la confianza que obtuvo en las pasadas elecciones y, por lo tanto, pierda los pr¨®ximos comicios, con lo que desaparecer¨¢n las posibilidades de gobierno del centro derecha espa?ol. Solo quedar¨ªa como alternativa probada la opci¨®n que representa el PSOE, aunque mucho tendr¨ªa que hacer y cambiar la opci¨®n socialdem¨®crata espa?ola para, en ese periodo, volver a ganar la confianza de los ciudadanos que le dieron la espalda de manera significativa el pasado 20 de noviembre. A ese partido le quedan muy pocas opciones para diferenciarse de la pol¨ªtica que en estos momentos est¨¢n haciendo los populares; el hecho de haber gobernado en los dos ¨²ltimos a?os con un programa diferente del que prometieron en la campa?a electoral del a?o 2007 parece inhabilitarle para ser la voz que se oponga al actual desmantelamiento del Estado del bienestar.
Nadie duda que el PSOE, hasta la fecha, fuera una opci¨®n reformista y progresista. Lo de reformista lo tiene suficientemente acreditado por su historia y su pr¨¢ctica pol¨ªtica. Lo de progresista hay que demostrarlo cada d¨ªa y en cada momento. No es progresista quien as¨ª se define, sino quien tiene la capacidad suficiente para avanzar al ritmo en que lo hace el conjunto de la sociedad, ni mucho m¨¢s deprisa de lo que aquella lo hace ni algo retrasado respecto al ritmo en la que ella se desenvuelve. Nadie ignora que los partidos pol¨ªticos han perdido peso y credibilidad en la sociedad espa?ola y, especialmente, los partidos que, como el PSOE, despiertan pasiones o fobias.
Nadie elige al PSOE para que gobierne como gobierna la derecha, pero mejor; quienes votan PSOE esperan que ese partido gobierne, en la forma y en el fondo, de manera diferente a como lo hace el PP. Ning¨²n socialista tendr¨ªa necesidad de ense?ar su carnet de afiliado para que los ciudadanos le identifiquen como tal; bastar¨ªa con que su forma de hacer pol¨ªtica, y la pol¨ªtica que realiza, sirva para que todo el mundo le identifique como miembro de una organizaci¨®n reformista y progresista.
No es progresista quien as¨ª se define, sino quien tiene la capacidad suficiente para avanzar al ritmo en que lo hace el conjunto de la sociedad
Hoy eso no est¨¢ ocurriendo. La moda o la toma de decisiones acr¨ªticas est¨¢n convirtiendo al PSOE en un partido donde podr¨ªa hacer fortuna aquello que dijo Felipe Gonz¨¢lez: ¡°Me siento militante pero cada d¨ªa menos simpatizante de mi partido¡±. Todos saben que un partido se nutre de sus afiliados y, fundamentalmente, de sus simpatizantes, pero si sus propios militantes comenzaran a desertar de la simpat¨ªa hacia su partido, algo grave ocurrir¨ªa en esa formaci¨®n pol¨ªtica.
Dos cosas ocurren ahora en el PSOE: la primera, el baile de la silla; el baile ese en el que se va poniendo m¨²sica, hay una silla menos que personas, se van dando vueltas, y se sienta uno donde pilla, y al final gana el que se ha conseguido sentar en la ¨²ltima silla.
Eso est¨¢ pasando en el mundo del socialismo, donde se confunde pol¨ªtica con la gambeta, con el proselitismo y con el baile de la silla a ver quien queda. ?Cu¨¢ntos militantes socialistas se han quedado de pie, mirando el baile que hac¨ªan los que se sentaron en las sillas que ellos dejaron vac¨ªas? ?Cu¨¢ntos ser¨¢n los que en el siguiente baile perder¨¢n la silla y quedar¨¢n eliminados, y as¨ª hasta que no queden ni sillas ni parejas? ?Cu¨¢ntos han sido eliminados por el mero hecho de no haberse puesto al lado de donde hab¨ªa una silla vac¨ªa, aunque sean unos danzarines maravillosos, capacitados para bailar mejor que los que, accidental u oportunamente, se situaron estrat¨¦gicamente para poder sentarse aunque se hayan limitado a dar pisotones a su propia pareja y a los que danzaban a su lado?
En la casa com¨²n en la que vivimos los espa?oles, existen dos habitaciones; en una viven y trabajan los que se resisten a abandonar la forma de vivir, de trabajar, de estudiar, de producir, de relacionarse que, desde finales del siglo XVIII, ha guiado a la humanidad occidental. En la otra habitaci¨®n habitan los que viven de forma diferente y en funci¨®n de los par¨¢metros de la nueva sociedad. Los de la primera habitaci¨®n, de cuando en cuando, entran en la segunda, v¨ªa redes sociales, para utilizar aquellos instrumentos que consideran una novedad que hay que usar, pero totalmente in¨²tiles. Los otros no salen de all¨ª, porque ellos no entran en la red, sino que viven en ella, se enamoran y se enfadan en ella, trabajan en ella, se relacionan en ella, crean en ella, consumen en ella, producen en ella, hacen pol¨ªtica en ella, viven la democracia en ella.
Si el PSOE, aspirara a seguir siendo un movimiento progresista, primero, llamar¨ªa a la primera l¨ªnea a los mejores bailarines, sin mirar si tienen o no silla y, en segundo lugar, entrar¨ªa en la habitaci¨®n de quienes viven en funci¨®n de los par¨¢metros del siglo XXI y tratar¨ªa de encontrarse con los creadores de esa nueva sociedad para arriesgar y triunfar o fracasar con ellos.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.