Heterodoxias convencionales
Ortega es la sinton¨ªa de fondo que liga dos biograf¨ªas dispares: Dionisio Ridruejo y Josep Ferrater Mora
A simple vista bastar¨ªan los datos externos para confirmar lo obvio: ni Josep Ferrater Mora ni Dionisio Ridruejo, ambos nacidos hace 100 a?os, en 1912, comparten apenas nada de sus trayectorias intelectuales y biogr¨¢ficas. O incluso dicho m¨¢s severamente: buscar sinton¨ªas o afinidades ser¨ªan ganas de enredar las cosas o pura impostaci¨®n revisionista. Lamento disentir: hay una sinton¨ªa de fondo que liga de forma inveros¨ªmil aunque tard¨ªa dos biograf¨ªas intelectuales tan dis¨ªmiles. Se puede decir mal y creer que ambos lucharon contra sus respectivos destinos de vencido exiliado y de vencedor triunfal; uno como jovenc¨ªsimo miembro del Ej¨¦rcito republicano en desbandada en 1939 y el otro como jovenc¨ªsimo jerarca falangista de un ej¨¦rcito vencedor. Pero esa floritura ret¨®rica envilece la ejemplaridad de dos trayectorias construidas racionalmente, y adem¨¢s el destino no existe.
Sin embargo, las constricciones salvajes del siglo XX nos convencen sin querer de la validez de esa met¨¢fora y traducimos como destino lo que a veces ha sido solo cobard¨ªa, sumisi¨®n, impotencia o pura mala fortuna; en todo caso, incapacidad para escapar a las leyes impuestas por la violencia y el terror totalitario. Pero los dos escaparon a ellas y ninguno de los dos respondi¨® en la madurez a los patrones de conducta esperables de sus respectivas condiciones de exiliado y de vencedor; ambos rompieron la baraja de sus respectivas constricciones socio-hist¨®ricas y fabricaron por su cuenta y riesgo el lugar que desearon. La clave de su virtud fue una suerte de heterodoxia convencional, ni heroica ni lastimera, ni ret¨®rica ni histri¨®nica ni teatral. Y el resorte que facult¨® la fuga de sus respectivos cul de sac tuvo que ver con la educaci¨®n civil y human¨ªstica, con la maduraci¨®n lenta de una comprensi¨®n del mundo justa y ecu¨¢nime, con la necesidad de dar raz¨®n de la realidad sin autoenga?arse y sin embaucar a otros. Ferrater Mora naci¨® ya as¨ª, si vale la f¨®rmula, y fue profesor de Filosof¨ªa en seguida que le dejaron, e incluso sin que nadie le dejase, porque la primera versi¨®n de su ingente Diccionario de filosof¨ªa fue tan temprana como de 1941; el otro fue desde muy temprano ide¨®logo incendiario del fascismo y solo una lenta reeducaci¨®n ¨¦tica e ideol¨®gica le permiti¨® escapar a la irracionalidad de las soluciones taxativas.
Los dos pagaron sus deudas con Ortega; y los dos lo hicieron con ejemplaridad
La tentaci¨®n de creer que Ortega tiene una parte sustancial de responsabilidad en esas elecciones biogr¨¢ficas es demasiado alta como para dejarla pasar sin m¨¢s. No es f¨¢cil abandonar la idea de que la vida como quehacer incansable estuviese detr¨¢s de los impulsos para escapar a las coacci¨®n de la historia pol¨ªtica: Ortega pudo ense?arles a los dos, y desde muy temprano, las condiciones primordiales para orientar una biograf¨ªa intelectual desde el principio ¡ªFerrater Mora¡ª o para reconducir una biograf¨ªa equivocada ¡ªDionisio Ridruejo. El primero entendi¨® que el exilio no era la coartada para la pasividad o el victimismo sino el resultado cruel de una decisi¨®n justa. Aceptar la derrota y el exilio no comportaba anular el futuro sino lo contrario: volver a empezarlo. Ridruejo hizo lo mismo pero con el recorrido mucho m¨¢s dif¨ªcil, porque hubo de salir de donde estaba para inventar el lugar al que quer¨ªa ir. El resultado de ambas trayectorias era ya casi el mismo hacia 1960: un socialismo liberal y democr¨¢tico y un convencido respaldo a los movimientos europe¨ªstas que se pusieron en marcha entonces para culminar simb¨®licamente en el Congreso de M¨²nich de 1962 (hace 50 a?os).
Los dos pagaron sus deudas con Ortega; y los dos lo hicieron con ejemplaridad. Ferrater Mora redact¨® por encargo de la Universidad de Yale en 1957 el libro de s¨ªntesis m¨¢s duradero y valioso, durante muchos a?os, sobre Ortega, y el mismo Ortega apreci¨® sin ning¨²n remilgo el retrato valiente y fr¨ªo que escribi¨® Ridruejo para conmemorar sus 70 a?os en las p¨¢ginas de Revista, en 1953. Ortega lleg¨® a redactar dos versiones de la carta de gratitud por esa celebraci¨®n de su figura ¨ªntegra (y no ¨²nicamente del beato Ortega). En plena guerrilla eclesi¨¢stica contra Ortega, el efecto que tuvo aquel art¨ªculo fue ¡°tonificante¡± por ¡°su absoluta generosidad y su gratuita valent¨ªa¡±. Ridruejo tard¨® varias semanas en contestar la carta pero lo hizo muy bien: quiso expresar ¡°algo que est¨¢ pugnando por alcanzar aire y tierra en esta terrible casa en que vivimos: una necesidad de verdad y de limpieza y una muestra de la decisi¨®n de muchos de no ser proclamados hu¨¦rfanos ¡ªu otra cosa m¨¢s fea¡ª por decreto y a no dar por habitable una situaci¨®n en la que los mejores hombres de Espa?a ¡ªen este caso, su mejor cabeza¡ª no tengan un sitio que sea exactamente el suyo.¡±
Puestas as¨ª las cosas, parece de fantas¨ªa que Vicens Vives leyese tan bien la realidad sincr¨®nica de su tiempo en un texto sobre la Espa?a contempor¨¢nea que acaba de rescatar mod¨¦licamente M. ?. Mar¨ªn Gelabert en Acantilado. Est¨¢ escrito en 1953 para decir que ¡°los que se quedaron en el exilio supieron plantear los problemas espa?oles desde una perspectiva general y no solo defender una causa perdida o un resentimiento personal¡±. A la altura de ese a?o, a?ade Vicens, hab¨ªa ya falangistas que rompieron la unidad ideol¨®gica del r¨¦gimen para ¡°proceder a la reagrupaci¨®n de los focos de la cultura espa?ola¡± y terminar con ¡°una falsa incompatibilidad entre dos sectores del mundo intelectual hisp¨¢nico¡±. Hemos esperado 70 a?os para leer este diagn¨®stico de Vicens Vives, pero quiz¨¢ ha sido una suerte: hoy seguramente nos sentimos m¨¢s libres para entender mejor el significado de esas palabras y el valor de algunos de sus responsables, como Ferrater Mora, como Ridruejo y, al fin y al cabo, como Ortega.
Jordi Gracia es catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola en la Universidad de Barcelona.
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