M¨¦xico rescata el ¡®glamour¡¯
¡°Este pa¨ªs va a ser como un '?Hola!' a lo bestia¡±, proclama un joven cronista social mexicano. El orden mundial cambia, pero ciertos personajes espa?oles son todav¨ªa un referente
Con motivo de los Juegos Ol¨ªmpicos, Azteca TV encomend¨® a Felipe Fern¨¢ndez del Paso dirigir una serie de ¡°c¨¢psulas¡± que descubrieran al espectador los secretos de Londres, la gente que la hace multicultural y los espacios que la sostienen como una de las capitales del mundo. Esos segmentos fueron presentados este martes en el DF, la capital mexicana, atrapada entre su gigantesca expansi¨®n demogr¨¢fica y los vaivenes de hallarse en medio de un subdesarrollo que ahora se acerca a ¡°econom¨ªa emergente¡±.
Llegar a DF en la semana m¨¢s turbulenta de nuestra prima de riesgo, y la de las 16 palabras m¨¢gicas de Draghi ¨Cque ahora nos parece incluso guapo¨C, es una mezcla de nostalgia y exaltaci¨®n. Nostalgia porque pisamos esa tierra como si fu¨¦ramos conquistadores con la cola entre las patas. Exaltaci¨®n porque volvemos a aspirar el cruel olor del oro. Caminar por la avenida de la Reforma, antes un bulevar enloquecido de viandantes, edificios medio rotos y gente extra?a, es hoy en d¨ªa un paseo donde palpita con fuerza lo emergente, la confirmaci¨®n de que existen otros sitios en el mundo que respiran el humo del crecimiento econ¨®mico. Los barrios que siempre aspiraron a ser chics en DF lo son con urgencia en este momento. Un local como el Contramar, que solo sirve comidas, jam¨¢s cenas, en pleno coraz¨®n de la colonia Roma, recuerda al Madrid o la Barcelona de hace cinco a?os: gente asentada en la idea de lo guapo, relojes importantes, billeteras abultadas que financian todo tipo de comidas y bebidas. No est¨¢ lleno, est¨¢ a rebosar, y se practica ese gesto tan de glamour latinoamericano que es la saludadera: ir de mesa en mesa abraz¨¢ndose, cotilleando, riendo, sintiendo que al fin la suerte te ha sonre¨ªdo y te ha convertido en un millonario al estilo Fabra.
No todos los espa?oles que acuden a estas partes de la ciudad lo hacen para practicar saludadera en el Contramar. Pedro, por ejemplo, ha conseguido un trabajo instalando pantallas planas de televisi¨®n en el metro de M¨¦xico DF. ¡°Me contrat¨® una empresa espa?ola y pens¨¦ que era una oportunidad. La gente es muy amable, nos miran con un poco de tristeza, en un principio te preguntan sobre nuestra crisis y te dicen: ¡®H¨ªjole, ahora va a ser que Espa?a es una nueva M¨¦xico¡¯, pero despu¨¦s pareciera que les entra como un cierto miedo de que lo que nos est¨¢ pasando a nosotros pueda pasarles a ellos¡±. Nos encontramos en pleno Barrio Rosa, a las puertas del hotel Valentina, tambi¨¦n propiedad de una cadena espa?ola, rodeados de personas buscando una orquesta de mariachis revestida de blanco o donde mezclar chupitos de tequila con sushi. Le acompa?o a la estaci¨®n donde instalar¨¢ esas pantallas, y Pedro presenta a sus compa?eros. Son mexicanos, como los que hemos visto mil veces hacer los trabajos que desde?an los blancos del Primer Mundo. Entre sus tortillas y caf¨¦, Pedro es uno m¨¢s.
Del Paso recuerda lo sorprendente que le significaba dirigir a t¨¦cnicos ingleses para un programa mexicano. ¡°Siempre era al rev¨¦s. Y no siempre un mexicano era t¨¦cnico, sino otra cosa por debajo. Ser ahora una de las econom¨ªas emergentes es igual de extra?o. No te acostumbras, siempre tienes ese fantasma esper¨¢ndote al final del pasillo: es un espejismo, puede quebrarse¡±.
En una peluquer¨ªa popular, con muebles de falso Luis XVI y secadores de los noventa, Bety, manicurista, discute con H¨¦ctor, el peluquero estrella, que en ninguna cadena de televisi¨®n han transmitido im¨¢genes de la manifestaci¨®n contra el resultado de las elecciones. ¡°El PRI gobern¨® este pa¨ªs por setenta a?os, y ahora que est¨¢n de vuelta tardaremos otros setenta en sacarlos. Los han puesto all¨ª porque saben que viene el crecimiento, pero ya sabemos que tanto en el crecimiento como en el hundimiento, los pobres nos quedamos igual¡±.
La pr¨®xima primera dama es una exactriz de telenovelas, y el hombre m¨¢s rico del mundo es mexicano, se llama Carlos Slim. ¡°Estamos a punto de tener un pa¨ªs que es como un ?Hola! a lo bestia¡±, proclama Beto Tavira, un joven cronista social. Slim inaugur¨® el a?o pasado un modern¨ªsimo edificio de azulejos de metal en una zona del DF llamada a convertirse en nueva meca de arquitectos. Pese a la magnificencia del edificio, las obras se exponen casi apiladas, como si fuera la colecci¨®n recuperada de Ciudadano Kane. Una maravillosa serie de Brueghel el joven, sobre Ad¨¢n y Eva, se encuentra detr¨¢s de un chirico y un rivera. ¡°A fin de cuentas, en el mundo emergente todo se mezcla sin orden, el arte antiguo con el moderno, los que ¨¦ramos pobres somos los nuevos ricos¡±, sintetiza un visitante.
El mundo est¨¢ cambiando y ya nos damos cuenta. Del glamour que tuvimos cuando fuimos ricos, de la soberbia que no nos permiti¨® entender el presagio de ver un hermoso elefante abatido hasta aplastarnos. Pero Espa?a sigue siendo referente. En una fiesta estilo charlest¨®n en una casa colonial se habla de la duquesa de Alba, el personaje espa?ol que los mexicanos emergentes m¨¢s admiran. ¡°La adoro¡±, exclama una treinta?era. ¡°?Es una millonaria irreverente, lo m¨¢s! Y est¨¢ muy bien que defienda a Eugenia, ahora que Fran quiere quitarle la custodia de la ni?a¡±. Tambi¨¦n les entusiasma que Carmen Lomana le ganara una demanda a S¨¢lvame, un programa copiado en todas las cadenas. ¡°Am¨¦ que se fuera a celebrar el resultado a Venecia, la ciudad europea en eterno hundimiento. Necesitamos m¨¢s glamour en M¨¦xico¡±.
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