Poca solera
Quiz¨¢ no tengamos una poblaci¨®n tan inmadura, cuando tan descontenta est¨¢ con sus representantes
?Est¨¢ justificada la mala opini¨®n que tienen los espa?oles de sus pol¨ªticos? La crisis econ¨®mica explica, claro es, el disgusto de muchos, que piensan que algo se habr¨¢ hecho mal para que estemos donde estamos.
A mi juicio, sin embargo, hay causas m¨¢s profundas. Espa?a, en una perspectiva amplia, tiene poca solera democr¨¢tica, pues los treinta y pico a?os transcurridos desde el final de la dictadura, un largo tramo en la vida de una persona, son, sin embargo, un simple parpadeo en la historia secular de un pa¨ªs. Ello hace que los pol¨ªticos no hayan tenido mucho tiempo para aprender su dif¨ªcil oficio, en el que tanto cuenta la experiencia.
As¨ª se entienden defectos propios de la inmadurez, muy presentes en nuestra vida p¨²blica, como el triunfalismo o el patriotismo de partido. Un triunfalismo que cercena la autocr¨ªtica, tan necesaria en cualquier actividad. O el susodicho patriotismo, que lleva a afirmar, contra el m¨¢s elemental sentido com¨²n, que lo que hacen los unos siempre est¨¢ bien y lo que hacen los otros siempre est¨¢ mal. Si nos referimos, por ejemplo, a los dos principales partidos, Espa?a es un caso ¨²nico de fiero enfrentamiento entre un centro derecha y un centro izquierda, cuyas diferencias de fondo no son tan grandes como nos quieren hacer creer sus dirigentes.
Esas diferencias no son insalvables, lo que hace a¨²n m¨¢s penoso ver c¨®mo, en plena crisis, los portavoces populares y socialistas dedican sus intervenciones, no a hablar de lo que importa, sino a arremeter contra socialistas y populares respectivamente. Cualquier pretexto sirve: espionajes inveros¨ªmiles (?qu¨¦ se espiar¨ªa?, ?f¨®rmulas ultrasecretas para poner a Espa?a a la cabeza de las naciones?), corrupci¨®n real o inventada, sectarismos presuntos, actuaciones pasadas, presentes y hasta futuras. La base de las acusaciones suele ser precaria, aparte, claro est¨¢, del hecho por desgracia tan patente de que padecemos una crisis tremenda, que ni se previ¨® ni se sabe resolver bien. De la fragilidad de la econom¨ªa espa?ola tenemos la culpa todos, por haber vivido, una vez m¨¢s por falta de solera, de las apariencias, pero m¨¢s culpa tienen los dos grandes partidos, que podr¨ªan repartirse los yerros al cincuenta por ciento, prorrateo, huelga decir, que ninguno de ellos acepta.
?Habr¨¢ que esperar, sin embargo, otros 30 a?os para tener una democracia plena?
Por lo que toca a yerros, solo el triunfalismo explica que Zapatero no cogiera antes por los cuernos el toro de la crisis o que Rajoy llegara a convencerse, de tanto repetirlo, de que la crisis era ¨²nicamente culpa de los socialistas, con lo que en cuanto se fueran del Gobierno y llegaran ellos todo ir¨ªa mejor.
Hab¨ªa que estar muy poco atento a lo que suced¨ªa allende las fronteras para pensar que la crisis era algo t¨ªpico de Espa?a, con f¨¢cil remedio. Ni siquiera ha sido t¨ªpico de Espa?a haber desaprovechado los a?os de bonanza para consolidar una econom¨ªa endeble y vulnerable, pues sin ir m¨¢s lejos lo mismo ha ocurrido en Portugal y hasta en Italia. Aqu¨ª, sin embargo, es donde m¨¢s embelesados hemos estado con una supuesta fortaleza de nuestra producci¨®n y una todav¨ªa m¨¢s imaginaria solidez de nuestro sistema financiero.
Pese a todo, se siguen oyendo ditirambos sobre ¨¦pocas pasadas. Que si los pactos de La Moncloa, donde por cierto se escamote¨® el problema del paro, que si los tiempos de Felipe Gonz¨¢lez, que para paradigma los a?os de Aznar. Todo ello, repit¨¢moslo, impregnado de autocomplacencia. Autocomplacencia que dificulta consensos entre las fuerzas pol¨ªticas. Mejorar¨ªan la imagen de Espa?a en el exterior, hoy tan importante, y en el interior ayudar¨ªan a aceptar la purga de Benito a que nos obliga la crisis.
Puestos a hablar de imagen, hay una poco encomiable, a saber, ese gesto casi sical¨ªptico que vemos en televisi¨®n, cuando desde las primeras filas del Congreso se levantan uno, dos o tres dedos para indicar, o m¨¢s bien ordenar, lo que hay que votar, algo impensable en un Parlamento con solera.
Con el tiempo, se acabar¨¢ implantando la libertad de voto de diputados y senadores (v¨¦ase sobre el particular el reportaje que public¨® EL PA?S el 30 de junio de 2010, titulado Los diputados son libres, sus votos no), al igual que las listas abiertas, las primarias para todos los cargos y la limitaci¨®n de mandatos.
?Habr¨¢ que esperar, sin embargo, otros 30 a?os para tener una democracia plena? Mientras tanto, somos un pa¨ªs inmaduro, como lo prueban muchos usos pol¨ªticos, para no hablar de movimientos tan disparatados como el de ¡°Ocupa el Congreso¡±. Aunque quiz¨¢ no tengamos una poblaci¨®n tan inmadura, cuando tan descontenta est¨¢ con sus representantes. No es algo para vanagloriarse, pero puede ser parad¨®jicamente un motivo de esperanza al suscitar la reflexi¨®n.
Francisco Bustelo es rector honorario de la Universidad Complutense.
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