De compras en California
Frente a la melancol¨ªa de Europa, Estados Unidos batalla contra la crisis multiplicando esfuerzos, produciendo y consumiendo m¨¢s. Sale a enfrentarse con sus demonios, como el capit¨¢n Ahab en ¡®Moby Dick¡¯ de Melville
En California la crisis no se nota. Los indicadores econ¨®micos dicen que hay crisis pero esta no se percibe por ning¨²n lado, la gente compra a todas horas de lunes a domingo, abarrota los restaurantes, todos tienen el nuevo iPad y un tel¨¦fono de la ¨²ltima generaci¨®n, pagan precios delirantes por una entrada para ver un partido de f¨²tbol americano y conducen autom¨®viles desmesurados que en unos cuantos d¨ªas consumen la gasolina que el coche de usted consumir¨ªa en un mes.
Desde luego que la situaci¨®n espa?ola no puede compararse con la de California, que es el Estado m¨¢s rico del pa¨ªs m¨¢s rico del mundo, pero no est¨¢ de m¨¢s observar c¨®mo ellos, para salir de la crisis, de esta y otras que han tenido mucho m¨¢s agudas, hacen lo contrario de lo que se hace aqu¨ª: producir m¨¢s, multiplicar esfuerzos, consumir, gastar, mantener a toda vela la maquinar¨ªa econ¨®mica del pa¨ªs.
En lugar de esconderse debajo de la mesa hasta que se fatigue o se evapore el Leviat¨¢n, como hacemos en Europa, ellos cogen el arp¨®n y no cejan hasta que cazan la ballena. As¨ª han salido tradicionalmente en aquel pa¨ªs de sus crisis econ¨®micas, tirando hacia adelante, no dej¨¢ndose avasallar por el p¨¢nico, por ese componente psicol¨®gico que aqu¨ª pasma y paraliza y complica todav¨ªa m¨¢s las cosas: sin el p¨¢nico, el pasmo y la par¨¢lisis, nos ir¨ªa mejor, la crisis sin sus fantasmas ser¨ªa mucho m¨¢s llevadera.
Estamos ante dos maneras radicalmente distintas de ver el mundo, y sus crisis: el conservadurismo europeo, el espa?ol en particular, sugiere no moverse hasta que pase la tempestad, mientras el futuro no est¨¦ claro nadie se arriesga a emprender ning¨²n proyecto porque hay altas probabilidades de fracasar; mientras que en Estados Unidos, ese pa¨ªs cuyo origen est¨¢ en la gesta fabulosa de los cazadores de ballenas, el mundo y sus crisis se miran desde el otro polo, ah¨ª queda claro que moverse, emprender algo, es preferible a quedarse quieto, y que fracasar, y arruinarse, dos t¨¦rminos que aqu¨ª son funestos y all¨¢ no, son parte indisociable del ¨¦xito econ¨®mico.
Philip Hoare, en su hermos¨ªsimo ensayo Leviat¨¢n o la ballena, fija el origen de Estados Unidos en el momento en que los peregrinos del barco Mayflower, entre los que hab¨ªa balleneros holandeses, se asentaron en Provincetown y proyectaron su futuro a partir del aceite de ballena, producto que se convirti¨® en la mercanc¨ªa principal de la colonia. De hecho, el mismo Mayflower, a?os m¨¢s tarde, se reconvirti¨® en barco ballenero, lo cual es toda una met¨¢fora del car¨¢cter emprendedor que ha forjado a aquel pa¨ªs.
Mientras el futuro no est¨¦ claro, nadie se arriesga en Espa?a a emprender un nuevo proyecto
Hace unos d¨ªas, mientras esperaba un avi¨®n en el aeropuerto de San Diego, en la emprendedora California, compr¨¦, obedeciendo una vieja superstici¨®n, los libros que iban a acompa?arme en ese largo viaje hasta Barcelona. Me parece que los viajes quedan marcados por los libros que vamos leyendo en el camino, y que en el fondo no viajamos a Londres, sino a Onetti, y a Tolstoi, en lugar de a R¨ªo de Janeiro. Despu¨¦s de mucho reflexionar baj¨¦ a mi Kindle el nuevo volumen de los Diarios de Susan Sontag, La interpretaci¨®n de los sue?os de Freud y, como respaldo, por si los otros dos me decepcionaban, compr¨¦ tambi¨¦n Moby Dick, la novela de Melville, un libro que he le¨ªdo muchas veces y que tengo en distintas ediciones y ahora, desde aquel shopping de aeropuerto, tambi¨¦n poseo en edici¨®n electr¨®nica. Leer la versi¨®n en papel de Moby Dick, en las estrecheces de un avi¨®n contempor¨¢neo, es tarea imposible, la mesilla desplegable no soporta el peso del libro y no hay ergonom¨ªa capaz de conciliar las 822 p¨¢ginas de Melville con el cuerpo del lector que apenas cabe en el asiento.
Ech¨¦ un ojo a mis tres libros electr¨®nicos reci¨¦n comprados y, como acaba sucedi¨¦ndome siempre que me asomo a sus p¨¢ginas, desech¨¦ los otros dos y no hice m¨¢s que leer Moby Dick de San Diego a Nueva York, y despu¨¦s en todo el trayecto hasta Barcelona, incluida la escala de cuatro horas en el aeropuerto JFK. A medida que me alejaba de Estados Unidos, donde no hay sensaci¨®n de crisis, y me acercaba a Espa?a, donde todo lo que hay es crisis, la novela de Melville iba cambiando de orientaci¨®n, de signo. Como toda obra total, Moby Dick cuenta con las ideas, las situaciones, la simbolog¨ªa y los arquetipos suficientes para enfocar, encuadrar y encarar, cualquier situaci¨®n, la crisis incluida, desde luego.
Cuando Ismael, el narrador de la historia de Melville, se sent¨ªa confundido, aturdido, desasosegado, cuando se sorprend¨ªa abismado frente a la vitrina de una funeraria y sent¨ªa los feroces embates de la hipocondr¨ªa, sab¨ªa que era momento de subirse a un barco y hacerse a la mar. Navegar era su remedio personal para evitar ¡°la pistola y la bala¡±, es decir, el suicido, seg¨²n se entiende en la l¨ªnea que el autor revela a continuaci¨®n: ¡°Con filos¨®fica elegancia Cat¨®n se arroja sobre su espada; yo, pac¨ªficamente, me embarco¡±.
Hace falta echarse a andar para que el movimiento inicial genere m¨¢s movimiento
As¨ª empieza Moby Dick, con este episodio terap¨¦utico que nos cuenta Ismael, el hombre que atormentado por sus demonios interiores y por la vida reglamentada y domesticada que le ofrece la ciudad, decide echarse a navegar, moverse, salirse del contexto que lo oprime para mirar las cosas de otra manera, desde otra perspectiva. Una variaci¨®n de lo que hac¨ªa Nietzsche, que distingu¨ªa las ideas que nos llegan en estado de reposo, de las ideas caminadas; las primeras son criaturas de estanque, no cuentan con la calidad aerodin¨¢mica de las ideas que nacen con el ritmo, la oxigenaci¨®n y la m¨²sica que les va insuflando el andar.
A la crisis hay que caminarla, hay que emprender alguna cosa por modesta que sea, echarse a andar como Nietzsche, o hacerse a la mar como Ismael, para que ese movimiento inicial genere m¨¢s movimiento.
Aunque Moby Dick es una novela muy famosa, Melville tuvo un modest¨ªsimo reconocimiento en vida (no vendi¨® ni la primera edici¨®n), y un siglo despu¨¦s de su muerte, experiment¨® un extra?o y oblicuo encore: su bisnieto Moby es un c¨¦lebre m¨²sico que, como su apodo lo indica, siente un orgullo guas¨®n por su bisabuelo; y la cadena de cafeter¨ªas Starbuck's, debe su nombre al primer oficial del Pequod, el barco ballenero que en la novela sale a la caza de Moby Dick.
Adem¨¢s de contarnos la historia del capit¨¢n Ahab y su tripulaci¨®n, que va detr¨¢s y a remolque de la ballena blanca, Melville nos ilustra sobre una enorme diversidad de temas aleda?os como las caracter¨ªsticas biol¨®gicas de los cet¨¢ceos; el significado, la sociolog¨ªa y la filosof¨ªa del color blanco; la cartograf¨ªa oce¨¢nica o la cr¨ªtica de las obras art¨ªsticas que tienen a la ballena como motivo. Melville era un bloguero avant la lettre, la historia que va contando est¨¢ permanentemente intervenida por cap¨ªtulos de informaci¨®n mar¨ªtima diversa; si Moby Dick hubiera sido escrita en este milenio adicto a las pantallas, su forma natural ser¨ªa la de un corpus narrativo de 200 p¨¢ginas electr¨®nicas, con una serie de links hacia esos cap¨ªtulos informativos.
El final de esta novela contiene una poderosa imagen a la que deber¨ªamos aferrarnos, una imagen del capit¨¢n Ahab, que estaba loco y obsesionado con matar a la ballena pero que aqu¨ª, en este pa¨ªs de obsesionados por la crisis, nos viene bien: Ahab va en su bote de remos al encuentro final con Moby Dick, sus marineros, tratando de evitar los coletazos furibundos del monstruo, reman aterrorizados y se quejan de que, cada vez que meten sus remos al agua, estos son mordidos por los tiburones. Ahab, que intenta en medio de aquel oleaje furibundo guardar el equilibrio mientras apunta con su arp¨®n, les dice que no se quejen, que para los remos ¡°la mand¨ªbula de tibur¨®n es mejor apoyo que el agua, pues ¨¦sta cede¡±.
Jordi Soler es escritor. Sus ¨²ltimos libros son Diles que son cad¨¢veres y Dal¨ª y la m¨¢s inquietante de las chichas yey¨¦ (ambos en Mondadori).
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