C¨¦sar Cabo tiene un plan
El controvertido exportavoz de los controladores a¨¦reos nunca lo ocult¨®: quiere ser una estrella Hace ¡°pr¨¢cticas¡± con Anne Igartiburu mientras persigue su sue?o, presentar informativos
Aquel diciembre de 2010, cuando todas las c¨¢maras quer¨ªan grabar la imagen de su cara guapa y todos los micr¨®fonos se dejaban seducir por su cuidada oratoria, C¨¦sar Cabo (Madrid, 1972) vio su oportunidad. Otra vez hab¨ªa llegado el momento de pasar a un primer plano, como cuando pas¨® de ser subdelegado a delegado de clase en el instituto y en la universidad. Adi¨®s al papel de ayudante, colaborador o segundo, aunque le partieran la cara. Erigido en portavoz de la mayor parte de los 1.800 controladores a¨¦reos que hay en Espa?a agrupados en el sindicato USCA, convertido en el rostro amable (y linchable) de uno de los colectivos m¨¢s denostados de la sociedad, insultado con virulencia, amenazado de muerte (¡°como no despegue mi avi¨®n te mato¡±, cuenta que le dec¨ªan en las redes sociales), acusado de ser ¡°un pijo¡± por ese aspecto que algunos definieron como Massimo Dutti, C¨¦sar Cabo se transform¨® en celebridad.
A los tres d¨ªas de sus apariciones en televisi¨®n, tratando de explicar las razones de una protesta que dej¨® a miles de pasajeros en tierra sin sus ansiadas vacaciones del puente de la Constituci¨®n, ten¨ªa varios clubs de fans en la Red. Y, de pronto, un gremio al que los espa?oles pon¨ªan de vuelta y media y exim¨ªan del derecho a la queja por disfrutar de generosos sueldos (200.000 euros al a?o de salario base) pagados con el erario p¨²blico, empez¨® a ser visto a trav¨¦s de los angelicales ojos azules de quien en el colegio fue elegido para interpretar a El Principito. Y lo mejor del asunto es que, en el backstage de esa gran pol¨¦mica, C¨¦sar Cabo, el controlador a¨¦reo m¨¢s guapo y popular de Espa?a, ten¨ªa su propio plan de vuelo.
Erigido en portavoz del sindicato USCA, fue insultado con virulencia, amenazado de muerte y acusado de ser ¡°un pijo¡± por ese aspecto que algunos definieron como Massimo Dutti
Muchos podr¨ªan pensar que ha perdido el Norte porque ya pas¨® por El programa de Ana Rosa y por los ovnis de Iker Jim¨¦nez. O porque anda de tertuliano dos veces por semana en el nuevo magazine de Anne Igartiburu en TVE, +Gente, y sin cobrar (hacerlo simult¨¢neamente de dos entes p¨²blicos es incompatible), adem¨¢s de colaborar con Telemadrid y Punto Radio. Todo ello compaginado con las 140 horas mensuales que sigue dedicando a controlar el espacio a¨¦reo, despu¨¦s de abandonar la portavoc¨ªa en febrero de 2011 ¨C¡°Quer¨ªa descansar tras un a?o intenso en los medios¡±¨C. Pero Cabo no ha perdido la cabeza. Es precisamente ahora, que contin¨²a sin tener tele en casa y comenta la actualidad con sus 18.000 seguidores en Twitter, cuando ha tomado los mandos con fuerza: ¡°Estoy haciendo mis pr¨¢cticas¡±.
Licenciado en Periodismo, pol¨ªglota (habla ingl¨¦s, franc¨¦s, portugu¨¦s, italiano y catal¨¢n), con 14 a?os a sus espaldas vigilando el cielo y a punto de cumplir los 40, sabe que se encuentra en un momento crucial de su carrera y est¨¢ dispuesto a triunfar con su ¡°nombre de guerra¡±: C¨¦sar Cabo. ¡°Cada controlador tiene uno, es una costumbre que proviene de los militares¡±, comenta. ?l se quit¨® el ?lvarez de su padre porque ¡°ya estaba cogido¡±. Quiere compatibilizar el espacio a¨¦reo con el p¨²blico, quiere vivir a caballo entre el centro de control y la tele, quiere dejar de gestionar el aire para estar en el aire. En realidad, lo confiesa al final con cierto pudor, C¨¦sar Cabo quiere ser presentador de informativos. Algo as¨ª como el nuevo Hilario Pino.
Despu¨¦s de abandonar la portavoc¨ªa del sindicato en febrero de 2011, compagina las 140 horas mensuales que sigue dedicando a controlar el espacio a¨¦reo con numerosas apariciones en radio y televisi¨®n
Basta un vistazo a su vida para darse cuenta de que sabe ver la oportunidad. Naci¨® en una familia de clase media ¨Cpadre funcionario y madre ama de casa¨C en la zona de Nuevos Ministerios junto a otros tres hermanos mayores. Uno de ellos trabajaba en Ifema y, con 18 a?os, C¨¦sar vend¨ªa entradas en la taquilla de las ferias para tener su paga. Fue una compa?era del Ramiro de Maeztu la que le dijo lo de las becas de trabajo en el extranjero cuando estaba en la facultad. Y, a los pocos meses, vend¨ªa zapatos en una tienda de San Francisco para conocer California, en lugar de hacer horas de pr¨¢cticas en cualquier radio o peri¨®dico local. Decidi¨® repetir la experiencia un a?o m¨¢s tarde: ¡°Esa vez vendiendo peluches en Disney-Par¨ªs para practicar el franc¨¦s¡±, cuenta. Fue otro amigo de la facultad quien le habl¨® de los intercambios universitarios. Poco despu¨¦s decid¨ªa pulirse la carrera de Periodismo en cuatro a?os en vez de en cinco para largarse a Minnesota a aprender ingl¨¦s. A¨²n conserva la libreta de las clases de franc¨¦s de la escuela de idiomas en la que apunt¨® ¡°a l¨¢piz¡± la informaci¨®n sobre las oposiciones a controlador a¨¦reo que le dio Graziella, la profesora, cuando no sab¨ªa qu¨¦ hacer con su vida. Meses despu¨¦s pasaba las pruebas. Si algo caracteriza a Cabo, adem¨¢s de su inseparable Vespa, es su determinaci¨®n. No le tiembla el pulso cuando tiene a cientos de personas en el aire pidiendo pista: ¡°Me gusta mi trabajo porque decides cosas que afectan a otros y que tienen efectos inmediatos¡±. Le gusta mandar.
Afincado en un ¨¢tico de Chamber¨ª, ¡°tranquilo y bien¡± en los asuntos del amor (por los que mucho ha viajado, algunas relaciones a distancia ha mantenido y tantos idiomas ha aprendido), est¨¢ decidido: quiere darle un viraje a su vida que optimice todas sus cualidades. ¡°Es dif¨ªcil no patinar¡±, dice precavido. Pero ya m¨¢s de uno se lo ha encontrado en patines por el Retiro.
¡°Eso no se lo merece ni Pepi?o¡±
C¨¦sar Cabo entra en el plat¨®, deja que le pongan el micr¨®fono en la solapa como si fuera su rutina diaria, le dice a la regidora que hoy defender¨¢ "el no al 'tupper' en la escuelas" en el "cara a cara" y se acerca a saludar a Anne Igartiburu: "Te has portado como una se?ora, con mucha educaci¨®n frente a los ataques de ella, eso no se lo merece ni Pepi?o", le suelta en relaci¨®n al rifirrafe surgido con Maril¨® Montero en 'La ma?ana de La 1' y comparando a la presentadora matinal con la bestia negra de los controladores a¨¦reos y anterior ministro de Fomento, Pepe Blanco, el mismo que les plant¨® un decretazo de m¨¢s horas y menos sueldo a los vigilantes del cielo.
No tiene televisi¨®n en casa desde hace 11 a?os y no conoce a casi ninguno de los famosos que en esos momentos despellejan Rosa Villacast¨ªn y compa?¨ªa desde sus sof¨¢s mientras se suceden las im¨¢genes en las grandes pantallas del set. ¡°Qu¨¦ rollo lo del famoseo¡±, dice. ¡°No me entero de nada porque no me interesa nada¡±, bromea, consciente de que se encuentra en un ¡®magazine¡¯ que se llama ¡®+Gente¡¯. ¡°A m¨ª me gusta opinar sobre temas m¨¢s serios, sobre la actualidad, por eso he aceptado participar en este espacio¡±.
Se sienta en la mesa, sin miedo a las c¨¢maras y sin papeles ni notas: ¡°Conf¨ªo en mi capacidad de improvisaci¨®n¡±, dice con su entrenada media sonrisa. Quiz¨¢ demasiado. En el primer cara a cara defendi¨® el ¡®no¡¯ a Eurovegas y los televidentes con sus votaciones le hicieron perdedor. En este ¨²ltimo, finalmente se llev¨® a casa el ¡®tupper¡¯ de la discordia.
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