Comprender el mal
No se puede prescindir de la empat¨ªa para entender las razones oscuras de nuestros actos
Gitta Sereny, fallecida en junio de 2012 a los 91 a?os, fue una de las m¨¢s importantes periodistas del siglo XX, autora de varios libros extraordinarios que tratan de desentra?ar una pregunta fundamental y obsesiva: ?de d¨®nde nacen el odio, la violencia, el crimen? Si suponemos, como ella, que esos comportamientos son la encarnaci¨®n del mal y que, por otra parte, no existen dos subespecies humanas, la de los monstruos y la de los normales, ?c¨®mo explicar que se cometan esos actos destructivos? Sereny pensaba que era posible comprender incluso los cr¨ªmenes m¨¢s atroces reconstruyendo la vida de su autor, sus relaciones y contactos con otras personas a su alrededor, las circunstancias en las que se hab¨ªa encontrado: su identidad no era m¨¢s que su historia. Y quien desee impedir que se repitan los cr¨ªmenes debe intentar comprenderlos.
Sereny nace en Viena en 1921, en una familia de artistas; estudia en Inglaterra y en 1938 se instala en Par¨ªs, con el sue?o de ser actriz. Al estallar la guerra, empieza a trabajar para una organizaci¨®n caritativa que se ocupa de los ni?os abandonados y de los fugitivos. En 1941 tiene que huir, consigue atravesar la frontera espa?ola y se embarca rumbo a Estados Unidos. Cuando vuelve a Europa, a comienzos de 1945, empieza a trabajar para la UNRRA, la Administraci¨®n de Naciones Unidas para el Auxilio y la Rehabilitaci¨®n, el organismo de la ONU encargado de ayudar a los refugiados de guerra y las personas desplazadas. Los dos a?os siguientes van a decidir su vocaci¨®n.
Se calcula que los nazis llegaron a robar 200.000 ni?os en Polonia
La env¨ªan a la Alemania ocupada por los ej¨¦rcitos occidentales, con la misi¨®n de ocuparse de los ni?os arrancados de sus lugares de origen. Entonces descubre un crimen insospechado. Al d¨ªa siguiente de la ocupaci¨®n de Polonia, las autoridades alemanas hab¨ªan empezado a fijarse en los ni?os de aspecto ¡°ario¡± (rubios y con ojos azules), a secuestrarlos y llev¨¢rselos a Alemania, donde los m¨¢s pr¨®ximos al modelo racial eran adoptados por familias y los otros estaban destinados a convertirse en trabajadores esclavos. Se calcula que los ¡°ni?os robados¡± de Polonia fueron 200.000, a los que hay que a?adir otros capturados en Ucrania y otros lugares. El crimen exig¨ªa una reparaci¨®n, ?pero cu¨¢l? Los ni?os hab¨ªan sufrido un primer choque cuando, con tres, cuatro o cinco a?os, les hab¨ªan separado de sus padres, su lengua y su pa¨ªs; al acabar la guerra, cuando tienen 8, 9 o 10 a?os, vuelven a arrancarlos de sus familias adoptivas, en las que hab¨ªan estado rodeados de amor, para devolverlos a un pa¨ªs que no conocen, con adultos de los que no se acuerdan y donde se habla una lengua que no entienden. La situaci¨®n se complica a¨²n m¨¢s por motivos pol¨ªticos: en la situaci¨®n de guerra fr¨ªa que ha sucedido a la guerra real, ?no ser¨ªa mejor para los ni?os enviarlos al para¨ªso occidental que al infierno comunista? ?No les convendr¨ªa m¨¢s una tercera familia, transatl¨¢ntica? No es de extra?ar que algunos de esos ni?os despu¨¦s desarrollen comportamientos asociales y tendencias violentas.
Despu¨¦s de dos a?os, Sereny deja la UNRRA; a partir de entonces, consagrar¨¢ su vida a intentar comprender dos fen¨®menos colosales: la violencia que desemboc¨® en los cr¨ªmenes nazis y la violencia cometida contra los ni?os y, a veces, tambi¨¦n por ellos. Empieza a trabajar como periodista, se instala en Londres y escribe su primer trabajo de investigaci¨®n sobre Mary Bell, una ni?a de 11 a?os que en 1968, con ayuda de una c¨®mplice, mata a dos ni?os de tres y cuatro a?os. El crimen conmociona a Inglaterra: ?c¨®mo es posible cometer un acto tan odioso? Sereny pone en pr¨¢ctica su m¨¦todo: interroga a todas las personas involucradas y re¨²ne una informaci¨®n exhaustiva (The Case of Mary Bell, 1972). Veinticinco a?os m¨¢s tarde, cuando Mary ya haya salido de la c¨¢rcel y est¨¦ viviendo bajo una identidad nueva, volver¨¢ a entrevistar a la joven convertida en adulta para ahondar en el examen de unos actos y unas circunstancias aparentemente vulgares que transformaron a una ni?a en asesina. De ah¨ª sale lo que hoy es una obra de referencia sobre la criminalidad infantil (Cries Unheard, 1998).
?A qu¨¦ conclusi¨®n debemos llegar sobre la naturaleza de la humanidad?
Esa misma necesidad de descubrir las fuentes del mal empuja a Sereny en otra direcci¨®n. En 1970 entra en contacto con Franz Stangl, el antiguo responsable de Treblinka, el mayor campo alem¨¢n de exterminio. Stangl est¨¢ condenado a cadena perpetua, pero acepta responder a las preguntas de la periodista. Cuando llevan poco m¨¢s de 70 horas de entrevistas, Stangl fallece; Sereny prosigue su investigaci¨®n preguntando a sus familiares, allegados y v¨ªctimas supervivientes. El resultado es un libro excepcional (Desde aquella oscuridad: conversaciones con el verdugo Franz Stangl, comandante de Treblinka, 2009), que permite abordar este enigma: ?c¨®mo es posible que una persona normal pueda cometer un crimen semejante? Y, si no le excluimos del g¨¦nero humano, como hac¨ªa ¨¦l con sus v¨ªctimas, ?a qu¨¦ conclusi¨®n debemos llegar sobre la naturaleza de la humanidad?
A?os despu¨¦s, Sereny reanuda su b¨²squeda con un libro sobre Albert Speer (Albert Speer, su batalla con la verdad, 2006), el arquitecto y ministro favorito de Hitler, un hombre de mente brillante, situado al otro extremo de la cadena de exterminio, al que somete a un interrogatorio preciso con el que establece su complicidad. Una tercera obra, El trauma alem¨¢n (2004), re¨²ne el resto de sus investigaciones sobre los cr¨ªmenes nazis y a?ade un comentario autobiogr¨¢fico.
Algunos se han preguntado si Sereny no se acerc¨® demasiado a los sujetos que aparecen en sus libros, Mary Bell, Stangl, Speer, si no los ¡°humanizaba¡± demasiado. Desde luego, no los exclu¨ªa del c¨ªrculo de la humanidad y, al escucharles y transcribir sus palabras, construy¨® un marco com¨²n que les englobaba a ellos y a nosotros. Quienes adoptan la f¨®rmula del miembro de las SS con el que se cruza Primo Levi en Auschwitz, ¡°Aqu¨ª no hay un porqu¨¦¡±, corren el riesgo de no saber apreciar sus libros. Para juzgar y condenar a los individuos, la empat¨ªa no es indispensable y puede ser incluso molesta. Pero no podemos prescindir de ella si el objetivo de nuestra investigaci¨®n es comprender las razones oscuras de nuestros actos, por odiosos que sean.
Tzvetan Todorov es semi¨®logo, fil¨®sofo e historiador de origen b¨²lgaro y nacionalidad francesa.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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