La maldici¨®n del petr¨®leo
Cuatro pescadores logran que un juez en Holanda siente en el banquillo a Shell por contaminaci¨®n en Nigeria
En ?frica, poseer petr¨®leo o diamantes no es una bendici¨®n; suele ser una condena. El caso m¨¢s evidente es el de Nigeria, un pa¨ªs de 134 millones de habitantes cuya descolonizaci¨®n nunca se ha llegado a completar por culpa del oro negro que yace en el delta del r¨ªo N¨ªger. Desde hace 80 a?os, la multinacional anglo-holandesa Shell explota los yacimientos de petr¨®leo hasta el punto de haber sido durante todo este tiempo un poder f¨¢ctico que en el pasado, y en presunta connivencia con el dictador de turno, hac¨ªa, deshac¨ªa y, sobre todo, ganaba mucho dinero.
Ahora, cuando quiz¨¢ todo ese poder ya no es el de anta?o, cuatro pescadores han logrado que un juez holand¨¦s investigue el caso para que, de una vez, los afectados por los vertidos y la general contaminaci¨®n obtengan alguna reparaci¨®n. Hace solo un a?o, la ONU public¨® un informe que de seguro va a ser de gran utilidad para los demandantes en este primer juicio que se avecina contra Shell en Europa.
Seg¨²n ese estudio, en el reino nigeriano de Ogoniland, principal afectado, el r¨ªo N¨ªger ha sufrido durante 50 a?os una grave contaminaci¨®n que llevar¨¢ m¨¢s de 30 a?os y de 700 millones de euros limpiar. El agua potable est¨¢ contaminada, las tierras ya no son f¨¦rtiles, no hay pesca y las enfermedades son habituales. El desastre ambiental es de enormes proporciones. ¡°Mi comunidad es ahora una tierra fantasma¡±, ha dicho a modo de descripci¨®n uno de los afectados, que est¨¢n contando en esta nueva batalla legal con el apoyo de la rama holandesa de la ONG Amigos de la Tierra.
Las sospechas sobre la petrolera Shell en Nigeria son tan negras como el crudo que explota. En 1995, nueve activistas nigerianos, entre ellos el escritor Ken Saro-Wiwa, fueron ahorcados y sus familias sostienen que la multinacional ayud¨® al Gobierno a montar las pruebas contra ellos. Pero, m¨¢s all¨¢ de las sospechas, lo cierto es que las tribus de la zona llevan d¨¦cadas protestando por los vertidos de Shell y, sobre todo, sufriendo los devastadores efectos de un negocio del que solo sacan p¨¦rdidas. Quiz¨¢ esta vez un juez blanco en La Haya sea capaz de darles alguna esperanza.
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