?Qu¨¦ es exactamente la uni¨®n pol¨ªtica?
Tiene que ver con la federalizaci¨®n gradual de la UE y con una mayor legitimidad democr¨¢tica
La supervivencia del proyecto europeo se resume hoy en d¨ªa en una secuencia de uniones. Se considera que la uni¨®n monetaria es insostenible sin una uni¨®n fiscal. La uni¨®n fiscal exige la uni¨®n bancaria y la uni¨®n econ¨®mica. Y por encima de todo, la guinda, que es la uni¨®n pol¨ªtica. ?Pero qu¨¦ es exactamente la uni¨®n pol¨ªtica? ?Puede funcionar?
Para empezar, es un concepto que se utiliza con dos fines distintos. Primero, resume en una palabra la federalizaci¨®n gradual de la UE; es un intento de perfilar la finalit¨¦ de Europa, m¨¢s que en t¨¦rminos geogr¨¢ficos, en relaci¨®n con sus funciones de gobierno. En este debate, el propio t¨¦rmino sigue estando muy mal definido, porque coexisten distintas visiones federales. Mientras que los franceses hablan de ¡°integraci¨®n solidaria¡± y la idea de Europa como un mecanismo colectivo de seguridad frente a crisis econ¨®micas y peligros sociales, los alemanes consideran que la UE es el guardi¨¢n supremo de la pol¨ªtica responsable, por encima de los extremos ideol¨®gicos. Es decir, la uni¨®n pol¨ªtica pretende conciliar diferentes nociones y concepciones de una mayor integraci¨®n europea.
En segundo lugar, el debate sobre la uni¨®n pol¨ªtica trata de identificar las condiciones para que la uni¨®n monetaria europea, fortalecida y reforzada, pueda disfrutar de m¨¢s legitimidad democr¨¢tica. Esta discusi¨®n suele dar por descontada la creaci¨®n de una uni¨®n fiscal y econ¨®mica y se centra, sobre todo, en los cambios institucionales dentro de la UE para mejorar la transparencia y la responsabilidad. Los objetivos de la uni¨®n pol¨ªtica se definen en funci¨®n de la eficacia y la representatividad.
En un informe reciente hecho p¨²blico por el Grupo para el Futuro de Europa, dirigido por el ministro alem¨¢n de Exteriores, Guido Westerwelle, se combinan estas dos l¨ªneas de razonamiento, pero destaca la segunda dimensi¨®n. Seg¨²n los 11 ministros de Exteriores que firman el documento, lo que necesita Europa es una separaci¨®n m¨¢s clara de poderes y un mayor control democr¨¢tico por parte del Parlamento Europeo. Para algunos miembros del Grupo, eso significa una Comisi¨®n que asuma el papel de ¡°Gobierno europeo¡±, encabezado por un presidente designado por elecci¨®n directa, un Parlamento Europeo con aut¨¦nticos poderes para proponer legislaci¨®n y una segunda C¨¢mara que represente las opiniones de los Estados miembros.
Independientemente de lo que se opine de esas propuestas, la forma de entender y defender la idea de uni¨®n pol¨ªtica tiene varios problemas considerables. El principal defecto es que se considera una meta, el destino de un viaje federalista, cuando, en realidad, la uni¨®n pol¨ªtica debe formar la base desde la que buscar una mayor integraci¨®n. Debe ser un elemento crucial en el proceso de buscar la unificaci¨®n, y no su fin idealizado.
El futuro de la integraci¨®n europea depende del apoyo de los ciudadanos
La realidad es que la integraci¨®n europea es diferente de cualquier otro ejemplo logrado de uni¨®n pol¨ªtica voluntaria. La historia demuestra que, sin una amenaza real y duradera contra la seguridad, los Estados (naciones) no suelen emprender una unificaci¨®n permanente. Tambi¨¦n quedaron atr¨¢s los tiempos en los que las clases dirigentes pod¨ªan buscar la integraci¨®n sin tener en cuenta la opini¨®n p¨²blica. La importancia creciente de las cuestiones de la UE en la pol¨ªtica electoral nacional de sus Estados miembros quiere decir que el futuro de la integraci¨®n europea depende del apoyo de los ciudadanos. Se ha abandonado el ¡°consenso permisivo¡± del primer periodo, durante el que unos l¨ªderes aislados pod¨ªan tomar decisiones sin consultar a la gente.
Esta situaci¨®n plantea un dilema a los dirigentes europeos. Por un lado, los imperativos del mercado y la crisis del euro exigen unos poderes centralizados de supervisi¨®n fiscal y el uso de las facultades reguladoras, unas decisiones que se toman aisladas del ruidoso e impredecible terreno de la pol¨ªtica democr¨¢tica. En el Pacto Fiscal y en el conjunto ¡°six-pack¡± de leyes econ¨®micas, el avance hacia la uni¨®n fiscal se presenta como una cuesti¨®n de pol¨ªtica reguladora, con unas normas definidas previamente e impuestas por los tecn¨®cratas.
Por otro lado, un ¡°pleno control democr¨¢tico¡± ¡ªel que piden los ministros de Exteriores¡ª crear¨ªa mucha m¨¢s incertidumbre sobre la gobernanza econ¨®mica, tal vez en detrimento de la estabilidad en la eurozona. Las recientes elecciones griegas no son m¨¢s que un ejemplo de c¨®mo la participaci¨®n electoral puede trastornar los planes de austeridad y la estabilidad macroecon¨®mica. Esta soluci¨®n de compromiso entre la eficiencia y la estabilidad de una modalidad reguladora de gobierno y la imposibilidad intr¨ªnseca de predecir la pol¨ªtica democr¨¢tica est¨¢ totalmente ausente, hasta el momento, en el debate sobre la uni¨®n pol¨ªtica. De hecho, las encuestas indican que los ciudadanos tienden a favorecer mucho menos que sus Gobiernos la integraci¨®n pol¨ªtica profundizada que prev¨¦n las ¨²ltimas reformas.
Las autoridades europeas no pueden seguir ignorando este dilema y al mismo tiempo depositar sus esperanzas en unos resultados y unos beneficios econ¨®micos que den legitimidad a la integraci¨®n. Tampoco es sustitutivo suficiente empezar por el final, una visi¨®n federalista idealizada, y trabajar a la inversa, sobre todo si se presenta el Parlamento Europeo como soluci¨®n fundamental a las inquietudes sobre el d¨¦ficit democr¨¢tico de Europa. Aunque existen buenos argumentos para reforzar su papel, no est¨¢ demostrado que el Parlamento sea capaz de<TH>garantizar lo que m¨¢s se necesita: que los ciudadanos otorguen m¨¢s legitimidad a la Uni¨®n Europea.
Cualquier debate sobre la viabilidad de la uni¨®n pol¨ªtica deber¨ªa partir de aqu¨ª y perseguir estos tres objetivos: primero, encontrar mejores formas de agrupar, canalizar y reflejar las diferentes preferencias estrat¨¦gicas en toda Europa; segundo, delinear unas innovaciones constitucionales e institucionales capaces de superar las demandas, a menudo contradictorias, de m¨¢s soberan¨ªa y m¨¢s democracia; tercero, proponer unas reformas serias y ambiciosas de nuestros sistemas pol¨ªticos nacionales, con el fin de que incorporen de verdad una dimensi¨®n europea.
Para que la uni¨®n pol¨ªtica triunfe, debe ser un medio, no un fin, de una integraci¨®n m¨¢s profunda.
Olaf Cramme es director de Policy Network y la profesora Sara B. Hobolt ocupa la c¨¢tedra Sutherland de Instituciones Europeas en la London School of Economics.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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