Giro inesperado en la leyenda negra de O.J. Simpson
Fue absuelto de asesinar a su exmujer, pero siempre le acompa?¨® la sombra de la duda Ahora un condenado a muerte se perfila como posible culpable
?Y si de verdad no lo hizo? ?Y si O. J. Simpson no asesin¨® a su exesposa y al novio de esta? ?Y si lo que parec¨ªa un veredicto de inocencia te?ido de racismo result¨® ser lo ajustado a la verdad? O. J. Simpson no pas¨® ni un solo d¨ªa en la c¨¢rcel por aquel crimen. Fue absuelto en 1995 tras 134 d¨ªas de juicio despu¨¦s de menos de tres horas de deliberaciones del jurado ¨Ccompuesto por ocho hombres negros, dos hispanos, un hombre de origen indio y una mujer blanca, la ¨²nica que pertenec¨ªa al mismo grupo racial que las dos personas asesinadas, Nicole Brown y su pareja, Ronald Goldman¨C. Y, sin embargo, en un sector de la sociedad ¨Cel blanco¨C qued¨® la sensaci¨®n de que no se hab¨ªa hecho justicia. Tanto fue as¨ª que dos a?os despu¨¦s, en un juicio civil, a O. J. se le declar¨® culpable de la muerte de Goldman y fue condenado a cubrir una multa de m¨¢s de 30 millones de d¨®lares. Nunca pag¨® esa sanci¨®n.
Si lo que declara el hermano de un asesino en serie que en estos momentos espera fecha para ser ejecutado en el corredor de la muerte de California es cierto, O. J. Simpson ha cargado injustamente con la etiqueta de asesino durante casi 20 a?os y no mat¨® a su exmujer y al amigo de esta. Glen Rogers lo hizo. A pesar de haber asesinado a sangre fr¨ªa a m¨¢s de 70 personas ¨Cpuede que 80¨C, Rogers es uno de los asesinos en serie menos conocidos de este triste cap¨ªtulo de la historia americana. La pasada noche del mi¨¦rcoles, un canal de televisi¨®n estadounidense ofrec¨ªa un documental titulado Mi hermano, el asesino en serie. Seg¨²n explica Clay Rogers ¨Cque ense?¨® a su hermano a robar, pero que tambi¨¦n fue quien le entreg¨® a la polic¨ªa el d¨ªa que descubri¨® el cad¨¢ver descompuesto de un vecino¨C, su hermano fanfarrone¨® sobre una relaci¨®n con Nicole Brown. No solo cont¨® en su momento que trabaj¨® para ella y salieron de fiesta juntos, sino que explic¨® a quien le quiso escuchar que Brown ¡°estaba podrida de dinero¡± y se la ¡°iba a cargar¡±.
Familiares y amigos pensaban que Glen Rogers era un mentiroso compulsivo. Pensaron que faltaba a la verdad cuando se jactaba de haber acabado con la vida de varias personas. Por supuesto, no creyeron ni una sola palabra de su relaci¨®n con la mujer rica y famosa de O. J. Simpson. A?os despu¨¦s de los asesinatos que cambiaron la vida del jugador de f¨²tbol americano y actor ocasional ¨Cmal actor¨C, cuando Rogers ya estaba condenado en el corredor de la muerte, el desconocido asesino en serie confes¨® a un experto en conducta humana que ¨¦l era el responsable de la muerte de Brown y Goldman. Seg¨²n el documental, hay pruebas que corroboran esta afirmaci¨®n. Rogers ha descrito paso a paso el asesinato y parece conocer detalles que solo el asesino pod¨ªa saber.
En una vuelta m¨¢s de tuerca, result¨® que Rogers conoc¨ªa a Simpson. Seg¨²n el asesino confeso, el deportista le pag¨® para que asaltara la casa de su exmujer y robara un par de pendientes de diamantes valorados en m¨¢s de 20.000 d¨®lares que le hab¨ªa regalado cuando todav¨ªa reinaba el amor entre ellos. Rogers asegura que Simpson incluso le dijo que si era necesario matara ¡°a esa puta¡±.
Seg¨²n el asesino confeso, Simpson le pag¨® para que asaltara la casa de su exmujer y robara un par de pendientes de diamantes
Hay casos que se niegan a morir. Casos que elevan las audiencias televisivas a cotas hist¨®ricas y se instalan en la conciencia popular como referente de lo justo o lo injusto, dependiendo de a qui¨¦n se consulte. En 1995, Simpson protagoniz¨® el llamado juicio del siglo un proceso que marc¨® una nueva era en la televisi¨®n y reabri¨® la herida cerrada en falso del racismo en EE UU. La lectura del veredicto la vieron por televisi¨®n m¨¢s de 150 millones de espectadores.
En libertad, Simpson vivi¨® los siguientes a?os en una dudosa cresta de la ola. Dej¨® de tener ingresos conocidos. Incluso vio c¨®mo un juez le embarg¨® los percibidos por firmar aut¨®grafos para pagar su deuda con la justicia. Simpson se difuminaba en el anonimato. Necesitado de reconocimiento ¨Cy, por qu¨¦ no, de liquidez¨C, escribi¨® un libro para venderse en plena campa?a navide?a de 2006 que nunca lleg¨® a las librer¨ªas a pesar de que miles de ejemplares salieron de la imprenta y acabaron en la incineradora. News Corporation, del magnate Rupert Murdoch, decidi¨® dar marcha atr¨¢s y retirar el volumen en el que el deportista relataba el crimen del que hab¨ªa sido absuelto. El titular no dejaba lugar a la duda y result¨® ofensivo y cruel para los familiares de las v¨ªctimas. Si lo hubiera cometido, as¨ª es como sucedi¨®.
Despu¨¦s de toda una d¨¦cada negando ser responsable de aquellos asesinatos, un arrogante Simpson quiso pasearse por los plat¨®s de televisi¨®n de la Fox para presentar el libro que describ¨ªa c¨®mo habr¨ªa llevado a cabo los asesinatos. El p¨²blico se qued¨® sin confesi¨®n a posteriori y no volvi¨® a o¨ªr del ¨ªdolo ca¨ªdo hasta que, una vez m¨¢s, pas¨® de ser un h¨¦roe deportivo a un villano.
O. J. Simpson hab¨ªa coqueteado con la c¨¢rcel m¨¢s tiempo del que le permiti¨® la suerte. El banquillo de los acusados finalmente le devolvi¨® un veredicto de culpabilidad en 2008 tras ser condenado por robo a mano armada a dos coleccionistas de objetos deportivos en Las Vegas. Casi en un acto de ensa?amiento, el deportista escuch¨® hasta 12 veces el veredicto de culpabilidad.
A sus 65 a?os y con las rodillas devoradas por la artritis, O. J. cumple hoy una condena de entre 9 y 33 a?os en una c¨¢rcel de Nevada. Simpson podr¨ªa morir en prisi¨®n con esa sentencia. Aunque la suerte puede sonre¨ªrle de nuevo. Un juez acept¨® a finales de octubre reabrir el caso por robo con arma de fuego y secuestro que le llev¨® a la c¨¢rcel por haber carecido de la defensa adecuada.
O. J. Simpson podr¨ªa quedar en libertad y afrontar un nuevo juicio. Entonces subir¨ªa al estrado de los testigos por primera vez. En el anterior proceso no lo hizo porque su abogado no lo consider¨® necesario, algo que ahora juega a su favor. La tesis del juez es que tuvo una defensa plagada de fallos. La tarea es tit¨¢nica. De su testimonio depende volver a ser un hombre libre o consumirse en la c¨¢rcel hasta el fin de sus d¨ªas.
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