?Por qu¨¦ cambiar algo que funciona?
El Estado auton¨®mico es el mejor modelo para Espa?a y ya tiene m¨¢s descentralizaci¨®n que la mayor¨ªa de Estados federales. Pero seguramente es preciso emprender reformas de calado constitucional y no solo legal
Para cada problema complejo hay una soluci¨®n sencilla y equivocada; yo propondr¨¦ la m¨ªa. La tesis que sostengo es minoritaria y provocadora: el Estado auton¨®mico es el mejor modelo posible para Espa?a. Si no se ha enfadado y ha decidido seguir leyendo, explicar¨¦ por qu¨¦. En este momento, se est¨¢ produciendo un choque frontal de trenes entre la tesis que invita, para ahorrar costes, corrupciones y abusos, a abolir o fragilizar el Estado auton¨®mico para regresar a un hipot¨¦tico modelo unitario, y la idea radicalmente contraria, que reclama huidas hacia adelante del modelo, hasta la eventual independencia de Catalu?a (o del Pa¨ªs Vasco, o de otros). La derrota electoral de CiU ha pospuesto, pero no resuelto el problema. Este debate pol¨ªtico trae causa de una devastadora crisis econ¨®mica: algunos defienden m¨¢s Estado central para ahorrar o gastar mejor (convirtiendo a las autonom¨ªas en culpables de la crisis); otros la ruptura del Estado porque consideran que son v¨ªctimas de un expolio fiscal: el conejo de la independencia ha salido de la chistera de la petici¨®n de concierto fiscal, es decir, de la aspiraci¨®n catalana al privilegiado r¨¦gimen fiscal vasco y navarro. Frente a estas dos tesis, se intenta abrir paso una tercera v¨ªa conciliadora: la federal. El desconcierto y la desorientaci¨®n son may¨²sculos.
La mayor dificultad proviene del hecho de que todas las tesis en litigio contienen algo de verdad, pero no toda la verdad: para gastar mejor, hace falta re-centralizar ciertas competencias (m¨¢s Estado central); hace falta adaptar de verdad la organizaci¨®n estatal al modelo auton¨®mico (menos Estado central y, sobre todo, mejor colocaci¨®n de las entidades locales en el puzzle estatal y auton¨®mico); hace falta reconocer mejor las diferencias de algunos territorios (m¨¢s asimetr¨ªa); hace falta asegurar los mecanismos de colaboraci¨®n entre territorios y la solidaridad en tiempos de crisis (m¨¢s simetr¨ªa); hace falta gastar mejor el dinero p¨²blico, redimensionando todas las instituciones p¨²blicas. La cuesti¨®n es: ?c¨®mo alcanzar un equilibrio razonable entre tantos objetivos contrapuestos?
En primer lugar, ?es el federalismo la soluci¨®n? Yo no lo creo. Hay que comenzar advirtiendo una confusi¨®n conceptual: cuando en Espa?a se habla de ¡°Estado federal¡± casi todo el mundo cree que estamos hablando de m¨¢s autonom¨ªa y menos Estado central, casi como una suerte de ¨²ltimo grado de descentralizaci¨®n antes de la independencia. Pero esto no es verdad. Espa?a ya tiene m¨¢s descentralizaci¨®n que la mayor¨ªa de Estados federales. Por otro lado, el coraz¨®n del federalismo es la unidad entre territorios diferentes (no la separaci¨®n) y la igualdad (al menos formal) entre ellos. Y aqu¨ª lo que se discute en Catalu?a es m¨¢s autogobierno y m¨¢s diferencia con el resto del pa¨ªs, justo lo contrario de lo que supone el federalismo. El car¨¢cter nugatorio del extra?o ¡°concepto espa?ol de federalismo¡± se muestra en que da igual c¨®mo nos llamemos (estado federal o auton¨®mico) porque la cuesti¨®n cr¨ªtica pendiente en ambos casos es c¨®mo nos repartamos el dinero entre los territorios. That¡¯s the point.
Da igual c¨®mo nos llamemos: la cuesti¨®n cr¨ªtica pendiente es c¨®mo nos repartamos el dinero entre los territorios
El tr¨¢nsito de un Estado auton¨®mico a un Estado federal ser¨ªa t¨¦cnicamente complejo; habr¨ªa que repensar todo el marco competencial, que tan trabajosamente hemos ido cincelando. Adem¨¢s, crear un nivel estatal de administraci¨®n de justicia propio para cada nuevo Estado, coexistente con el federal, no parece una buena idea.
En un hipot¨¦tico Estado federal espa?ol, Catalu?a y Pa¨ªs Vasco ser¨ªan Estados, con una Constituci¨®n propia (y no ya un Estatuto de Autonom¨ªa). Esto tendr¨ªa un enorme potencial simb¨®lico y acaso podr¨ªa servir para embridar la apetencia de singularizaci¨®n. Pero el dibujo auton¨®mico del pa¨ªs no est¨¢ preparado para un modelo federal; probablemente habr¨ªa que reducir comunidades, agrupando territorios (lo cual se me antoja imposible). Y, sobre todo, si las actuales comunidades pasaran a ser Estados federados, solo un ingenuo podr¨ªa pensar que las reivindicaciones nacionalistas catalanas, vascas, gallegas, etc¨¦tera, cesar¨ªan. La asimetr¨ªa es un problema sin soluci¨®n. En cierto sentido, el nacionalismo pol¨ªtico es la expresi¨®n contable del sentimiento de diferencia. La palabra ¡°federal¡± procede de la latina foedus, que significa ¡°alianza¡± o ¡°pacto¡± entre varias personas pero de un modo distinto a un ¡°contrato¡±: una relaci¨®n ¡°federal¡± es la creada por un grupo de personas que se ponen de acuerdo para formar un nuevo cuerpo, fundado en la buena fe de sus integrantes y sin perder sus respectivas identidades, la ¡°libertad federal¡± (Lincoln comparaba el Estado federal a un matrimonio ¡ªten¨ªa, ciertamente, una visi¨®n optimista del matrimonio¡ª), mientras que un contrato se caracteriza por el cumplimiento estricto por las partes de sus respectivas obligaciones. Podr¨ªamos crear un Estado federal, pero es evidente que en Espa?a ni tenemos ni cabe esperar cualquier atisbo de ¡°esp¨ªritu o lealtad federal¡±.
El modelo ha servido para mejorar los servicios p¨²blicos y para redistribuir la renta entre regiones ricas y pobres
Yo reivindico el modelo auton¨®mico, que, con excesos y errores, ha sido, en lo sustancial, exitoso en el pasado: ha servido para mejorar los servicios p¨²blicos y para redistribuir la renta entre regiones ricas y pobres. Ahora bien, hay que distinguir el Estado auton¨®mico como procedimiento y como resultado. Yo suscribo el modelo auton¨®mico como procedimiento, no en su resultado actual. Me explicar¨¦. El Estado auton¨®mico como procedimiento es un m¨¦todo, abierto en el tiempo, para adoptar acuerdos entre actores pol¨ªticos y territorios. Se trata de un modelo original (es una aportaci¨®n genuinamente espa?ola), tremendamente el¨¢stico porque lo permite casi todo: tanto la devoluci¨®n de competencias al Estado central como profundizar en el autogobierno auton¨®mico; avanzar en la homogeneizaci¨®n territorial y tambi¨¦n favorecer la asimetr¨ªa de algunos territorios. Es un modelo que, frente a la rigidez del Estado federal una vez establecido, permite alcanzar con flexibilidad los acuerdos razonables entre principios contradictorios de los que antes hablaba. El Estado auton¨®mico como procedimiento no coagula en ning¨²n momento la pol¨ªtica territorial, sino que permite encauzarla.
Evidentemente, ese procedimiento de adopci¨®n de acuerdos permite concluir diversos resultados. Hemos tenido Estado auton¨®mico m¨¢s de 30 a?os pero con diferentes rostros. El actual est¨¢ en cuesti¨®n y debe revisarse en profundidad. Primero, porque la organizaci¨®n territorial estatal y local no est¨¢ bien ajustada al modelo auton¨®mico. Tras los sucesivos cambios, hemos ido amontonando instituciones sin ordenar el proceso (por ejemplo, la superposici¨®n entre la Administraci¨®n auton¨®mica perif¨¦rica y las diputaciones provinciales o la sobredimensionada estructura del Gobierno central). Segunda, porque la tramitaci¨®n del Estatut por parte de las instituciones centrales ha atendido torpemente la singularidad catalana en sus aspectos simb¨®licos. Tercero, porque la crisis econ¨®mica ha mostrado la necesidad de racionalizar las instituciones centrales y las auton¨®micas, empezando por los Parlamentos, con una actividad legislativa cada vez menor, y siguiendo por las dem¨¢s. Cuarto, porque urge encontrar mejores soluciones a la colaboraci¨®n entre autonom¨ªas; en ese contexto se enmarca la siempre pendiente reforma del Senado.
Los responsables pol¨ªticos est¨¢n? paralizados, Sin embargo, defender las instituciones es defender la democracia
Pero la clave de la crisis institucional no est¨¢ en el modelo, que es aceptable (m¨¢s a¨²n: seguramente, el ¨²nico que podr¨ªamos tener en Espa?a), sino en la incapacidad de los actores pol¨ªticos de alcanzar resultados razonables en el momento actual. Alguien podr¨¢ objetarme: bueno, dado que hay que hacer una profunda reforma de la actual situaci¨®n, ?qu¨¦ diferencia aporta de verdad este planteamiento? Primero, creo que es importante valorar el modelo que tenemos porque su cr¨ªtica se funda en percepciones err¨®neas que solo sirven para deslegitimar las instituciones en un momento de profundo desprestigio de la Constituci¨®n y de v¨®mito ciudadano de la pol¨ªtica ¡°oficial¡±. Los responsables pol¨ªticos est¨¢n desorientados y paralizados. Sin embargo, defender las instituciones es defender la democracia. Segundo, hay que reconocer que la criticada apertura de nuestro modelo territorial es, precisamente, su mayor fortaleza. Somos como somos. El Estado auton¨®mico ir¨¢ siendo como lo decidan los actores pol¨ªticos del momento. Y la asimetr¨ªa es, junto con su contrario, el dinamismo homogeneizador, un factor estructural del modelo, que nadie se enga?e. De todos modos, las tensiones territoriales se dan en todo el mundo, no solo aqu¨ª. Tercero, ciertamente, es preciso emprender una profunda reforma de todas las instituciones, de calado constitucional y no solo legal. Y esta reforma requiere el mayor consenso posible. Vivimos un momento constituyente, lo asuman o no nuestros representantes pol¨ªticos. Pero de entre todas las cosas pendientes de cambio, quiz¨¢ sea el modelo auton¨®mico como procedimiento lo ¨²nico que no haya que cambiar.
Fernando Rey Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional. Universidad de Valladolid.
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