Los deudores
En una econom¨ªa basada en el consumo, el productor depende del comprador. Mucho antes de que Abbie Hoffman publicara su manual para vivir gratis, Balzac hab¨ªa escrito sobre el arte de sortear a los acreedores
Es demasiado tarde. No podemos ganar. Se han hecho demasiado poderosos¡±. Esto fue lo que escribi¨® Abbie Hoffman, el famoso activista estadounidense, en su nota de suicidio. Se refer¨ªa a las instituciones, los acontecimientos y las ideolog¨ªas contra las que hab¨ªa luchado, de manera peculiar, toda su vida.
La figura de Hoffman viene muy a cuento en estos tiempos cr¨ªticos; en los a?os sesenta era un joven, autodenominado anarco comunista, alumno de Herbert Marcuse, que en diversas acciones, en grupo o de forma individual, fue montando una protesta continuada contra el Estado, la polic¨ªa, el capitalismo, o contra fen¨®menos muy puntuales como la guerra de Vietnam. Hoffman era un activista furibundo que en 1969 irrumpi¨® en el concierto de Woodstock, en el escenario donde tocaban los Who, para soltar una arenga, ante la mirada at¨®nita del cantante Roger Daltrey, en la que exig¨ªa la liberaci¨®n inmediata del poeta y activista John Sinclair, que estaba en la c¨¢rcel por posesi¨®n de mariguana.
El mismo Hoffman tambi¨¦n estuvo en la c¨¢rcel por tr¨¢fico de coca¨ªna.
Con todo y sus des¨®rdenes y sus contradicciones, Abbie Hoffman tuvo siempre claro que el individuo com¨²n estaba indefenso ante el poder enorme del dinero, del Estado y de los medios de comunicaci¨®n. Transcribo aqu¨ª dos joyas de su furibundo pensamiento: ¡°La libertad de prensa pertenece a aquellos que poseen la distribuci¨®n de la prensa¡±'; y esta otra: ¡°La revoluci¨®n de la conciencia es in¨²til sin una revoluci¨®n en la distribuci¨®n del poder¡±.
De esto ¨²ltimo se dio cuenta el pobre de Hoffman, a los cincuenta y dos a?os, en 1989, cuando escribi¨® su nota de suicidio. Pero casi veinte a?os antes, luego de ser rechazado por 30 editoriales, public¨®, en una editorial de su invenci¨®n y propiedad, su obra Roba este libro (Steal this book, Pirate Editions,1971). El libro es un manual de supervivencia en cuyas p¨¢ginas podemos encontrar infinidad de m¨¦todos para conseguir comida, ropa, transporte, drogas y hasta dinero gratis. A 40 a?os de distancia este manual, que fue biblia de muchos en su ¨¦poca, se ha convertido en una curiosidad hist¨®rica; tres cuartas partes de los m¨¦todos se han vuelto obsoletos, en buena medida por la irrupci¨®n de la inform¨¢tica en los sistemas de seguridad que tienen tiendas y bancos, y que ahora nos impiden, como propon¨ªa Hoffman, robar tarjetas de cr¨¦dito, falsear libretas de ahorro o cambiar la etiqueta de precio de un producto caro por la de uno barato.
A pesar de sus delirios, ¡®Roba este libro¡¯ iba un paso por delante del ¡®?Indignaos!¡¯ de Hessel
Roba este libro, con todo y sus boutades y sus delirios, iba un paso delante del ?Indignaos!, de St¨¦phane Hessel, y de toda la saga que este ha inspirado; era un libro que invitaba, m¨¢s que a la reflexi¨®n y a la indignaci¨®n, a la acci¨®n directa, y muchos j¨®venes de aquella ¨¦poca lograban vivir gratis siguiendo sus muy puntuales instrucciones.
Al final Hoffman se dio cuenta de que no pod¨ªa ganar, sin embargo, durante muchos a?os sostuvo y promovi¨® su idea de que era posible vivir gratis, al margen de los grandes poderes que todo lo controlan. Una idea subversiva y poderosa, parienta de aquella que tuvo Honor¨¦ de Balzac, y que escribi¨® en su tiempo, de que a un acreedor era factible darle, en lugar de dinero, ¡°bellas palabras¡±. Pero Balzac, a diferencia de Hoffman, sab¨ªa que pod¨ªa ganar.
Balzac, adem¨¢s de ser un escritor monumental, era un maestro en escurrirse de sus acreedores. Arrinconado por sus deudas, que pretend¨ªa pagar a fuerza de firmar contratos de libros que no hab¨ªa empezado a escribir, Balzac eleg¨ªa sus domicilios en funci¨®n de las v¨ªas de escape que le ofrec¨ªan, y cada vez que tocaba la puerta un acreedor brincaba por la ventana y desaparec¨ªa por los patios vecinos. Quien haya estado en la Maison de Balzac en Par¨ªs, en el barrio de Passy, habr¨¢ notado que a escaso metro y medio de su escritorio hay una misteriosa puertecita por donde escapaba, cuando era necesario, el autor de Las ilusiones perdidas.
Tal era la maestr¨ªa de Balzac para desaparecer en cuanto alguien quer¨ªa cobrarle, que decidi¨® escribir su experiencia en un raro librito, que firm¨® en colaboraci¨®n con su colega Emile Marco de Saint-Hilaire y que, hace muy poco, comenz¨® a circular en una modesta, e impecable, edici¨®n en espa?ol. La edici¨®n original de este libro, que no ha sido reeditado en Francia desde 1827, est¨¢ precisamente en la Maison de Balzac, en Par¨ªs, muy cerca de la misteriosa puertecita.
Igual que el libro de Hoffman, el de Balzac invita a la acci¨®n, desde el t¨ªtulo mismo: El arte de pagar sus deudas, sin gastar un c¨¦ntimo. Est¨¢ inspirado en la vida de su supuesto t¨ªo y, a pesar de su tono ligero y guas¨®n, que en Francia ha impedido que forme parte del corpus oficial de su obra, contiene una sabidur¨ªa que no conviene ignorar en esta ¨¦poca en que la crisis ha disparado el n¨²mero de deudores y enardecido, a niveles insospechados, a los acreedores.
La vida de Balzac era desmesurada, igual que su Comedia Humana, ese majestuoso proyecto novel¨ªstico en el que conviven los m¨¢s de dos mil personajes que le dio tiempo de perfilar porque, seg¨²n se sabe por las minuciosas anotaciones que dej¨®, ¨¦l hab¨ªa planeado que fueran tres o cuatro mil. De las ciento cuarenta y cuatro novelas que hab¨ªa proyectado escribir, se le quedaron cincuenta en el tintero, y las que logr¨® terminar fueron confeccionadas en unas sesiones, tambi¨¦n desmesuradas, que arrancaban a las doce la noche, se interrump¨ªan a las nueve de la ma?ana para desayunar y darse un largo ba?o y luego continuaban, con una pausa para comer, hasta las ocho de la noche, hora en que se iba a la cama o, algunas veces, remataba con una funci¨®n de teatro o alg¨²n evento social.
El libro de Balzac contiene una sabidur¨ªa que no conviene ignorar en esta ¨¦poca de crisis
Pero La comedia humana era tambi¨¦n la f¨®rmula que encontr¨® para sistematizar su trabajo y obtener el dinero que necesitaba para pagar las deudas de sus negocios inmobiliarios, que eran tambi¨¦n desmesurados. Balzac, cuyo t¨ªo de ficci¨®n se parec¨ªa peligrosamente a ¨¦l mismo, defend¨ªa la teor¨ªa de que solo las cosas muy grandes son de verdad baratas. ¡°Cuando se quiere hacer un negocio grande, hay que escoger una finca realmente grande¡±, anot¨® en su libro de cuentas.
El supuesto t¨ªo de Balzac, y de Saint-Hilaire, era un hombre que hac¨ªa fortuna y despu¨¦s la deshac¨ªa, con una facilidad asombrosa. ¡°Es mejor deberle cien mil francos a una sola y misma persona, que deberle mil francos a mil personas, a un mismo tiempo¡±, sosten¨ªa el t¨ªo, y tambi¨¦n dec¨ªa que ser¨ªa insensato meter a la c¨¢rcel a ¡°aquel que tiene deudas desde hace tiempo y jam¨¢s ha pagado ninguna¡±. Al llegar al final de su vida, que lo sorprendi¨® por supuesto en la ruina, el t¨ªo de Balzac reuni¨® a sus doscientos veintid¨®s acreedores en su restaurante favorito, con el objeto de presentarles su minucioso libro de cuentas y anunciarles que no iba a pagarles el veinte o el cuarenta por ciento de lo que legalmente les deb¨ªa, ¡°soy incapaz de una tal bajeza, ser¨ªa una gamberrada y prefiero optar por no pagarles nada en absoluto¡±. En cuanto anunci¨® que no iba a pagar,el t¨ªo de Balzac, por medio de ese acto de ilusionismo verbal, desapareci¨® la deuda, qued¨® liberado de esta e inmediatamente despu¨¦s muri¨® en brazos del sobrino, el mismo que escribir¨ªa ese libro donde nos cuenta su teor¨ªa de la deuda, que parte de la idea de que los pa¨ªses m¨¢s poderosos son los que m¨¢s dinero deben, y que basta hacer la analog¨ªa con las personas para entender c¨®mo funciona el negocio: "mientras m¨¢s deudas se tienen, m¨¢s cr¨¦dito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos ayuda se puede esperar".
La idea central de este librito de Balzac es que la sociedad se divide entre productores y consumidores y que estos ¨²ltimos, son los que mantienen a los primeros, puesto que compran sus productos. Es decir que el acreedor, aunque esto no suele plantearse as¨ª, est¨¢, de entrada, en deuda con qui¨¦n le debe dinero. Visto as¨ª, ?qui¨¦n le debe a qui¨¦n?
Balzac remata su teor¨ªa con este cristalino colof¨®n: "Qui¨¦n tiene un m¨ªnimo de principios, tiene que pagar sus deudas. De una manera o de otra, es decir, con dinero o sin dinero".
Jordi Soler es escritor
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