La Casa Blanca se llena de regalos

Los inquilinos de la Casa Blanca podr¨¢n ser los m¨¢s poderosos del mundo, pero, como cualquier otra familia, no se libran del quebradero de cabeza que supone comprar los regalos de Navidad. Incluso algunos esperan como todo el mundo hasta ¨²ltima hora para hacer sus compras. No es el caso del presidente Obama, que visit¨® a finales de noviembre junto a sus dos hijas una librer¨ªa de Virginia. All¨ª adquiri¨® 15 libros infantiles para los m¨¢s peque?os de sus familiares y amigos m¨¢s cercanos. Sin embargo, su mujer no parece ser tan previsora: La familia empez¨® el viernes dos semanas de vacaciones en Hawai y, hasta ese momento, que se sepa, la primera dama todav¨ªa no hab¨ªa pisado una tienda o un centro comercial. Aunque lo m¨¢s probable es que haya optado por ir de inc¨®gnito, como ya hizo Jackie Kennedy en alguna ocasi¨®n, o ha decidido enviar a otros a elegir los obsequios, como sol¨ªa hacer Nancy Reagan. O, simplemente, que los haya encargado por Internet, al igual que Bill Clinton o su propio marido.

Cada una de las familias que ha ocupado la Casa Blanca traslad¨® al 1600 de Pennsylvania Street su particular manera de abordar las compras navide?as. Carl Anthony, un fan¨¢tico de la vida privada de los presidentes de EE UU, relata en su blog las diversas formas en las que los jefes de Estado del pa¨ªs, desde George Washington hasta Barack Obama, suelen pasar estas fiestas.

El primer regalo de Navidad hecho por un presidente de EE UU consisti¨® en unos pendientes de perlas y un broche con la forma de ¨¢guila, que George Washington ofreci¨® a su esposa Martha en 1789

El primer regalo de Navidad hecho por un presidente de EE UU consisti¨® en unos pendientes de perlas y un broche con forma de ¨¢guila, el s¨ªmbolo del pa¨ªs, que George Washington ofreci¨® a su esposa Martha en 1789. El mandatario pag¨® por el lote 16 libras de la ¨¦poca. La segunda primera dama estadounidense de la historia, Abigail Adams, ten¨ªa gustos m¨¢s modestos que su predecesora y le pidi¨® a su marido, John Adams, que le comprara tres libros: Viaje a Constantinopla, Cartas a una joven y Educaci¨®n Femenina, de John Manchester Bennett. El pol¨ªtico satisfizo sus deseos y adquiri¨® para ella los tres vol¨²menes.

Como Adams, Obama tambi¨¦n regalar¨¢ libros este a?o. ?l los compr¨® en persona, aunque le reconoci¨® a la encargada de la tienda que prefer¨ªa navegar por Internet a la hora de adquirir regalos. ¡°No como Michelle, que se pasar¨ªa la vida deambulando de una tienda a otra¡±, se?al¨®. Hace un a?o, la primera dama llen¨® un carro en un supermercado bastante asequible. Lo hizo de inc¨®gnito, como sol¨ªa hacer Jackie Kennedy. A la mujer de JFK le gustaba desplazarse a las tiendas de las afueras de Washington, donde pod¨ªa pasar m¨¢s desapercibida.

Entonces, a las mujeres de los presidentes solo les acompa?aba un miembro del Servicio Secreto. Tras el asesinato de Kennedy, la presencia de los hombres de negro se multiplic¨® y con ella la curiosidad que despertaban en el resto de compradores y en la prensa. Pat Nixon, de acuerdo con Anthony, se sent¨ªa muy agobiada por los medios de comunicaci¨®n que la rodeaban en cada uno de los establecimientos a los que acud¨ªa para hacer sus compras navide?as.

Los presentes que se intercambiaban los Reagan no eran regalos al uso: sierras el¨¦ctricas, camionetas...

Quiz¨¢s para evitar el acoso de los flashes, Nancy Reagan opt¨® por ordenar a un grupo de empleados de la Casa Blanca que se encargara de elegir los regalos. El s¨¦quito le presentaba las compras y luego ella se ocupaba de seleccionar lo que cre¨ªa m¨¢s conveniente de entre lo que le hab¨ªan presentado. Contentarla no deb¨ªa ser tarea f¨¢cil, a juzgar por los gustos que relata Anthony en su blog. Los presentes que se intercambiaban los Reagan no eran regalos al uso: sierras el¨¦ctricas, camionetas...

Hillary Clinton no dejaba las compras para el ¨²ltimo momento y aprovechaba los viajes al extranjero que realizaba junto a su marido, Bill, para recopilar los regalos. Eleanor Roosevelt tambi¨¦n ten¨ªa esa costumbre, si bien, la mujer del 32 presidente de EE UU, reservaba unos d¨ªas para rebuscar entre los establecimientos del pa¨ªs para promocionar el comercio estadounidense en plena recesi¨®n econ¨®mica.

De inc¨®gnito, con s¨¦quito, acompa?ados del servicio secreto, por Internet, sin esconderse¡­ Las formas de realizar las compras navide?as en la Casa Blanca no se antojan tan complicadas como el hecho de dirigir el pa¨ªs, pero requieren de una preparaci¨®n concienzuda, como en el resto de familias.