El rancio discurso de Cameron
En vez de ofrecer un papel en Europa a los brit¨¢nicos, el ¡®premier¡¯ renegocia el pasado
Reino Unido se encuentra ante la encrucijada de qu¨¦ decisi¨®n tomar respecto al papel que debe desempe?ar en el siglo XXI. Pero el anhelado discurso sobre Europa del primer ministro, David Cameron, supone un error de c¨¢lculo que provocar¨¢ una frustraci¨®n general.
Con ese discurso, a los euroesc¨¦pticos brit¨¢nicos se les deniega la inmediata celebraci¨®n de un refer¨¦ndum sobre la pertenencia a la Uni¨®n Europea, al tiempo que los proeurope¨ªstas perder¨¢n su voz en el debate sobre el futuro de Europa, mientras las energ¨ªas de su pa¨ªs se malgastan en renegociar los poderes existentes. Entretanto, el resto del mundo, en lugar de contar con un socio brit¨¢nico fiable en tiempos de incertidumbre, tendr¨¢ que ocuparse de buscarle un tratamiento especial. Lo peor de todo es que la promesa de Cameron de ir a una renegociaci¨®n cosm¨¦tica, seguida de una campa?a para quedarse en la Uni¨®n Europea, est¨¢ destinada a complicar, m¨¢s que a resolver, el dilema fundamental al que se enfrentan sus compatriotas, el de la elecci¨®n entre dos futuros brit¨¢nicos radicalmente diferentes.
Por un lado, los euroesc¨¦pticos, que han retenido a Cameron como reh¨¦n en las votaciones parlamentarias sobre Europa, cuentan con una agenda bien clara. Han formulado una moderna argumentaci¨®n muy diferente del reaccionario aislacionismo de d¨¦cadas pasadas. En lugar de los viejos argumentos sobre los super-Estados europeos que iban a destrozar la soberan¨ªa brit¨¢nica, manejan ahora un discurso completamente nuevo, el de un Reino Unido ¡°uncido al cad¨¢ver¡± de la eurozona. Afirman que el mercado ¨²nico tiene inmovilizado al mundo empresarial brit¨¢nico con tr¨¢mites burocr¨¢ticos; que la uni¨®n aduanera retiene a Reino Unido como reh¨¦n de los lobbies proteccionistas de todos los Estados miembros; y que la libre circulaci¨®n de personas est¨¢ inundando su mercado de trabajo con inmigrantes. La Uni¨®n Europea les parece una reliquia fosilizada del siglo XX en un nuevo mundo digital. Lo que les importa a los esc¨¦pticos, en palabras del columnista conservador Matthew d¡¯Ancona en GQ es ¡°no la relevancia poscolonial o la capacidad de combatir junto a Estados Unidos en intervenciones militares, sino la aut¨¦ntica libertad de comerciar globalmente¡±. Y concluye: ¡°?Qu¨¦ tiene de malo ser un nuevo Singapur frente a las costas de Europa?¡±.
Los nuevos euroesc¨¦pticos creen que la era moderna trasciende a la geograf¨ªa, uniendo al mundo, econ¨®mica y pol¨ªticamente, en la nube cibern¨¦tica. Los pa¨ªses a los que m¨¢s admiran, tales como Australia, Dub¨¢i y Singapur, han sabido labrarse con ¨¦xito un papel global sin tener que preocuparse de intentar dar forma al mundo. Lo que quieren los nuevos esc¨¦pticos fluye de modo natural de las pol¨ªticas exteriores del antiguo primer ministro Gordon Brown y de Cameron de tratar de alejarse de lo que Cameron ve¨ªa como una ¡°extralimitaci¨®n¡± de la era Blair.
Los euroesc¨¦pticos ven a la UE como una reliquia del siglo XX en un nuevo mundo digital?
La era Brameron se ha caracterizado por un distanciamiento tanto de Washington como de la Uni¨®n Europea, por un sentido de la primac¨ªa de la diplomacia econ¨®mica, y por un mayor inter¨¦s por las tropas en Afganist¨¢n y por los cooperantes en ?frica que por la b¨²squeda de la influencia tradicional. El fundamento intelectual de ese movimiento es que mientras Reino Unido puede entrar en una ¡°nueva era isabelina¡± en la que seguir¨ªa conservando una perspectiva global, deber¨ªa rechazar verse envuelto en disputas sobre la salud del euro en el patio trasero de Europa, en las que tiene escaso inter¨¦s.
Para diplom¨¢ticos y estadistas, la posici¨®n de los esc¨¦pticos demuestra que est¨¢n en la inopia. Ven en el nuevo credo del small is beautiful de la Little Britain una traici¨®n al hist¨®rico papel brit¨¢nico y una innecesaria castraci¨®n de la influencia que tan penosamente se hab¨ªa recuperado despu¨¦s de la debacle de Suez. Como me dijo un funcionario de muy alto rango: ¡°Durante los ¨²ltimos siglos, Reino Unido ha estado en el puente de mando de los asuntos mundiales. Durante los pr¨®ximos tendremos que acostumbrarnos a vivir marginados¡±.
A finales de noviembre, el antiguo primer ministro Tony Blair regres¨® al escenario pol¨ªtico para sostener que tambi¨¦n los proeurope¨ªstas necesitan rehacer radicalmente el discurso a favor de Europa para contrarrestar los falsos argumentos de los esc¨¦pticos. ¡°Hace sesenta y seis a?os, cuando comenz¨® el proyecto, su fundamento era la paz. El de hoy es el poder¡±, dijo. Blair afirm¨® que dado el desplazamiento de poder en el mundo, el ¨²nico modo en que Reino Unido puede evitar la irrelevancia es el de asociarse con los dem¨¢s europeos, al unirse tras una voz com¨²n el mayor mercado mundial y los considerables recursos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y militares de las naciones de Europa.
Este es de hecho el mejor modo ¡ªquiz¨¢ el ¨²nico modo¡ª de poder acceder a los nuevos mercados y de tener voz en la formulaci¨®n de las reglas de juego en el mundo multipolar del siglo XXI. En lugar de subcontratar las grandes decisiones de Washington y Pek¨ªn, los europeos deber¨ªan unirse en un intento de construir un mundo G-3.
La otra opci¨®n es quedarse como un Singapur frente a las costas de Europa
Blair est¨¢ contando con el hecho de que sus compatriotas ¡ªcuyo pa¨ªs, en alg¨²n momento u otro ha controlado a las 200 naciones del mundo excepto 14¡ª no han perdido la voluntad de poder. En uno de los pasajes m¨¢s narcisistas y reveladores de su libro de memorias, A journey, escribe: ¡°Siempre tuve en consideraci¨®n que incluso aquellos a los que yo no les gustaba (bastantes) o no estaban de acuerdo conmigo (una buena proporci¨®n) admiraban sin embargo el hecho de que yo fuera tenido en cuenta, de que fuera una pieza clave, de que fuera un l¨ªder mundial y no meramente nacional¡±.
Durante los ¨²ltimos 50 a?os, la pol¨ªtica exterior brit¨¢nica ha basculado sobre dos patas, compensando su ¡°relaci¨®n especial con los Estados Unidos¡± con su pertenencia a la Uni¨®n Europea. Hoy, ambos pilares se est¨¢n viniendo abajo. El presidente Barack Obama alimenta muchas fantas¨ªas europeas sobre el liderazgo norteamericano, pero se encuentra al frente de un pa¨ªs que est¨¢ haciendo pivotar su energ¨ªa y su atenci¨®n del Atl¨¢ntico al Pac¨ªfico. Al mismo tiempo, Europa est¨¢ remodelando sus instituciones y proyectos.
Las dos cuestiones principales para Europa son si la Uni¨®n Europea se integrar¨¢ lo suficiente como para situar al euro sobre una base sostenible, y si eso puede hacerse de un modo que no destruya los otros tres proyectos pol¨ªticos de Europa: el mercado ¨²nico, la pacificaci¨®n del vecindario europeo y la proyecci¨®n de un poder global. Para Blair, Reino Unido no puede permitirse dejar de participar en esos grandes debates, en calidad de espectador pasivo de la Uni¨®n Europea.
Reino Unido puede tratar de ayudar a redactar las reglas del siglo XXI, como una fuerza atractiva y relevante, en el polo europeo de un mundo cada vez m¨¢s multipolar. O puede aspirar a un futuro como centro financiero mundial ¡ªun nuevo Singapur¡ª que busque sacar provecho de las oportunidades que le ofrezca un sistema global regido por otros. Ambas perspectivas son viables, pero ambas suponen decisiones dif¨ªciles que afectan a la esencia del car¨¢cter nacional brit¨¢nico.
La tragedia del discurso de Cameron sobre Europa es que al pueblo brit¨¢nico se le negar¨¢ la oportunidad de elegir entre esas opciones. En lugar de sumarse a otros miembros de la Uni¨®n Europea en un debate sobre nuestro futuro com¨²n, propone lanzarse en pos de la renegociaci¨®n de oscuros poderes. La incertidumbre que eso vaya a causar en los negocios globales es inquietante, pero no menos preocupante es su efecto sobre la posici¨®n de Reino Unido en el mundo.
Mientras el resto del continente lidia con asuntos como el monetario, la uni¨®n pol¨ªtica y el equilibrio de poderes en el mundo, la clase pol¨ªtica brit¨¢nica va a emprender un debate ensimismado acerca de a qu¨¦ aspectos de la pol¨ªtica pesquera com¨²n o de la directiva sobre el tiempo de trabajo no debiera acogerse. En vez de ofrecer una opci¨®n por un futuro europeo en cuya configuraci¨®n Reino Unido pueda desempe?ar un papel, Cameron est¨¢ intentando renegociar el pasado.
Mark Leonard es cofundador y director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
? Reuters
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola.
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