Una argentina reinventa la monarqu¨ªa en Holanda
La sonrisa tenaz de M¨¢xima Zorreguieta bati¨® suspicacias hacia sus or¨ªgenes Tras la abdicaci¨®n de la reina Beatriz, la hija del secretario de Estado de la dictadura de Videla asume junto a Guillermo el reto de traer nuevos aires a la corona
A sus 42 a?os, M¨¢xima de Orange es una mujer ambiciosa dispuesta a servir a la sociedad holandesa, que la recibi¨® con recelo hace una d¨¦cada y ha terminado por convertirla en su reina consorte. Nacida en Buenos Aires con los apellidos Zorreguieta Cerruti, el pasado de su progenitor, secretario de Estado de Agricultura durante la dictadura argentina, a punto estuvo de provocar una crisis constitucional. Salvado el obst¨¢culo a base de excluir a sus padres de la boda real, en 2002 ¡ªsoluci¨®n que parece sacada de un manual de correcci¨®n pol¨ªtica¡ª, su tenacidad ha hecho el resto. Su ambici¨®n es, por tanto, de la buena. O como dice la historiadora Reinildis van Ditzhuyzen, ¡°ella desea contribuir y aprovechar¨¢ su posici¨®n para lograrlo¡±. El 30 de abril, cuando su esposo, el pr¨ªncipe Guillermo, suceda a su madre, la reina Beatriz, como jefe de Estado y se convierta en el primer var¨®n que accede al trono en algo m¨¢s de un siglo, M¨¢xima compartir¨¢ la corona. Despu¨¦s retomar¨¢ sus labores de asesora de Naciones Unidas en la promoci¨®n de microcr¨¦ditos y como enlace entre la propia organizaci¨®n internacional y el G-20, el grupo de pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo, dos de las principales citas de su agenda.
Porque M¨¢xima no solo aprendi¨® holand¨¦s, la complicada lengua de su marido, en un tiempo r¨¦cord. Tambi¨¦n ha cumplido otras obligaciones reales con prontitud impecable. Ha tenido la suerte de tener tres hijas, Amalia, Alexia y Ariana, en los cinco primeros a?os de su matrimonio. Ha recorrido, y sigue haci¨¦ndolo, toda Holanda con entusiasmo, y ha llevado sus conocimientos financieros (es licenciada en Econ¨®micas y trabaj¨® para los bancos HSBC y Deutsche Bank en Nueva York) a las escuelas. Es frecuente verla en los centros de primaria y secundaria holandeses explicando las bondades del ahorro temprano con huchas en la mano. Pero la princesa comprometida que lleva a sus hijas a un colegio p¨²blico tiene, sobre todo, un proyecto vital con su pr¨ªncipe. ¡°Se proponen tres cosas esenciales: unir a la poblaci¨®n en la tolerancia sin crear camarillas y como s¨ªmbolo de la naci¨®n; representar al Estado en el exterior con dignidad, y apoyar a los que trabajan por el pa¨ªs, ya sean deportistas famosos o ciudadanos an¨®nimos¡±, sigue la historiadora, que es adem¨¢s experta en monarqu¨ªa y protocolo.
Justamente el protocolo, que podr¨ªa haberse convertido en un cors¨¦ para una joven de ascendencia burguesa como M¨¢xima, es su mejor aliado. A la reina Juliana, madre de la actual soberana Beatriz, no le gustaban las reglas y atormentaba a sus servidores p¨²blicos. Beatriz, por el contrario, ha abrazado el c¨®digo como la soluci¨®n para que su labor tenga ritmo y estructura. ¡°M¨¢xima lo ha interiorizado a la perfecci¨®n. Sonr¨ªe, est¨¢ suelta y no tiene problemas. Conoce su lugar en todo momento¡±.
Ha interiorizado el c¨®digo de su suegra a la perfecci¨®n: sonr¨ªe, est¨¢ suelta y no tiene problemas
El carisma de la princesa y su olfato pol¨ªtico se han puesto a prueba desde la abdicaci¨®n de su real suegra, el pasado lunes, con diferente resultado. A la ma?ana siguiente del anuncio, y cuando el resto de la familia real estaba reunida, M¨¢xima acudi¨® a un compromiso previamente pactado con el Ej¨¦rcito. A la salida del acto le preguntaron por su estado de ¨¢nimo y dijo lo siguiente: ¡°Es un honor seguir los pasos de mi suegra, la reina¡±. En realidad, quiso expresar su admiraci¨®n por Beatriz de Holanda, pero pareci¨® que cre¨ªa que ser¨¢ reina y no consorte. El desliz l¨¦xico fue perdonado de inmediato porque todo el pa¨ªs asume que har¨¢ un buen trabajo.
Su agudeza para comprender el alcance constitucional de su futura posici¨®n s¨ª dio en el clavo. Sus padres no acudieron a su boda hace 11 a?os. Sin que nadie le susurrara al o¨ªdo una soluci¨®n, ella misma dijo que tampoco vendr¨ªan a la entronizaci¨®n. Una salida airosa, elegante incluso, para un momento trascendente en la historia de un pa¨ªs que cumple 200 a?os como monarqu¨ªa.
Y ahora la pregunta que nadie se atreve a verbalizar: ?acabar¨¢ por hacerle sombra la reina M¨¢xima al rey Guillermo? Van Ditzhuyzen no lo cree as¨ª. En su opini¨®n, ella estar¨¢ m¨¢s libre para seguir con sus otras actividades como patrona de la C¨¢tedra Pr¨ªncipe Claus y miembro del Comit¨¦ Nacional para la Promoci¨®n de las Inversiones. Sin olvidar el apoyo a las mujeres inmigrantes y el Fondo Orange, destinado a promocionar iniciativas sociales y que comparte con su esposo. ¡°El mayor problema que han tenido, la compra de una casa en Mozambique en plena crisis, ya se ha resuelto. Fue una tonter¨ªa, pero comprendieron que su vida est¨¢ llena de privilegios y tambi¨¦n de inconvenientes. Aunque su popularidad baj¨® mucho en ese momento, ya se ha recuperado¡±, asegura.
El asunto de Mozambique fue espinoso y con ramificaciones de dudosa defensa. En busca de privacidad durante sus vacaciones, la pareja principesca adquiri¨® una villa en la playa africana de Machangulo. Un lugar maravilloso y apartado. Tanto que para llegar ocasionaban grandes gastos de desplazamiento de los cuerpos de seguridad. Adem¨¢s del consiguiente trasiego de vuelos intercontinentales. Cuando las cr¨ªticas en casa arreciaron, acabaron vendiendo la propiedad por un precio simb¨®lico. ¡°Era un sue?o cargado de buenas intenciones, pero no puede oscurecer nuestra labor¡±, dijeron el a?o pasado. Por el camino se supo que hab¨ªan girado una parte del pago a un agente inmobiliario con cuenta corriente en la isla de Jersey, un para¨ªso fiscal en el Canal de la Mancha. Los Orange pagaron sus impuestos, pero la impresi¨®n dada no era buena.
Vendida la casa de Mozambique y pasada la tormenta, un a?o despu¨¦s se hicieron con una villa de tres viviendas, piscina y playa y embarcadero privados en Grecia. Situada en la pen¨ªnsula del Peloponeso, abonaron 4,5 millones de euros. Esta vez la ciudadan¨ªa no se alter¨® y el Parlamento lo consider¨® ¡°un asunto privado¡±. Guillermo y M¨¢xima tienen asimismo un rancho en la Patagonia argentina, tierra que visitan a menudo. La ¨²ltima vez, la pasada Navidad.
Guillermo y M¨¢xima ser¨¢n la primera pareja de su generaci¨®n que se convierten en reyes del siglo XXI. Por tanto, todas las miradas estar¨¢n puestas en ellos. Les corresponde demostrar si la monarqu¨ªa en Europa sigue siendo necesaria en estos tiempos.
Como sucede con sus coet¨¢neas europeas, M¨¢xima es tambi¨¦n una princesa medi¨¢tica, un escaparate de estilo. La prensa social las persigue a todas, desde Noruega hasta Espa?a, y analiza con detalle los modelos que lucen.
M¨¢xima sale airosa en este aspecto. Al contrario de su esposo, que siempre recela de la prensa y ha admitido que le resulta dif¨ªcil aunar su vida p¨²blica y privada, la princesa abraza las c¨¢maras con naturalidad. Posiblemente resulte dif¨ªcil encontrar una foto donde no aparezca sonriente y habladora. Con su vestido nupcial, firmado por el modisto italiano Valentino, hizo un sincero alarde gestual. Privada de sus padres durante la boda en la Iglesia Nueva de ?msterdam, llor¨® con dignidad al son de un tango, el preferido de su progenitor. En la escena del balc¨®n, el tradicional beso fueron varios, largos y entre risas. Ella estaba feliz. ?l, feliz y ruborizado.
Cuando acude de invitada a otras bodas o ceremonias reales es una de las figuras a seguir. A veces, como en el enlace de los herederos de Luxemburgo, lleva conjuntos llamativos del belga Edouard Vermeulen que casi cortan la respiraci¨®n. No importa. Los luce con aplomo. Con los trajes largos sucede otro tanto. Las telas son espectaculares; los volantes, incontables, y su porte, como si hubiera nacido para ser princesa. Una exposici¨®n de una veintena de sus modelos organizada en 2011 en el palacio Het Loo fue la m¨¢s visitada del pa¨ªs. Es posible que las holandesas no se atrevan con el estilo de M¨¢xima, amante de ocres, marrones y rojos, pero lo admiran sin reservas.
A punto de compartir la corona, el papel de la princesa como madre se pondr¨¢ tambi¨¦n a prueba. Amalia, su hija mayor, pasar¨¢ a ser la heredera del trono. Tiene 10 a?os y es una ni?a despierta, con gran facilidad para los idiomas. Es pronto para tanta responsabilidad, y M¨¢xima y Guillermo quieren darle la mayor estabilidad posible. De momento, todos seguir¨¢n viviendo en Wassenaar, un municipio elegante cercano a La Haya. Cuando el palacio Huis ten Bosch est¨¦ acondicionado, se trasladar¨¢n a la ciudad. El cambio abre una nueva etapa y merece una apostilla casi cinematogr¨¢fica, como su propia vida: la aventura contin¨²a.
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