C¨®mo se elige el Papa
La regla de los dos tercios evita que se cuestione al cardenal designado
Antes de dimitir, el papa Benedicto XVI restableci¨® el requerimiento, que Juan Pablo II hab¨ªa modificado, de dos tercios de cardenales en el c¨®nclave para la elecci¨®n de su sucesor. Hasta llegar a este sistema electoral, la Iglesia pas¨® por azarosas y conflictivas pruebas y errores, en parte provocadas por su renuencia a pensar en t¨¦rminos pr¨¢cticos y estrat¨¦gicos sobre una elecci¨®n que, seg¨²n la doctrina, deber¨ªa ser inspirada por el Esp¨ªritu Santo.
Inicialmente, el obispo de Roma era elegido como los dem¨¢s obispos, es decir, por aclamaci¨®n asamblearia de los fieles. Sin embargo, ya en los tiempos de las catacumbas los desacuerdos en la elecci¨®n provocaron numerosas protestas, tumultos violentos y cismas. Hasta el siglo XII, al menos 31 antipapas fueron proclamados en pugna con otros ganadores y reconocidos por algunas facciones. En apenas 100 a?os en torno al a?o 1000, 12 papas fueron expulsados del trono, 5 fueron enviados al exilio y 5 fueron asesinados. Esta debilidad institucional interna de la Iglesia para elegir a su m¨¢ximo pont¨ªfice dio un papel arbitral a los sucesivos emperadores romano-germ¨¢nicos, los cuales a menudo nombraron sin m¨¢s al papa de turno.
La Iglesia solo pudo conquistar una mayor autonom¨ªa mediante la adopci¨®n de un sistema electoral m¨¢s efectivo. La primera reforma, en el siglo XI, consisti¨® en eliminar a los fieles y al bajo clero de la elecci¨®n y ponerla en manos de los cardenales. Sin embargo, la elecci¨®n continu¨® siendo concebida como una v¨ªa para conocer la voluntad de Dios, por lo que requer¨ªa una inequ¨ªvoca decisi¨®n por unanimidad. Ante los frecuentes desacuerdos, se intent¨® dar prioridad a la ¡°parte m¨¢s sensata y mayor¡±, lo cual sol¨ªa significar que los cardenales-obispos se impusieran sobre los cardenales-sacerdotes o los cardenales-di¨¢conos. Pero como los conflictos persist¨ªan, el papa Alejandro III decidi¨® establecer, desde 1179, la regla de la mayor¨ªa cualificada de dos tercios, a¨²n vigente en la actualidad. El abandono del requerimiento de unanimidad, que hab¨ªa sido identificado con la inspiraci¨®n divina, y su sustituci¨®n por una regla de mayor¨ªa cualificada se inspir¨® en algunos procedimientos de elecci¨®n de gobernantes usados en la ¨¦poca en varias ciudades italianas, incluido el duque de la Rep¨²blica de Venecia.
Fue Celestino V el que impuso en el siglo XIII el encierro de los electores en un c¨®nclave
La regla de los dos tercios permite esperar que el elegido no sea cuestionado por ning¨²n rival cre¨ªble, ya que ello requerir¨ªa que cambiara de opini¨®n una mayor¨ªa de aquellos que hubieran apoyado originalmente al ganador. Esto permiti¨® a la Iglesia postular que tambi¨¦n el elegido mediante esta regla reflejar¨ªa la voluntad divina. Seg¨²n dijo el papa P¨ªo II sobre su propia elecci¨®n: ¡°Lo que se hace por dos tercios del Sacro Colegio est¨¢ hecho sin duda por el Esp¨ªritu Santo, y no cabe oponerse¡±. La regla de los dos tercios tambi¨¦n fue adoptada para las elecciones de obispos por los sacerdotes de la di¨®cesis, que no fueron oficialmente suprimidas hasta principios del siglo XX, y de los abades y abadesas por los monjes y monjas, todav¨ªa en vigor.
Sin embargo, la regla de los dos tercios a¨²n requiere un acuerdo muy amplio entre cardenales que, en muchos casos, no han tenido apenas oportunidades de interactuar. Tras numerosas demoras y repetidas vacantes en la Santa Sede de hasta varios a?os, el papa Celestino V, que no hab¨ªa sido cardenal y era conocido como ¡°el ermita?o octogenario¡±, impuso, en el siglo XIII, el encierro de los cardenales hasta que tomaran una decisi¨®n. Este procedimiento, copiado de varias ciudades italianas y de la orden de los dominicos, vino a llamarse c¨®nclave, del lat¨ªn con llave. Inmediatamente despu¨¦s de imponer tan dr¨¢stica medida, Celestino V dimiti¨®, pero esto no le salv¨® de ser perseguido y encarcelado hasta su muerte por su sucesor.
Durante varios siglos, los cardenales reunidos en el c¨®nclave eran privados de la paga, compart¨ªan los aseos, dorm¨ªan en camastros y ve¨ªan gradualmente restringida su dieta (a partir del noveno d¨ªa, a pan, agua y vino). Como puede imaginarse, ten¨ªan muchos incentivos para llegar r¨¢pidamente a un acuerdo y abandonar el lugar. Una decisi¨®n tomada bajo unas condiciones tan apremiantes tend¨ªa a ser precipitada y ha sido a menudo inesperada y sorprendente. Los cardenales observaban los resultados de cada ronda y tend¨ªan a decantarse hacia los candidatos que aparecieran con mayores probabilidades de ganar, tratando de provocar una bola de nieve a favor de alguno de ellos, lo cual pod¨ªa dar la impresi¨®n de una repentina inspiraci¨®n colectiva.
Pero ya para el c¨®nclave de hace ocho a?os Juan Pablo II hizo construir una c¨®moda residencia para que los cardenales no tengan que dormir en la Capilla Sixtina, lo cual puede facilitar los intercambios de informaci¨®n y las negociaciones. El anuncio anticipado del pr¨®ximo c¨®nclave tambi¨¦n deber¨ªa ayudar a que el secretismo y las sorpresas tradicionales sean sustituidos por una m¨¢s amplia discusi¨®n eclesi¨¢stica y medi¨¢tica sobre los papables, m¨¢s parecida a una t¨ªpica campa?a electoral.
Josep M. Colomer es profesor de investigaci¨®n en el Instituto de An¨¢lisis Econ¨®mico del CSIC. Autor de C¨®mo votamos. Los sistemas electorales del mundo: pasado, presente y futuro (Gedisa).
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