Los manejos de la abuela Carolina
Fue una de las mujeres m¨¢s veneradas de los noventa. Ahora, con 56 a?os, mueve en la sombra los delicados hilos de Los Grimaldi. Y se prepara, con la ayuda de su hijo, para dotar a M¨®naco de ese heredero que no acababa de llegar.
Fue educada para ser una reina por una estrella de Hollywood, que abandon¨® su exitosa carrera en el cine deslumbrada por la realeza, y por un pr¨ªncipe en decadencia que se aferr¨® a la fama de su esposa para blindar el futuro de su Principado constantemente acosado por Francia. Grace Kelly y Raniero de M¨®naco siempre vieron algo especial en su hija Carolina, una combinaci¨®n perfecta entre el glamour y la apostura que se le supone a una princesa. De la misma manera que miraron para otro lado cuando ella, harta de su papel palaciego, se rebelaba fug¨¢ndose con novios inapropiados. La vida de Carolina, una de las mujeres m¨¢s veneradas y deseadas de los noventa, es ahora bien distinta. Reci¨¦n cumplidos los 56 a?os, est¨¢ feliz con su inminente papel de abuela y adem¨¢s ha encontrado otro nuevo que le gusta casi tanto como ese: dirigir en la sombra los hilos de la familia Grimaldi, de la que es sin duda su reina.
Vestida casi siempre por su amigo y confidente Karl Lagerfeld, Carolina se presenta ante el mundo como una mujer elegante, serena y equilibrada. Pero el tiempo ha demostrado que esa imagen es solo una fachada, que detr¨¢s se esconde una mujer con un car¨¢cter terrible, obsesionada por controlarlo todo y despiadada con todo aquel que no sigue el guion que ella ha escrito.
Hace cinco a?os que no vive con Ernesto de Hannover pero no se divorcia"
Fue su hermana Estefan¨ªa la primera que habl¨® sin rodeos de c¨®mo era. Relat¨® a golpe de talonario sus disputas familiares y su casi nula relaci¨®n. Todo porque a Carolina no le gusta la vida que ha elegido la menor de la familia, que siempre busc¨® el amor en alguno de sus guardaespaldas o en los artistas del circo que todos los inviernos llegan a M¨®naco para el festival. Estefan¨ªa no entiende la dureza con que Carolina juzga su vida privada cuando ella en su juventud altern¨® actores con tenistas y cazafortunas.
Pero el tiempo ha cambiado a Carolina, a quien ahora le importa mucho el qu¨¦ dir¨¢n. Un ejemplo. En 2004, todo el mundo sab¨ªa que Ernesto de Hannover, su ¨²ltimo marido, viv¨ªa entre barras de bar y atractivas mujeres, aunque ella no se daba por enterada. La noche previa a la boda de Felipe de Borb¨®n y Letizia Ortiz todo salt¨® por los aires. Los servicios de urgencia del SAMUR fueron llamados a un local nocturno para atender a un hombre que se hab¨ªa pasado con las copas. Era Hannover, que hab¨ªa decidido celebrar la boda de los pr¨ªncipes de Asturias por su cuenta. Al d¨ªa siguiente, Carolina llegaba apresurada a la alfombra roja de la catedral de la Almudena, donde se oficiaba la boda, vestida, c¨®mo no, con un espectacular vestido en tonos azules de Chanel, conjuntado con una pamela debajo de la cual se adivinaba una melena que no hab¨ªa pasado por la peluquer¨ªa. Ese detalle est¨¦tico, su andar en¨¦rgico y la ausencia de su marido ¡ªque se repon¨ªa de la borrachera en un lujoso hotel de Madrid¡ª supuso el inicio de la separaci¨®n de la pareja. Hannover la hab¨ªa dejado en evidencia delante de las casas reales en la cita.
Han pasado casi nueve a?os y, aunque Carolina y Ernesto no viven juntos desde hace cinco, no se han divorciado. El palacio de M¨®naco no habla del asunto como tampoco comenta las fotos del pr¨ªncipe con otras mujeres en ex¨®ticos destinos de lujo. Esos donde su exmarido conquist¨® a Carolina. En una playa de Tailandia se obtuvieron las primeras fotos de la pareja. Antes hubo otras en fiestas en las que aparec¨ªan ambos y la mujer de Ernesto, una de las mejores amigas de la mayor de los Grimaldi.
Hay versiones que aseguran que Carolina no quiere el divorcio para no dejar de ser princesa y esposa del jefe de la casa G¨¹elfa, emparentada con la primera l¨ªnea de la nobleza europea. Ella sabe que los Grimaldi son para las casas reales europeas unos advenedizos. Hay otra raz¨®n de peso: el dinero. La fortuna de Hannover tiene muchos m¨¢s ceros que la de los Grimaldi.
Instalada otra vez en M¨®naco, con su adolescente hija Alejandra, nacida de su matrimonio con Ernesto de Hannover, Carolina ha emprendido una nueva vida. Disfruta moviendo m¨¢s que nunca los hilos del Principado. Dicen que fue ella quien en 2011 quiso abandonar el papel de primera dama de M¨®naco, para ceder el testigo a Charlene, una exnadadora sudafricana a la que ella misma asesor¨® en c¨®mo dejar el ba?ador a un lado para enfundarse trajes de alta costura.
Fue Carolina tambi¨¦n quien convenci¨® a su hermano de que, cumplidos los 50, deb¨ªa casarse y dejar a un lado las fiestas. Alberto le hizo caso, pero solo en parte: se cas¨® hace casi dos a?os, pero sigue haciendo vida de soltero, al igual que Charlene. Eso s¨ª, aparecen juntos cuando un acto oficial les requiere o hay alguna fiesta familiar, como el pasado jueves, cuando el pr¨ªncipe cumpli¨® 56 a?os.
Pero M¨®naco sigue aguardando un heredero que no llega. Alberto tiene tres hijos, pero, al no haber sido concebidos dentro del matrimonio, no cuentan en la sucesi¨®n.
A Carolina este detalle hasta le viene bien. Para eso est¨¢ Andrea, el mayor de los tres hijos que tuvo con el empresario italiano Stefano Casiraghi, muerto en un accidente con una motora de competici¨®n. A Andrea tambi¨¦n le gusta la vida al l¨ªmite. Famosas son sus fiestas veraniegas en Ibiza, sus excesos con el alcohol y su aspecto desali?ado como si viviera en permanente estado de resaca. Pero su madre est¨¢ lista para modelar esa imagen si Alberto y Charlene no se deciden a ser padres.
As¨ª que de momento Andrea es el heredero de su t¨ªo, y el hijo que espera con la supermillonaria Tatiana Santo Domingo, el llamado a seguir perpetuando el futuro de los Grimaldi y del Principado. En unos d¨ªas, las portadas de todas las revistas se llenar¨¢n de fotos de la nueva abuela con la mejor de sus sonrisas, pero muchos se preguntar¨¢n: ?qu¨¦ trama ahora Carolina?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.