Salud y alarma social
Un art¨ªculo sobre radiaciones como las del m¨®vil, basado ¨²nicamente en testimonios sobre sus peligros, provoca quejas por crear un p¨¢nico infundado
En las informaciones sobre temas de salud hay que evitar tanto el transmitir optimismos que pueden ser infundados ¡ªpor ejemplo, a prop¨®sito de investigaciones sobre tratamientos¡ª como crear alarma sobre supuestos peligros. Este segundo aspecto es el que ha centrado la intervenci¨®n de varios lectores que han criticado el art¨ªculo de Natalia Mart¨ªn ?Dormir con el m¨®vil en la mesilla de noche? No, no, no..., publicado en la edici¨®n digital de SModa el 1 de marzo.
Carlos Casado, por ejemplo, escribe: ¡°El miedo siempre vende, lo sabemos, pero un medio como el suyo debe distinguirse por habilitar mecanismos de control que impidan la publicaci¨®n de tama?as atrocidades. El da?o que provocan va mucho m¨¢s all¨¢ de la confusi¨®n y el enga?o: con semejantes reportajes se da rienda suelta a la irracionalidad¡±. Por su parte, Mauricio-Jos¨¦ Schwarz espera del diario que no ¨²nicamente ¡°mantenga en el futuro una actitud m¨¢s cr¨ªtica ante los promotores de diversos tipos de p¨¢nico anticient¨ªfico, especialmente en temas de salud (¡) sino que ofrezca en el mismo espacio y lugar una contrarr¨¦plica de verdaderos cient¨ªficos y expertos en el tema que puedan dar informaci¨®n s¨®lida, contrastable y verificada, que es de lo que se trata la ciencia¡±. V¨ªctor Marcos, en otro mensaje, subraya que ¡°la autora hace un alegato en contra de los campos electromagn¨¦ticos, atribuy¨¦ndoles unos efectos nocivos que en absoluto han sido demostrados. Por ejemplo, causar c¨¢ncer o insomnio (¡). La autora malinterpreta a la OMS y contribuye a crear un alarmismo social innecesario¡±. Miguel Fern¨¢ndez, arquitecto, recuerda que ¡°hay una legislaci¨®n vigente sobre edificaci¨®n, en la que ya se regula como debe ser una correcta ventilaci¨®n o qu¨¦ materiales son adecuados para la construcci¨®n¡±. El art¨ªculo remite a una larga lista de recomendaciones elaborada por una empresa para evitar la exposici¨®n a estas radiaciones que llegan a desaconsejar el uso de un radio-despertador. Gabriel Palacios, profesor de F¨ªsica, expone que ¡°la luz misma, o la radiaci¨®n t¨¦rmica que proviene de cualquier objeto o persona es mucho m¨¢s potente que la radiaci¨®n de un m¨®vil sobre la mesilla, del wifi, y no digamos ya de una antena situada a decenas de metros de mi cama¡±.
Para argumentar sobre los supuestos peligros de las radiaciones electromagn¨¦ticas el art¨ªculo cita un estudio de Bioinitiative, sobre el que se silencian las cr¨ªticas existentes, varias provenientes de autoridades sanitarias, el comunicado de la OMS de 2011 y las opiniones de una persona vinculada a una firma que, precisamente, se dedica comercialmente a combatirlos. No hay en el reportaje ning¨²n testimonio que contradiga estas afirmaciones por lo que puede instalar en el lector la convicci¨®n no ¨²nicamente de que son ciertas, sino de que nadie las discute.
Varios lectores, como Manuel F. Herrador Barrios, Jes¨²s Garc¨ªa Gonz¨¢lez o Alberto Fern¨¢ndez Soto, subrayan que aunque el art¨ªculo se haya publicado en una secci¨®n de moda, ello no le exime de respetar los mismos baremos de rigor vigentes en otras ¨¢reas del diario. Herrador a?adi¨® una ¨²ltima consideraci¨®n, que va m¨¢s all¨¢ del art¨ªculo citado: ¡°Tambi¨¦n somos muchos los que estimamos que, as¨ª como la neutralidad es una posici¨®n l¨ªcita en periodismo cuando se trata de temas de opini¨®n, no lo es en cuestiones cient¨ªficas y, por lo tanto, falsables. En estas cuestiones hay una posici¨®n que se puede verificar emp¨ªricamente, y otra que no, y por lo tanto no tiene sentido l¨®gico conceder la misma verosimilitud a ambas¡±.
¡°Hay un ambiente de electrofobia carente de suficiente fundamento¡±
Es verdad que un grupo de expertos de la OMS (la IARC, Agencia Internacional para la Investigaci¨®n sobre el C¨¢ncer) en 2011 clasific¨® el uso de los m¨®viles como ¡°posible carcinog¨¦nico¡±. Pero como explicaba la noticia publicada entonces por este diario, tambi¨¦n afirmaban que ¡°no est¨¢ claramente establecido que de hecho aumente el c¨¢ncer¡±. Adem¨¢s, prosegu¨ªa la informaci¨®n, los propios representantes de la IARC admiten que ¡°es posible¡± que las conclusiones no sean v¨¢lidas ahora, ya que se revisaron experimentos antiguos y la tecnolog¨ªa ha evolucionado.
Una nota de la OMS, sobre el citado informe, afirmaba que los investigadores concluyeron que sesgos y errores limitan la solidez de estas conclusiones y evitaban una interpretaci¨®n causal. Muchos estudios que alertan sobre el riesgo de las citadas radiaciones son de tipo epidemiol¨®gico, establecen indicios no causales. No hay pues investigaciones concluyentes sobre este supuesto peligro que otros estudios niegan con contundencia. Con todo, no han faltado las recomendaciones cautelares. El Consejo de Europa, en 2011, admitiendo la falta de certezas, advert¨ªa que podr¨ªa haber costos humanos y econ¨®micos extremadamente altos si se descuidan las alertas tempranas. La Sociedad Espa?ola de Protecci¨®n Radiol¨®gica, por ejemplo, tiene en su web una serie de consejos sobre el uso prudente de los m¨®viles (usar auriculares, alejar los tel¨¦fonos de implantes electr¨®nicos¡).
Ya en 2001, un comit¨¦ de expertos convocado por el Ministerio de Sanidad espa?ol hizo una serie de consideraciones sobre la percepci¨®n social de riesgo y la comunicaci¨®n de su aut¨¦ntico alcance. Y admit¨ªa que las autoridades sanitarias se ven en la obligaci¨®n de tomar decisiones sobre la base de unos resultados de interpretaci¨®n debido a la imposibilidad de alcanzar conclusiones absolutas o niveles de riesgo cero. El trabajo de las administraciones, prosegu¨ªa, se ve dificultado a¨²n m¨¢s por ¡°la existencia de un cierto clima de alarma sensacionalista, que ha dado lugar a un ambiente de electrofobia general carente de suficiente fundamento cient¨ªfico¡±. Alejandro ?beda, jefe de la unidad de Bioelectromagnetismo del hospital Ram¨®n y Cajal, fue uno de los coordinadores de aquel estudio. ?beda precisa que la electrofobia se ha dado en la pol¨¦mica sobre las antenas. Este investigador subraya que la OMS considera que los indicios proporcionados hasta ahora por la evidencia cient¨ªfica, sin ser demostrativos, son suficientes para definir las se?ales de radiocomunicaci¨®n como ¡°posibles cancer¨ªgenos, clase 2B¡±. Por eso ?beda sostiene que afirmar que el uso intensivo de m¨®viles es inocuo es una temeridad como tambi¨¦n lo es asegurar que es nocivo. ¡°Muchos investigadores sostenemos que las radiofrecuencias pueden inducir efectos subt¨¦rmicos, distintos de los contemplados en las normativas para la protecci¨®n ante da?o t¨¦rmico, pero actualmente no est¨¢ demostrado que esos efectos subt¨¦rmicos resulten nocivos, al menos a corto plazo. En funci¨®n de ello tiene raz¨®n de ser la emisi¨®n de consejos cautelares. Pero para evitar el alarmismo, los mismos deben proceder de autoridades sanitarias estatales, conocedoras de la problem¨¢tica a nivel local, y apoyarse en evaluaciones peri¨®dicas de la evidencia cient¨ªfica realizadas por comit¨¦s nacionales de expertos independientes. La mayor¨ªa de los pa¨ªses cuentan con este tipo de comit¨¦s. Lamentablemente, Espa?a disolvi¨® su comit¨¦ de expertos, dependiente en su d¨ªa del Ministerio de Sanidad¡±.
Pero una cosa es el principio de precauci¨®n y otra, no reflejar el estado de la cuesti¨®n desde el punto de vista cient¨ªfico. Afirmar que ¡°numerosos estudios¡± relacionan una prolongada exposici¨®n a radiaciones diversas con el agotamiento de los sistemas de autorregulaci¨®n de los seres vivos sin tan siquiera citar otros tantos que los contradicen y evaluando la independencia de su origen crea alarma. La autora del reportaje admite el error en la administraci¨®n unilateral de las escasas fuentes citadas, que sostienen una ¨²nica tesis.
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