9 fotos'El extranjero', historieta 'noir'En un poderoso blanco y negro, el dibujante argentino Jos¨¦ Mu?oz ha recreado El extranjero de Albert Camus en una edici¨®n especial encargada por Gallimard en Francia y que ahora edita en Espa?a Alianza Editorial.Elsa Fern¨¢ndez-SantosMadrid - 20 mar 2013 - 13:40CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlace"Hoy, mam¨¢ ha muerto. O tal vez ayer, no s¨¦. He recibido un telegrama del asilo: 'Madre fallecida. Entierro ma?ana. Sentido p¨¦same'. Nada quiere decir. Tal vez fue ayer"."A las cinco, los tranv¨ªas llegaron ruidosos. Tra¨ªan del estadio de las afueras racimos de espectadores colgados de los estribos y las barandillas. Los tranv¨ªas siguientes trajeron a los jugadores, a los que reconoc¨ª por sus maletines. Gritaban y cantaban a pleno pulm¨®n que su club nunca ser¨ªa vencido. Varios me hicieron gestos. Uno grit¨® incluso: 'Les hemos ganado'. Yo contest¨¦ 's¨ª' con la cabeza. A partir de ese momento comenzaron a afluir los coches""Salimos y Raymond me invit¨® a una copa. Despu¨¦s quiso que jug¨¢ramos una partida de billar y perd¨ª por muy poco. Quiso despu¨¦s ir al burdel, pero yo le dije que no porque no me gustaba. Volvimos despacio y me explic¨® lo contento que estaba por haber conseguido castigar a su amante"."Despu¨¦s caminamos y atravesamos la ciudad por sus grandes calles. Las mujeres eran hermosas, y le pregunt¨¦ a Marie si se daba cuenta. Me dijo que s¨ª y que me comprend¨ªa"."Adivinaba por momentos su mirada, entre sus p¨¢rpados entornados. Pero, con m¨¢s frecuencia, su imagen danzaba ante mis ojos en el aire inflamado"."Cegaba mis ojos ese tel¨®n de l¨¢grimas y de sal. S¨®lo sent¨ªa los c¨ªmbalos del sol sobre la frente e, instintivamente, la hoja relumbrante surgida del cuchillo siempre ante m¨ª. Esa ardiente espada mord¨ªa mis cejas y penetraba en mis ojos doloridos. Fue entonces cuando todo vacil¨®"."Entonces me asegur¨® con gran viveza y apasionamiento que ¨¦l cre¨ªa en Dios, que estaba convencido de que nadie era lo bastante culpable para que Dios no le perdonase, pero que para eso hac¨ªa falta que el hombre, por su arrepentimiento, se hiciese como un ni?o cuya alma est¨¢ vac¨ªa y puede acoger todo. Hab¨ªa inclinado todo su cuerpo sobre la mesa. Agitaba su crucifijo casi por encima de m¨ª""La ancianita se aproxim¨® a la reja y, en el mismo momento, un guardi¨¢n hizo una se?al a su hijo. ?ste dijo: 'Adi¨®s, mam¨¢', y ella pas¨® su mano entre dos barrotes en se?al de despedida lenta, prolongada"."Record¨¦, en uno de esos momentos, una historia que mam¨¢ me contaba a prop¨®sito de mi padre. Yo no llegu¨¦ a conocerlo. Todo lo que sab¨ªa con alguna precisi¨®n sobre ese hombre era, tal vez, lo que entonces me contaba mam¨¢: hab¨ªa ido a ver ejecutar a un asesino. Lo pon¨ªa malo la idea de ir. Hab¨ªa ido, sin embargo, y al regreso hab¨ªa vomitado buena parte de la ma?ana. Mi padre me causaba un poco de asco entonces. Ahora comprend¨ªa, era tan natural. ?C¨®mo no hab¨ªa comprendido que nada era m¨¢s importante que una ejecuci¨®n capital, que era la ¨²nica cosa verdaderamente interesante para un hombre!"