Fuego de im¨¢genes
PIEDRA DE TOQUE. El fot¨®grafo Daniel Mordzinski ha perdido los negativos y diapositivas de 27 a?os de trabajo, pero ¨¦l, como otros incandescentes personajes que conozco, derrotar¨¢ en poco tiempo al infortunio
Desde hace por lo menos un cuarto de siglo en todos los festivales de libros, congresos o encuentros literarios a los que asisto en cualquier parte del mundo la primera cara con la que me doy es siempre la de mi amigo Daniel Mordzinski. Nuestra amistad naci¨® as¨ª, en medio de ese caos tribal, en el que siempre se lo ve, alto, incansable, risue?o, embutido en una gorra y c¨¢mara en mano, acosando a escritores y rog¨¢ndoles o exigi¨¦ndoles que posen para ¨¦l, a veces trep¨¢ndose a los ¨¢rboles como monos, o haciendo equilibrio a orillas de abismos, o disfraz¨¢ndose de payasos o aun cosas peores, y que ¨¦l siempre consigue que hagamos porque, adem¨¢s de su enorme talento de fot¨®grafo, Daniel es endemoniadamente simp¨¢tico, generoso y leal, una de esas personas peligros¨ªsimas a las que uno quiere tanto que es imposible negarse a sus pedidos o ucases.
Desde que, hace un par de d¨ªas, supe la tragedia que ha vivido ¡ªque, por negligencia o estupidez, un empleado de Le Monde ech¨® a la basura o inciner¨® buena parte de su colecci¨®n de negativos y diapositivas de 27 a?os de trabajo, es decir, una de las mayores inquisiciones perpetradas en la historia de la fotograf¨ªa¡ª no he dejado de pensar en ¨¦l, de revisar sus libros y sus cat¨¢logos, de hojear mis propios archivos repletos de fotos suyas, y, en cierto modo, de compartir con ¨¦l la horrible desesperaci¨®n en que debe haberlo sumido esa inconmensurable cat¨¢strofe. Estos no son adjetivos truculentos dictados por el afecto y la admiraci¨®n que siento por Mordzinski sino una descripci¨®n objetiva de lo que significa la desaparici¨®n de lo que, sin la menor duda, era la m¨¢s completa documentaci¨®n gr¨¢fica de los escritores y de la vida literaria de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, un patrimonio hist¨®rico que, adem¨¢s, constitu¨ªa una haza?a art¨ªstica de primer orden.
Las fotos de Morkzinski revelan los sue?os, los fracasos y los ¨¦xitos de los autores que retrata
Dudo que entre los propios escritores haya alguno que ame m¨¢s los libros y respete tanto el quehacer literario como Daniel Mordzinski. Nadie se ha interesado con m¨¢s pertinacia y devoci¨®n en el proceso intelectual y material que est¨¢ detr¨¢s de los poemas, las historias, los ensayos y los dramas y nadie ha explorado con m¨¢s curiosidad y respeto esa misteriosa intimidad en que nacen los libros. Por eso, los retratos de escritores que han sido la pasi¨®n de su vida constituyen algo mucho m¨¢s sutil y profundo que meras im¨¢genes: verdaderas exploraciones de la intimidad psicol¨®gica, de los s¨®tanos de la personalidad, de esas zonas turbadoras del inconsciente, del instinto, de la sensibilidad donde anidan muchas veces los g¨¦rmenes de las grandes creaciones literarias. Ello se logra no solo mediante la destreza y el aprovechamiento inteligente de la t¨¦cnica; tambi¨¦n, gracias a un conocimiento de la obra y la persona del escritor y una empat¨ªa que nace de la amistad y el afecto.
Hace unos seis a?os tuve el privilegio de que Daniel me pidiera unas l¨ªneas para una hermosa exposici¨®n suya que se present¨® en la Casa de Am¨¦rica de Madrid y, antes de escribirlas, pas¨¦ toda una tarde, intrigado y fascinado, contemplando sus fotograf¨ªas. Fue la primera vez que comprend¨ª que esas im¨¢genes que Daniel arrebataba del r¨ªo del tiempo y fijaba en unas cartulinas eran, en verdad, una interpretaci¨®n muy astuta de la personalidad de esos autores, y que en ellas, adem¨¢s de sus rasgos, semblantes y expresiones, aparec¨ªan revelados sus sue?os, sus fracasos y sus ¨¦xitos. Daniel nunca se ha servido de quienes posan para ¨¦l a fin de exhibir su talento y celebrarse a s¨ª mismo con desplantes llamativos como suelen hacer los fot¨®grafos de moda. ?l ha tratado siempre de desaparecer detr¨¢s de su c¨¢mara y por eso la autenticidad es en su caso ingrediente central de la belleza de sus im¨¢genes.
Lo ocurrido a Daniel me ha recordado algunas tragedias parecidas que han vivido otras personas tan valiosas e idealistas como ¨¦l. La del doctor Bruno Roselli, un florentino que lleg¨® a Lima en los a?os cincuenta y que nos dio, en las aulas centenarias de San Marcos, unas clases sobre el Renacimiento que nunca olvidar¨¦. Era esquel¨¦tico y so?ador como el Quijote, y tan empe?oso como ¨¦l. Se enamor¨® de los balcones coloniales de Lima y emprendi¨® una heroica campa?a para salvarlos de la piqueta de la modernidad. Como las antiguas casonas del centro ca¨ªan, una tras otra, ¨¦l se gastaba lo poco que ganaba comprando los viejos balcones condenados. Los almacenaba en un galp¨®n del R¨ªmac. Un d¨ªa, en venganza porque el anciano profesor se demoraba en pagarle el alquiler, el due?o del galp¨®n los quem¨®.
Claudio V¨¦liz perdi¨® en un incendio todas sus pertenencias, pero al poco reh¨ªzo su biblioteca
Al historiador chileno Claudio V¨¦liz, autor de La tradici¨®n centralista de Am¨¦rica Latina entre otros muchos ensayos, le ocurri¨® salir un d¨ªa a la playa con su familia, all¨¢ en Australia, donde era profesor en la Universidad de La Trobe. Al regresar, se encontr¨® con una barrera policial en la carretera que conduc¨ªa hasta su casa. Esta hab¨ªa desaparecido ¨ªntegramente, consumida por el fuego. No s¨®lo se perdieron todas sus ropas, muebles, objetos dom¨¦sticos; tambi¨¦n todos los libros, manuscritos y archivos personales que Claudio hab¨ªa ido reuniendo en Chile e Inglaterra antes de trasladarse a Melbourne. Pero se necesita algo m¨¢s que un incendio para desmoralizar a ese chileno; en el mismo hotel donde debi¨® vivir cerca de un a?o mientras le reconstru¨ªan su casa, empez¨® a rehacer su biblioteca y acumular nuevos manuscritos sin perder un ¨¢pice de su dinamismo y su curiosidad intelectual.
El caso de Juan Carlos Tomasi es m¨¢s reciente. ?l es tambi¨¦n un magn¨ªfico fot¨®grafo, pero no de escritores, sino de tragedias humanas, porque, desde hace un buen n¨²mero de a?os, trabaja para M¨¦dicos sin Fronteras y ha recorrido los cinco continentes haciendo reportajes gr¨¢ficos de cataclismos naturales, guerras civiles, genocidios, matanzas religiosas, ideol¨®gicas o raciales, jug¨¢ndose la vida una y mil veces en sus indescriptibles correr¨ªas a fin de dejar v¨ªvidos testimonios del sufrimiento humano en nuestra ¨¦poca.
Yo viaj¨¦ con ¨¦l por el Congo y esas semanas que estuvimos juntos me permitieron conocer de cerca su notable personalidad, su vida constelada de aventuras, el rigor y el coraje con que ejerc¨ªa su profesi¨®n. Poco tiempo despu¨¦s de terminado aquel viaje supe que, cuando ¨¦l recorr¨ªa alg¨²n lugar del mundo que padec¨ªa alguno de esos dramas que movilizan a los M¨¦dicos sin Fronteras, Juan Carlos recibi¨® una llamada de su compa?era, desde Barcelona. Le anunci¨® que su departamento hab¨ªa desaparecido, consumido por las llamas, y que ella misma se hab¨ªa salvado poco menos que de milagro. De la colecci¨®n de fotograf¨ªas de toda su vida s¨®lo quedaba un mont¨®n de cenizas. La pr¨®xima vez que estuve con Tomasi yo no me atrev¨ªa casi a tocarle el tema, pensando que ser¨ªa una llaga todav¨ªa demasiado viva para ¨¦l. Lo era, por supuesto, pero para alguien que desde hace a?os recorre el mundo entero code¨¢ndose con las m¨¢s atroces desgracias humanas, la p¨¦rdida de tantos negativos no es suficiente para desarmarlo moralmente ni para rebajarle el amor a la vida y a su vocaci¨®n. Lo encontr¨¦ tan animoso y activo como siempre.
S¨¦ que Daniel Mordzinski es de la misma entra?a incandescente del profesor Roselli, de Claudio V¨¦liz y de Juan Carlos Tomasi y que ya debe estar en estos d¨ªas, como estuvo ayer y como lo estar¨¢ ma?ana, en alguna feria o festival del libro, c¨¢mara en mano, disparando flashes y esa cordialidad y simpat¨ªa que le rebasan por todos los poros, y con esa energ¨ªa que le permitir¨¢ en pocos a?os, derrotando al infortunio, reconstruir una colecci¨®n tan valiosa como la que acaba de perder. ??nimo y abrazos, querido Daniel!
? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2013.
? Mario Vargas Llosa, 2013
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