Escalada norcoreana
Las amenazas nucleares de Pyongyang llevan a la Pen¨ªnsula coreana a un escenario preb¨¦lico
En los ¨²ltimos d¨ªas, Corea del Norte ha multiplicado sus gestos intimidatorios y elevado el tono de sus amenazas a Corea del Sur y EE UU. Ayer mismo anunciaba la reactivaci¨®n de uno de sus reactores nucleares, cerrado en 2007 y capaz de producir plutonio de uso militar. En cascada, Pyongyang ha cancelado el armisticio de 1952 con su vecino del sur, puesto en alerta de combate a sus unidades estrat¨¦gicas y de cohetes, desconectado el tel¨¦fono rojo con Se¨²l y amenazado directamente con lanzar misiles contra instalaciones militares estadounidenses en el Pac¨ªfico.
No es la primera vez que la dictadura norcoreana emplea una ret¨®rica de guerra. El tono colorista y apocal¨ªptico que suele utilizar apoya la idea dominante en Occidente de que sus amenazas son solo palabras vac¨ªas, dirigidas b¨¢sicamente al consumo interno, preludio a lo sumo de alguna acci¨®n menor. Pero en esta ocasi¨®n son m¨¢s intensas y espec¨ªficas, y el escenario m¨¢s complejo. Pyongyang no ha digerido la nueva tanda de sanciones de la ONU por su prueba nuclear de febrero, apoyadas esta vez por Pek¨ªn. Su inexperto y jovenc¨ªsimo l¨ªder, Kim Jong-un, necesita afianzarse entre sus sometidos compatriotas y ganar credibilidad ante los viejos generales que dominan el formidable aparato militar. Complican la situaci¨®n las masivas y rituales maniobras conjuntas entre Washington y Se¨²l y el cambio de liderazgo en Corea del Sur, cuya presidenta ha exigido a sus soldados una r¨¦plica contundente a cualquier provocaci¨®n.
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Corea del Norte posee armas at¨®micas, por toscas que sean. El secretario general de la ONU advert¨ªa ayer de que las amenazas nucleares no son un juego y ped¨ªa di¨¢logo para reconducir una crisis que se desboca. Es improbable que el totalitario r¨¦gimen norcoreano, pese a su impredecibilidad y aislamiento, tenga vocaci¨®n suicida. Pyongyang sabe que un intento de ataque contra objetivos surcoreanos o norteamericanos significar¨ªa su desaparici¨®n del mapa. Pero la l¨®gica de la disuasi¨®n sirve para enemigos de los que al menos se conocen sus mecanismos de toma de decisiones. No es el caso de Corea del Norte.
Las situaciones preb¨¦licas escapan con facilidad al control de sus protagonistas. Llevados al extremo, el lenguaje belicista y el exhibicionismo militar producen miedo e inestabilidad. En un escenario tan degradado como el coreano, cualquier error de c¨¢lculo puede desembocar en cat¨¢strofe, nuclear en este caso.
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