Costas
Ahora vivimos en el futuro de lo que fue la barbarie urban¨ªstica que provoc¨® una ilusi¨®n de riqueza
Cunde por ah¨ª ese pensamiento consolador de que las crisis nos reinventan, toda esa palabrer¨ªa con que los libros de autoayuda tratan de convencer a sus incautos lectores de que tras el sufrimiento surge un nuevo ser humano dignificado por la experiencia. Pero si cada individuo es prisionero de las tendencias de su car¨¢cter qu¨¦ podemos esperar de los vicios adquiridos por una colectividad. Hay asuntos que a consecuencia de la crisis despertar¨¢n en Espa?a a¨²n menos inter¨¦s del que ya provocaban, como la solidaridad internacional o la p¨¦rdida progresiva por abandono o derribo del patrimonio hist¨®rico; hay aspectos que, ante la urgencia de solventar lo primario, se consideran secundarios, como la cultura, por ejemplo. Y todo esto, aparcado por lo aquello que se considera urgente, nos convertir¨¢, queramos o no, en el mismo pa¨ªs que fuimos. Por muchos golpes de pecho que nos demos en el futuro.
Ahora vivimos en el futuro de lo que fue la barbarie urban¨ªstica que provoc¨® una ilusi¨®n de riqueza. Al hilo de esta sensaci¨®n de fin de ¨¦poca, a diario la prensa hace inventario de lo que se construy¨® y se destruy¨® in¨²tilmente. Todas esas reflexiones nos hacen creer a veces que algo estamos aprendiendo, pero sucede que, mientras analizamos con estupor los que nos hicieron o lo que nos dejamos hacer, la estrategia de los que nos gobiernan sigue siendo la misma. En estos d¨ªas est¨¢ a punto de aprobarse una serie de modificaciones en la Ley de Costas que van a facilitar la destrucci¨®n del litoral que de milagro se hab¨ªa librado del cemento. Y no es lo que nos provoca m¨¢s inter¨¦s, como no lo fue entonces, cuando se destru¨ªa a diario la riqueza de nuestro patrimonio natural. El medio ambiente sigue siendo secundario, aunque vulnerarlo provoque el pan para hoy hambre para ma?ana que se ha convertido en nuestro verdadero modelo econ¨®mico.
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