Interviene el cardenal

El presidente de la Conferencia Episcopal ha vuelto a recordarnos que esa instituci¨®n no ceja en el intento de que los Gobiernos democr¨¢ticos se plieguen a sus directrices, como corresponde a un poder f¨¢ctico. Lejos de poner el acento en la austeridad interna de la Iglesia o en esfuerzos adicionales de ayuda a una sociedad que lo est¨¢ pasando muy mal con la crisis, el cardenal Rouco la emprende con el Gobierno porque teme que no aproveche su mayor¨ªa absoluta para cambiar la legislaci¨®n sobre el aborto o poner fin al reconocimiento legal de los matrimonios entre homosexuales. Adem¨¢s, advierte a los pol¨ªticos cat¨®licos contra la tentaci¨®n de dejarse llevar por el relativismo.

La intervenci¨®n del cardenal ha alcanzado ahora mayor repercusi¨®n por la coincidencia de su discurso con la primera visita del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, al papa Francisco. Aunque el discurso del jefe de los obispos estaba preparado de antemano, lo cierto es que constituye un sumando m¨¢s para las corrientes conservadoras que critican a Rajoy por parecerles un pol¨ªtico demasiado templado.

Desde la oposici¨®n se exige al Ejecutivo que no ceda a las presiones para limitar la libertad de las mujeres, a prop¨®sito de los intentos de echar abajo la legislaci¨®n sobre el aborto. La n¨²mero dos del Partido Socialista amenaza incluso con denunciar los acuerdos del Estado con la Santa Sede en caso de que el PP vaya de la mano con los obispos, afirmaci¨®n que cuenta con escasa credibilidad, habida cuenta de que los Gobiernos de Rodr¨ªguez Zapatero no solo se abstuvieron de revisar esos acuerdos, sino que mejoraron los mecanismos por los que llega el man¨¢ p¨²blico a la Iglesia y otras entidades cat¨®licas.

Esos mecanismos son los que cuestionan realmente la aconfesionalidad del Estado proclamada en la Constituci¨®n. Pero las relaciones con la Iglesia merecen una revisi¨®n m¨¢s seria y reflexionada que una reacci¨®n en caliente a la en¨¦sima intromisi¨®n en la pol¨ªtica del jefe de los obispos.

Por descontado, el Gobierno del PP tampoco debe actuar por presiones eclesi¨¢sticas. Hora es de que las fuerzas pol¨ªticas den menos importancia a lo que el episcopado dice o deja de decir, y hora es tambi¨¦n de que la Iglesia se dedique a sus asuntos.