Neofranquismo
De nuevo, buenos y malos se enfrentan en un tablero viejo en el que casi todo vale
Que Dios perdone a quien lo diga, pero habr¨ªa que ir dici¨¦ndolo: en Espa?a estamos entrando peligrosamente en una especie de neofranquismo del cual nos costar¨¢ levantarnos si no se incorpora a la conversaci¨®n nacional un sosiego que ahora se est¨¢ perdiendo como el agua en la cesta de Harry Belafonte.
De nuevo, buenos y malos se enfrentan en un tablero viejo en el que casi todo vale con tal de derribar al otro. Un obispo, el de Alcal¨¢, dice, hablando desde el lado de los buenos, y sin que nadie de su zona se desmarque, que una conspiraci¨®n internacional de abortistas (es decir, de malos) est¨¢ trabajando para que no haya m¨¢s ni?os sobre la tierra. Lo dice sin retorcerle el cuello al cisne, simplemente como le viene en gana; no le importa que asuste a los que creen que est¨¢ persiguiendo, con blasfemia civil, la verdad sociol¨®gica, que est¨¢ distorsionando adrede, para asustar, el argumento de lo que sucede. Lo hace para asustar, porque sabe que el susto paraliza.
El mismo obispo declara que cuando, en un d¨ªa en que ¨¦l fue hist¨®rico, llam¨® homosexuales a los malditos no us¨® el apelativo verdadero (no dijo cu¨¢l) porque atiende a las necesidades del no-lenguaje, pero que todo el mundo lo estaba entendiendo. El obispo mayor, el arzobispo que preside la Conferencia Episcopal, le pone deberes al presidente del Gobierno al tiempo que este va a rendir respeto al m¨¢ximo jefe de todos ellos, el papa Francisco. Le dice, por ejemplo, que trabaje contra la Constituci¨®n y haga regresar a este pa¨ªs al tiempo en el que la Iglesia y el Estado iban juntas y bajo palio. Le advirti¨® contra el aborto y contra el matrimonio homosexual, le dijo qu¨¦ ten¨ªa que hacer el Estado para parecer que ama a la Iglesia, y le traslad¨® de manera subliminal viejos tiempos en los que ¨¦l sal¨ªa a la calle para arrimar el ascua a la derecha, que tambi¨¦n le sigui¨®, entonces, a pies juntillas.
Es una intromisi¨®n que da escalofr¨ªos: la Iglesia otra vez dict¨¢ndole al Estado las condiciones del palio, de nuevo la jerarqu¨ªa queri¨¦ndole poner freno y marcha atr¨¢s a la evoluci¨®n civil que ha convertido este pa¨ªs en un pa¨ªs distinto del que Franco quiso dejar atado y bien atado. De nuevo el franquismo sociol¨®gico, sentimental, oculto en los intersticios de las mentes que durante d¨¦cadas fueron educadas para que, en efecto, todo estuviera atado. Cuidado, estas cosas empiezan y no se acaban, y un d¨ªa lo que ahora es olor de neofranquismo se convierte, casi jugando, en franquismo, una ideolog¨ªa que aqu¨ª imper¨® y que puede resucitar bajo cualquier forma.
En las tertulias en las que quien no grita no est¨¢ he escuchado llamar sin misericordia hist¨®rica comunistas a aquellos que por su conducta, por su ideolog¨ªa o por su real gana son, en efecto, comunistas o simplemente de izquierdas. Como en un tiempo eso se dec¨ªa para que los ciudadanos que estaban en contra se ocultaran por si ven¨ªan la denuncia, la polic¨ªa y la persecuci¨®n, el tonillo reiterado (¡°comunistas, comunistas, comunistas¡±) me llev¨® al ¨¢nimo el blanco y negro de aquellas comisar¨ªas en las que la simple sospecha que despertaba un supuesto enemigo del R¨¦gimen animaba a apartarlo, a arrestarlo o a silenciarlo. Los s¨ªntomas son numerosos, est¨¢n llenando los titulares y est¨¢n siendo pasto del susto, la admonici¨®n o el sarcasmo. Cuidado, que, como dec¨ªa Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, en esta vida se empieza siempre llorando y as¨ª llorando se acaba.
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