La perversi¨®n del lenguaje
Los pol¨ªticos manipulan las palabras para anular lo que no les gusta
Cuando en los intercambios ling¨¹¨ªsticos se usan palabras cuyo significado no se corresponde en absoluto con las personas o hechos que pretenden se?alar esas palabras, y eso se hace para degradar y denigrar a estos ¨²ltimos (personas y hechos), se est¨¢ pervirtiendo el lenguaje y forz¨¢ndole a ser un medio para la mentira, no para la verdad. No hablo de las manipulaciones creativas propias de la literatura, donde las excepciones transgresoras son moneda corriente, sino de las deformaciones interesadas propias de las relaciones que, en general, podr¨ªamos llamar pol¨ªticas. Sorprende ver que los pol¨ªticos a los que les gusta llamarse dem¨®cratas pueden caer en la tentaci¨®n de esa clase de pr¨¢cticas, si ven que los hechos molestos se convierten en aldabonazos que los se?alan directamente como responsables de los mismos, en alguna medida al menos.
Una perla de ese lenguaje deformador es la que protagoniz¨® hace alg¨²n tiempo no lejano Javier Arenas, al afirmar que ¡°una minor¨ªa extremista nunca podr¨¢ con la mayor¨ªa moderada¡±. El a?ejo pol¨ªtico del PP convirti¨® en sus declaraciones a los ciudadanos que protestan contra los desahucios en una ¡°minor¨ªa extremista¡±, y la opuso a ¡°una mayor¨ªa moderada¡±. Us¨® el adjetivo extremista sin duda con la intenci¨®n de sugerir que sus pr¨¢cticas eran violentas y ajenas a la racionalidad democr¨¢tica. Sin embargo, la protesta, en el caso al que me refiero, nunca ha sido violenta, ni siquiera en el caso m¨¢s discutible de todos, como ha sido el de los llamados escraches. ?Qu¨¦ norma del pacto democr¨¢tico han vulnerado esos extremistas, si en ning¨²n caso ninguna denuncia ¡ª?ni de la Fiscal¨ªa General del Estado!¡ª los ha podido incriminar ante la justicia ordinaria?
?Qu¨¦ t¨¦rminos necesitaremos para los verdaderos terroristas, los que matan sin piedad?
Algunos de esos pol¨ªticos en activo ¡ªCospedal, Gonz¨¢lez Pons¡ª han llegado a llamar terroristas o nazis a estos ciudadanos rebeldes. En ese caso la perversi¨®n ling¨¹¨ªstica (y ¨¦tica) es absoluta, puesto que la distancia entre esas palabras y la conducta de los aludidos con ellas es total, de forma tal que la distorsi¨®n ha transgredido todas las exigencias en el uso fiable del lenguaje. Si llamamos terroristas a estas personas inofensivas, que solo protestan por una injusticia clamorosa, ?qu¨¦ palabras necesitaremos para los verdaderos terroristas, los que matan sin piedad porque s¨ª? En cuanto al uso de la palabra nazi en estos casos, la alarma en el uso falaz del lenguaje sobrepasa cualquier l¨ªmite ¨¦tico pues ?saben realmente estos irresponsables qui¨¦nes fueron de verdad los nazis? Para alguien como yo, que acaba de volver de Berl¨ªn, donde las huellas en esa ciudad del horror nazi son todav¨ªa bien visibles en exposiciones y museos, escandaliza la banalizaci¨®n de esta palabra por parte de estos pol¨ªticos palabreros y ciertamente demagogos.
Otra perla de esa conversi¨®n de la protesta inocua en un acto de extrema radicalidad se pudo ver hace alg¨²n tiempo no lejano en el centro de Madrid (yo lo vi con mis propios ojos, Alonso Mart¨ªnez, mi barrio de toda la vida). Un peque?o grupo de personas ¡ªno llegaban a 100¡ª protestaban por los desahucios de la manera m¨¢s pac¨ªfica imaginable. Una se?ora, v¨ªctima de semejante atropello, relataba su caso; los dem¨¢s escuchaban. Al terminar, corearon consignas contra esa perversa pr¨¢ctica bancaria, denunciada hasta por los tribunales de Bruselas. Lo impresionante fue observar el despliegue policial, en s¨ª mismo un signo de un lenguaje distorsionador (pervertidor) que quer¨ªa decirnos: son extremistas, violentos y en cualquier momento pueden hasta incendiar la sede cercana del PP. Eso dec¨ªa la paranoia policial ¡ªy las abusivas tanquetas que la delataban¡ª, pero la realidad, vista por mis propios ojos, dec¨ªa otra cosa muy distinta: solo son un peque?o grupo de personas, m¨¢s bien impotentes, que protestan desesperadamente contra la horrenda miseria en que ha sumido a algunos la pr¨¢ctica bancaria de los desahucios.
Por tanto, tanto el lenguaje verbal como el simb¨®lico buscan pervertir los hechos y las personas convirti¨¦ndolas en lo que no son y de ese modo neutralizar el contenido de sus protestas. Es una vieja pr¨¢ctica del poder, pero m¨¢s propia de los reg¨ªmenes autoritarios que de los democr¨¢ticos. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de esas maniobras ¡ªque con toda seguridad har¨¢n mella en algunos¡ª lo que es seguro para muchos es que el impulso ¨¦tico y social que ha animado a los que protestan est¨¢ justificado, y que es a ese impulso al que, sin matices, pretende criminalizar el lenguaje ¡ªverbal o simb¨®lico¡ª que denuncio. Pero, bien mirado, ?qu¨¦ es m¨¢s extremista? ?La miseria de las pobres v¨ªctimas de los desahucios y la voz ¨¦tica de los que la denuncian, o la de los manipuladores interesados de las palabras, que no buscan otra cosa que hacer valer su poder ¡ªpol¨ªtico, medi¨¢tico¡ª para deformar hechos y personas, con el fin de anular la ¨²ltima verdad ¡ªel intolerable sufrimiento de los m¨¢s d¨¦biles¡ª que esos hechos y personas representan?
?ngel Rup¨¦rez es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.