Guillermo y M¨¢xima, al rescate de la monarqu¨ªa
Este martes Holanda tendr¨¢ los primeros reyes del siglo XXI. La Casa de Organge es la punta de lanza de una generaci¨®n de herederos, mejor formados y con parejas plebeyas, que se enfrenta al reto de redefinir el papel de la Corona
En tiempos convulsos para todas las monarqu¨ªas del mundo, la Casa de Orange se dispone a renovarse. Tras m¨¢s de 30 a?os en el trono de Holanda, Beatriz dejar¨¢ paso el pr¨®ximo martes a su hijo Guillermo. En el momento del relevo estar¨¢n acompa?ados por representantes de todas las casas reales. Acudir¨¢n a la cita los herederos y algunos titulares, y no solo por cuesti¨®n de protocolo. El acto de entronizaci¨®n del nuevo rey es importante para ellos. Inmersa la instituci¨®n en un agitado debate sobre su supervivencia, una ceremonia con car¨¢cter de continuidad es un signo de aparente buena salud, y para refrendarlo actuar¨¢n como testigos. Y es que el futuro de Guillermo y M¨¢xima es tambi¨¦n, de alguna manera, el de la monarqu¨ªa.
De un tiempo a esta parte, las encuestas que se realizan en pa¨ªses con este modelo de Estado reflejan que los niveles de aceptaci¨®n van a la baja. Solo se salva en estos tiempos Isabel II que, pese a ser la reina que m¨¢s tiempo lleva en un trono ¡ª60 a?os¡ª, busca f¨®rmulas de transparencia para contentar a los suyos. La ¨²ltima: los altos cargos que trabajan para ella comparecer¨¢n cada a?o ante el Parlamento para detallar al mil¨ªmetro en qu¨¦ se gasta el ¨²ltimo penique. Otras casas reales, como la belga, ven mermados sus ingresos y fiscalizados los movimientos de sus integrantes. Suecia, Noruega y Dinamarca son desde hace tiempo un ejemplo de claridad fiscal. En Espa?a se trabaja para que la Casa del Rey se incluya en la Ley de Transparencia, y tambi¨¦n se estudia c¨®mo desarrollar una ley para fijar los deberes y obligaciones de los miembros de la familia real, toda vez que la imputaci¨®n de I?aki Urdangarin y la posible implicaci¨®n de la hija menor de los Reyes de Espa?a en el caso N¨®os ha puesto en apuros a la Corona.
Pero la ceremonia que el martes reunir¨¢ en Holanda a los miembros de este selecto club de reyes y aspirantes a serlo tambi¨¦n experimentar¨¢ otros importantes cambios. Guillermo y M¨¢xima pertenecen a una nueva generaci¨®n, los llamados reyes del siglo XXI, j¨®venes bien formados y educados en prestigiosos colegios y universidades, porque en estos tiempos el r¨ªgido protocolo de los palacios importa, pero menos, y lo que cuenta es una s¨®lida formaci¨®n y la clara percepci¨®n de la realidad de la calle. Su trabajo se asemeja cada vez m¨¢s al de diplom¨¢ticos de alta gama.
Tambi¨¦n ser¨¢ el momento en que una extra?a en cuestiones mon¨¢rquicas se convierta en reina consorte. Guillermo fue el primero en elegir como esposa a una mujer que nada ten¨ªa que ver con la llamada sangre azul y que cont¨® inicialmente con la oposici¨®n familiar y pol¨ªtica. M¨¢xima pertenec¨ªa a una familia de clase media y su padre hab¨ªa trabajado para el Gobierno del dictador Videla. Ahora es uno de los miembros m¨¢s queridos de la familia Orange por su cercan¨ªa.
La estela marcada por Guillermo fue seguida luego por otros de sus compa?eros de generaci¨®n. Federico de Dinamarca pele¨® durante a?os hasta obtener permiso para casarse con la australiana Mary Donaldson. Haakon logr¨® que Noruega aceptase a Mette-Marit, una madre soltera con mucho pasado. Victoria de Suecia amenaz¨® con abandonar su papel de heredera si no se le permit¨ªa casarse con su entrenador personal. De la misma manera que Felipe de Borb¨®n luch¨® por Letizia Ortiz, una periodista divorciada que presentaba el telediario de las nueve de la noche. Junto con estos pr¨ªncipes, que rondan o han cumplido los 40, se sentar¨¢ el m¨¢s veterano de todos ellos: Carlos de Inglaterra, el eterno heredero que ya hasta se r¨ªe de s¨ª mismo cuando se le pregunta si est¨¢ cansado de tanto esperar. A su lado, Camila, su gran amor de juventud, una divorciada que ya es abuela y acaricia la idea de ser reina consorte con permiso del recuerdo de Diana.
Muchos de estos aspirantes se reunieron hace dos meses en Holanda, convocados por Guillermo y M¨¢xima en una especie de despedida como pr¨ªncipes. Ellos son los primeros en dar el salto al trono. En esa cita, la futura reina dej¨® claro que su estilo es diferente. Nada de traje de gala. Nada de un gran banquete; un asado argentino supervisado por ella misma.
Los Orange son diferentes, en formas y tiempos. Sus c¨®digos en cuesti¨®n de plazos no los marca la salud, ni la muerte. La renovaci¨®n es algo natural. Por eso Beatriz ha decidido dejar paso a su hijo, como su madre lo hizo con ella. En Holanda, abdicar es habitual, no supone ning¨²n trauma.
Guillermo-Alejandro, como quiere que se le llame a partir de ahora, desea ser un soberano ¡°moderno, integrador y comprometido¡±. El problema es que el Parlamento no est¨¢ dispuesto a cederle terreno. M¨¢s bien al contrario. Desde que liberales y socialdem¨®cratas formaran Gobierno el pasado octubre, en 50 d¨ªas escasos y sin la mediaci¨®n imparcial de la reina Beatriz, el papel del monarca se ha reducido. Guillermo lo sabe, y por eso asegura que cualquier gesto, hasta imponer insignias, tiene un valor que justifica su existencia. ¡°La constante de la monarqu¨ªa es el cambio constante¡±, sostiene. Sin embargo, a pesar de sumar a los 46 a?os un ¨ªndice de aceptaci¨®n del 67%, afronta el reto de dotar de contenido una labor cada vez m¨¢s simb¨®lica, como le sucede al resto de sus colegas en otros tronos. La pregunta de si tiene sentido la monarqu¨ªa en el siglo XXI se f¨®rmula cada vez m¨¢s, tambi¨¦n en Holanda.
Para historiadores como Han van Bree, Guillermo deber¨¢ aprender a acompa?ar a su gente y poco m¨¢s. ¡°Es un dem¨®crata y, si buscara mayor margen de maniobra, sabe que se le echar¨ªan encima los pol¨ªticos. Otra cosa ser¨ªa en tiempo de una crisis, que nadie quiere. Ante una grave, s¨ª podr¨ªa convertirse en sin¨®nimo de estabilidad¡±, dice el experto. Bree a?ade: ¡°Estamos a gusto con la Casa de Orange por el fuerte lazo que nos une. Han sido 200 a?os de historia juntos. Por otro lado, el movimiento republicano y antimon¨¢rquico no es poderoso. Con todo, no creo que fu¨¦ramos a buscar nuevos monarcas de desaparecer la dinast¨ªa¡±.
A Reinildis van Ditzhuyzen, tambi¨¦n historiadora, s¨ª le parece factible que Guillermo deje la huella personal que desea. ¡°Su madre, Beatriz, ha sido muy seria y estricta. ?l es m¨¢s abierto y bromista. Es verdad que ahora hablamos de la funci¨®n social de la monarqu¨ªa, y no de su peso pol¨ªtico, pero tiene ventajas. Estimular a la gente y evitar divisiones en un entorno cada vez m¨¢s multicultural es una tarea enorme. Y tanto Guillermo como M¨¢xima se han volcado, por ejemplo, en el Fondo Orange, la fundaci¨®n creada como regalo de boda. Quieren llegar a todos los rincones del pa¨ªs, premiando iniciativas en apoyo de la comunidad¡±, advierte.
A pesar de que las m¨²ltiples encuestas realizadas en las ¨²ltimas semanas otorgaban hasta un 73% de popularidad a la todav¨ªa reina Beatriz y un 68% a la princesa M¨¢xima, y reservaban un 12% para la pol¨ªtica (seg¨²n datos del sondeo efectuado por el diario Trouw), el otro gran dilema de la monarqu¨ªa sigue intacto. ?C¨®mo ser tan rico y privilegiado sin perder el contacto con la realidad? ?C¨®mo ser pr¨®ximos sin perder brillo? ¡°Para que no se rompa la magia, los nuevos reyes tienen que seguir siendo especiales sin merma de humanidad. Nada f¨¢cil. Mire la monarqu¨ªa espa?ola. Era el ejemplo de lo ¨²til que puede ser en tiempos cr¨ªticos. ?Y ahora qu¨¦?¡±, responde Van Bree.
Beatriz deja el trono en un momento de tranquilidad institucional, pero tambi¨¦n pas¨® dificultades por la vinculaci¨®n de Claus, su marido, con los nazis y la renuncia de Friso ¡ªsu hijo menor, en coma desde hace un a?o tras un accidente¡ª a los derechos sucesorios por no poder explicar una relaci¨®n de su esposa con un mafioso. Tambi¨¦n Juliana, la abuela del futuro rey, vivi¨® momentos complicados cuando su marido, Bernardo, acept¨® un soborno de un mill¨®n de d¨®lares de la compa?¨ªa Lockheed por mediar en la venta de unos aviones de combate.
Guillermo-Alejandro afrontar¨¢ el martes su primer problema. De los 150 diputados que forman el Congreso, 14 no jurar¨¢n o prometer¨¢n tenerle lealtad. Dos senadores tambi¨¦n se niegan. La excusa: a todos les parece redundante repetir el compromiso ya sellado al ocupar su esca?o. La presidencia del Gobierno, de quien depende la Casa Real, quita hierro al asunto: ¡°Lo esencial es que el rey jure la Constituci¨®n¡±. Es la hora de Guillermo-Alejandro, el primer rey del siglo XXI.
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