Un voto a la esperanza
Nawaz Sharif no puede dilapidar su tercera oportunidad para regenerar Pakist¨¢n
Nawaz Sharif, claro ganador de las recientes elecciones legislativas paquistan¨ªes, va a tener por tercera vez la oportunidad de sacar a su pa¨ªs, uno de los m¨¢s inflamables del planeta, de su hist¨®rico agujero negro de desgobierno. No lo hizo en las dos ocasiones anteriores y pocos paquistan¨ªes lamentaron su marcha cuando fue depuesto en 1999 por el incruento golpe del general Musharraf. Sharif, durante aquellos mandatos, intent¨® monopolizar el poder, hizo demagogia populista y facilit¨® la vida a los islamistas fan¨¢ticos que siguen manteniendo a Pakist¨¢n lejos de las rutas del progreso.
El jefe de la Liga Musulmana, a pocos esca?os de la mayor¨ªa simple parlamentaria, retoma el tim¨®n tras unas elecciones con participaci¨®n entusiasta, pese a la violencia talib¨¢n, en las que el gran derrotado ha sido el partido gobernante del presidente Zardari (PPP), incapaz en cinco a?os de llevar estabilidad pol¨ªtica o impulsar el crecimiento econ¨®mico de Pakist¨¢n. El partido del ex¨ªdolo del cr¨ªquet Imran Khan, segundo m¨¢s votado, se perfila como el principal de la oposici¨®n, libre como ne¨®fito de las lacras de las grandes formaciones tradicionales.
Los retos de Sharif en todos los frentes son apabullantes. Tiene en sus manos un pa¨ªs de pies de barro, como sus instituciones, con una econom¨ªa ag¨®nica, un terrorismo disparado, venales partidos pol¨ªticos de rasgos feudales ¡ªincluyendo el suyo¡ª y unos militares de vocaci¨®n golpista. Pero no deber¨ªa defraudar el voto esperanzado de quienes han decidido darle una nueva oportunidad para construir una sociedad m¨¢s pac¨ªfica, pr¨®spera y estable.
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De c¨®mo maneje Sharif su relaci¨®n con el ej¨¦rcito depende en buena medida la estabilidad de Pakist¨¢n. El pr¨®ximo jefe de Gobierno tendr¨¢ que decidir si mantiene su predisposici¨®n al di¨¢logo con un fanatismo islamista cuyas exigencias implican de hecho la disoluci¨®n del Estado. O si su largo desencuentro con los generales llega al punto de intentar librarse de su tutela en asuntos cruciales, como la inaplazable mejor¨ªa de relaciones con India, enemigo por antonomasia, que Sharif promete. O como la pol¨ªtica a seguir en Afganist¨¢n ante la pr¨®xima retirada de EE UU, el aliado cuyos m¨¦todos militares Sharif repudia, pero cuyo apoyo resulta imprescindible para obtener del FMI y el Banco Mundial los miles de millones de d¨®lares que Islamabad precisa para sostener una econom¨ªa en bancarrota.
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