¡®Follies¡¯
Ahora estamos en el tiempo de la silla carcomida y en la dictadura de los lugares comunes
Fernando Arrabal fund¨® el teatro p¨¢nico, con Feliciano Fidalgo, entre otros, partiendo de una frase que construy¨® mientras miraba dos libros: ¡°El porvenir act¨²a en golpes de teatro¡±.
As¨ª es, todo es teatro, y el porvenir, tambi¨¦n; son golpes de teatro los que nos van conduciendo a lo que somos y a lo que no hubi¨¦ramos querido ser. Azar o mariposa. Tocas una tecla en Wall Street y se derrumba Europa, o tocas una tecla en Bruselas y ?frica se muere de sed, o de hambre. O se mueren de sed, o de hambre, Espa?a y Portugal. Todo es teatro, puesto que somos representaci¨®n, caras, gestos que se van acomodando hasta que resultan el retrato de los seres humanos y, finalmente, de los pa¨ªses.
Todo es teatro, y todo es drama.
Este pa¨ªs est¨¢ ahora triste, envuelto en la atm¨®sfera de su propio derrumbamiento. Y, en medio del desastre, nadie levanta una voz de ¨¢nimo, un gesto samaritano, algo que alce del suelo al menesteroso y a aquel que ya ni siquiera tiene menester. En el ¨¢mbito institucional, al l¨ªder de la oposici¨®n lo acribillan cuando no dice nada y cuando dice; al presidente del Gobierno se la tienen jurada (tambi¨¦n) los suyos, que ahora ya no le perdonan que tienda una mano hacia la regi¨®n d¨ªscola. Hay un cuadro del pintor Jos¨¦ Hern¨¢ndez que est¨¢ en la portada de Casi un objeto, el libro de cuentos de Jos¨¦ Saramago. Ah¨ª contaba el Nobel portugu¨¦s c¨®mo se iba cayendo el r¨¦gimen de Salazar, y la met¨¢fora era una silla carcomida, como la que pint¨® Hern¨¢ndez. Ahora miras alrededor, a los pueblos, a las capitales y a las caras, y ves que la palidez carcome el edificio personal, la calle y sus viandantes. Est¨¢ p¨¢lido este pa¨ªs. Auxilio.
Ahora estamos en el tiempo de la silla carcomida, con la ventaja de que no estamos en una dictadura. O s¨ª: estamos en la dictadura de los lugares comunes. Al jefe de la oposici¨®n, por ejemplo, no le dejan decir ni lo m¨ªnimo porque tiene problemas dentro de su partido (los que tiene y los que le inventan para que los tenga). Presenta su proyecto para atajar el paro y le dicen: ¡°Eh, oiga, usted ded¨ªquese a arreglar su partido¡±. Es como el negro de la canci¨®n: siempre lo matan. El tiempo de las comparaciones para que nadie alce la voz: ?pues miren c¨®mo lo hac¨ªan los otros! Par¨¢lisis facial. Palidez. Un pa¨ªs en el que se espera que al otro le vaya peor. Sillas carcomidas.
En medio de estos azares, el jurado de los Max galardon¨® otra buena met¨¢fora de este tiempo de sillas carcomidas y de lugares comunes y de tragedias que no dejan crecer la hierba. La obra es Follies, ¨²ltima que dirigi¨® (e interpret¨®) Mario Gas en el teatro Espa?ol antes de ser relevado del cargo. En esa representaci¨®n se marca el fin de un teatro, como si fuera un pa¨ªs; se re¨²nen los viejos protagonistas de su escenario, cantan, beben, celebran el pasado, procuran que la ca¨ªda a la que los ha precipitado el azar no impida la alegr¨ªa de haber vivido. Lindo haberlo vivido para poderlo cantar, que cantaba Jorge Cafrune. Ah¨ª, en Follies, se cantaba. Ahora se susurra sobre la silla carcomida. Viva Follies.
Ah, una nota de disculpa: se entendi¨® que en mi columna anterior dec¨ªa que Todo cambia es una canci¨®n de Mercedes Sosa. La canta. Es del chileno Julio Numhauser, represaliado por Pinochet.
jcruz@elpais.es
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