El ciclo que viene
El pr¨®ximo horizonte pol¨ªtico nos presenta a los partidos y a las instituciones como malhechores en lucha por la apropiaci¨®n del erario p¨²blico. La alternativa es el neopopulismo: los bandidos amigos del pueblo
Desde hace alg¨²n tiempo, se ha convertido en un t¨®pico el hablar, a prop¨®sito de las consecuencias de la crisis econ¨®mica y de la situaci¨®n actual en general, de fin de ciclo: habr¨ªamos llegado al agotamiento de las estructuras sociales y pol¨ªticas creadas durante la Transici¨®n a la democracia, si hablamos de Espa?a, o bien de las creadas al final de la II Guerra Mundial, si hablamos de Europa y de Estados Unidos. En ambos casos, esta hip¨®tesis del ¡°fin de ciclo¡± tiene un componente psicol¨®gicamente tranquilizador comparada con su alternativa m¨¢s socorrida, la del c¨¦lebre mantra ¡°hemos vivido por encima de nuestras posibilidades¡±. Esta ¨²ltima, que tiene fama de ¡°conservadora¡±, hace de nosotros, los sujetos pacientes de las consecuencias de la crisis, tambi¨¦n agentes culpables de la misma; la primera, que por tanto aparece como m¨¢s ¡°progresista¡±, presenta estas consecuencias como algo objetivo (la obsolescencia de un mecanismo que ha llegado a su t¨¦rmino), tan independiente de nosotros como las cat¨¢strofes naturales o tan fortuito como los accidentes a¨¦reos. Pero, sin intentar minimizar las diferencias, lo cierto es que las dos suposiciones vienen a diluir en la niebla (en la niebla de la culpa colectiva la una, y en la del fatalismo hist¨®rico-generacional la otra) la evidencia de que cosas tales como las que hoy nos pasan, a diferencia de las inundaciones o los fallos t¨¦cnicos, son el resultado de ciertas acciones de ciertos hombres cuya silueta se difumina en el anonimato, dando as¨ª p¨¢bulo a la creciente sensaci¨®n paranoide ¡ªsiempre tan del gusto del p¨²blico¡ª de un ¡°Gobierno mundial en la sombra¡±. Exactamente como sucede con la no menos cacareada ¡°crisis del Estado-naci¨®n¡± (que forma parte del paquete cuyo ciclo estar¨ªa tocando a su fin), cabe preguntarse, como no hace mucho hac¨ªa un columnista de este peri¨®dico, si lo que quiere presentarse como un ¡°hecho hist¨®rico¡± ineludible no ser¨¢ m¨¢s bien un programa deliberado y cargado de intenciones.
Las cosas que hoy nos pasan son el resultado de ciertas acciones de ciertos hombres
Sea como fuere, y dado que en la pr¨¢ctica no hay grandes diferencias entre si somos culpables o v¨ªctimas de la historia, ni entre si la historia misma est¨¢ regida por el destino o por una agenda oculta, pues en todo caso no parece que vayamos a poder librarnos ya de la nueva coyuntura, abandonemos la nostalgia, como nos pide la urgencia de nuestro tiempo, y centr¨¦monos no en el ciclo que se acaba, del que tenemos suficiente experiencia acumulada para hacer melanc¨®licas descripciones exhaustivas, sino en el ciclo que comienza. Hagamos por fin caso a quienes nos reprochan estar todo el d¨ªa recordando el pasado y miremos de cara al futuro que se nos abre en el periodo que habr¨ªa ya comenzado incipientemente a correr bajo las ruinas y entre los cascotes del que se ha derrumbado. Quienes nos invitan constantemente a este ejercicio prospectivo nos ofrecen, siempre bajo el signo de la palabra m¨¢gica (globalizaci¨®n) sobre todo dos modelos para pensar la novedad de nuestro presente: uno es predominantemente mercantil, y dibuja el mapa mundial de las interdependencias econ¨®micas que, ahora, habr¨ªan hecho estallar todas las viejas ¡°fronteras¡± que anta?o nos proteg¨ªan de esta influencia ilimitada o nos imped¨ªan de hecho situarnos en un marco mundial de competitividad. El segundo (que a menudo se presenta como una fuente de alternativas para ¡°resistir¡± a las consecuencias negativas del primero) es tecnol¨®gico, y se concreta en la red ilimitada de la comunicaci¨®n inform¨¢tica, que nos abre un abanico de infinitas posibilidades de circulaci¨®n de la informaci¨®n y del ¡°conocimiento¡± que superan de lejos a la vez que minan los viejos y burocratizados marcos ¡°locales¡± de producci¨®n, distribuci¨®n y consumo del mismo.
No hace falta un gran poder de prognosis para descubrir cu¨¢l es el denominador com¨²n de la globalizaci¨®n de los mercados como paradigma del nuevo ciclo: la deslegitimaci¨®n (f¨ªjense bien que no digo ¡°desaparici¨®n¡±) de los poderes p¨²blicos. No es necesario insistir mucho en este aspecto, ya que a estas alturas creo que es para todos evidente que la actual oleada de destrucci¨®n concertada de instituciones p¨²blicas y el consiguiente fen¨®meno de privatizaci¨®n de las mismas (que no siempre se identifica con el cambio de titularidad jur¨ªdica) tiene la misma ra¨ªz que el llamado ¡°descr¨¦dito¡± de los partidos pol¨ªticos: no habr¨ªa sido en absoluto posible de no haber venido precedido por la constataci¨®n colectiva de que semejantes instituciones son un gasto in¨²til porque ¡°no sirven para nada¡±, ya que carecen de poder efectivo (no garantizan nuestras pensiones, ni nuestros puestos de trabajo, ni nuestro poder adquisitivo, ni la propiedad de nuestras viviendas, ni siquiera nuestros ahorros bancarios). La ¨²nica alternativa disponible a los ¡°poderes p¨²blicos¡± son, sin duda, los poderes privados, pues ellos no tienen ni siquiera que disimular la l¨®gica de su funcionamiento (la obtenci¨®n de beneficios), que es la impuesta por la globalizaci¨®n de los mercados y que, por tanto, va en la ¡°buena direcci¨®n¡±, la direcci¨®n que se ha llevado hist¨®ricamente el gato al agua. Tambi¨¦n hemos constatado que esto supone una ventaja efectiva, en el terreno pol¨ªtico, de los populismos de izquierdas y de derechas con respecto a los partidos pol¨ªticos hoy llamados ¡°tradicionales¡± (?como si los hubiera de otra clase!). Pero esto no indica ninguna ¡°alternativa¡±: el neoliberalismo (o, mejor dicho, el neoconservadurismo) nos presenta a los partidos pol¨ªticos en particular y a las instituciones p¨²blicas en general como asociaciones de malhechores en lucha por la apropiaci¨®n del erario p¨²blico; el neopopulismo significa la aceptaci¨®n de esa imagen y, consecuentemente, la elevaci¨®n al poder de nuestros g¨¢nsteres (bandidos generosos amigos del pueblo) en detrimento de los malvados capos de las ¨¦lites antes dominantes. Este es el horizonte ¡°pol¨ªtico¡± del ciclo que comienza.
Los cuerpos de seguridad privados son los que nos libran de los estafadores en las nuevas tecnolog¨ªas
En cuanto a las virtualidades de las ¡°nuevas tecnolog¨ªas¡± para dise?ar un futuro m¨¢s prometedor, me conformar¨¦ con un ejemplo. Estos meses prolifera en los ordenadores nacionales el llamado ¡°virus de los 100 euros¡±, que secuestra el sistema operativo de estas m¨¢quinas y amenaza con no devolverlo salvo que se pague esa cantidad a un supuesto ¡°cuerpo de polic¨ªa nacional¡± que habr¨ªa sorprendido al usuario haciendo una descarga ilegal. Todos los internautas estamos acostumbrados a sufrir estafas o invasiones como estas casi a diario, en las que nuestro banco nos solicita datos de la cuenta corriente, un amigo desesperado de nuestra libreta de contactos nos pide dinero para poder salir de una s¨®rdida c¨¢rcel asi¨¢tica o una oronda dama del Kazajist¨¢n nos ofrece una fortuna a cambio de una ayuda econ¨®mica para escapar de la polic¨ªa pol¨ªtica de su pa¨ªs; contra ellas no existe una ¡°soluci¨®n p¨²blica¡± sino solo remedios privados (antivirus m¨¢s potentes o m¨¢s actualizados). Si retenemos este cuadro de la ¡°red¡± cibern¨¦tica como un espacio alegal frecuentado por secuestradores y estafadores malvados, de los que solo nos libran esos cuerpos de seguridad privados que son los fabricantes de antivirus igualmente mercenarios, y que presenta un alt¨ªsimo grado de impunidad con respecto a los poderes p¨²blicos cuya ¡°omnisciencia¡± fue en otro tiempo tan temida, tendremos una buena perspectiva del ciclo que est¨¢ comenzando. Por supuesto que no es lo mismo sufrir un secuestro inform¨¢tico en un espacio virtual ¡°liberado¡± del control p¨²blico que ser secuestrado en persona por grupos paramilitares en territorios reales que el Estado es incapaz de controlar, pero una vez m¨¢s la l¨®gica de lo uno y de lo otro es la misma: la impotencia comprobada de los poderes p¨²blicos nos arroja en manos de la protecci¨®n privada de unos piratas ¡°de confianza¡±.
Habr¨¢ que ver c¨®mo sobreviven en este nuevo ciclo que ha comenzado los viejos poderes p¨²blicos hoy deslegitimados y vapuleados por la opini¨®n, que intentan malamente sostener su triste figura sobre la esperanza de que alguna vez volveremos al viejo ciclo, al consenso de la Transici¨®n y a los acuerdos de Bretton Woods. Sobre todo porque lo que m¨¢s corroe esa esperanza es que quieren hacernos creer en ella a fuerza de profundizar en los mecanismos que precisamente se la han llevado como el viento se llev¨® el porvenir de Scarlett O¡¯Hara y Rhet Butler.
Jos¨¦ Luis Pardo es fil¨®sofo.
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