La otra plaga
El campo espa?ol asiste impotente al aumento de los robos por parte de mafias organizadas
Sequ¨ªa, inundaciones, pedrisco, heladas, plagas, cuotas comunitarias, sobreproducci¨®n... Adem¨¢s de los avatares climatol¨®gicos y econ¨®micos, al campo espa?ol le ha ca¨ªdo otra maldici¨®n: los robos.
M¨¢s de 20.000 en 2011, seg¨²n los datos oficiales. Tres asaltos por hora. Se lo llevan todo: animales, maquinaria, cosechas... No un ternero: un reba?o entero. No unos kilos de melones para un mercado ambulante: toneladas que entrar¨¢n en los circuitos de consumo.
Qu¨¦ tiempos aquellos en los que el agricultor o el granjero persegu¨ªan con la escopeta de perdigones a los p¨ªcaros que se pon¨ªan tibios de albaricoques, o al ratero local que se llevaba cinco gallinas. Ahora son palabras mayores. Bandas organizadas que saben muy bien d¨®nde dan el golpe y que tienen los canales para sacar la mercanc¨ªa. Mafias globalizadas que est¨¢n al tanto de los precios de las cosechas, y de las leyes de la oferta y la demanda. Que saben que el hielo ha arruinado la campa?a de limones en Turqu¨ªa. O que el metal fundido de las herramientas encuentra su camino hacia China. En los archivos policiales se mezclan nombres rumanos, marroqu¨ªes y, por supuesto, nativos. A esa escala el robo es multinacional.
Quien puede electrifica la parcela. Otros contratan seguridad privada. Y los que no tienen los medios, organizan patrullas o somatenes. Autodefensas, las llaman en otras latitudes. Todo un s¨ªntoma del fracaso de las autoridades. Porque el problema lleva algunos a?os y va en aumento. Cuando las mismas explotaciones sufren robos una y otra vez, solo cabe hablar de impunidad.
Ya sabemos que no se pueden poner puertas al campo, pero, hombre, cabr¨ªa esperar un poco m¨¢s de eficacia de quienes, adem¨¢s, recaudan los impuestos. Acarrear 100 terneros o 2.000 kilos de aceitunas no es como robar una cartera en el metro. Los afectados piden m¨¢s seguridad y lamentan el vac¨ªo dejado por el repliegue de la Guardia Civil. La tecnolog¨ªa brinda avanzados sistemas de vigilancia que suplen la falta de recursos humanos. Pero tranquilos. Mientras llega la soluci¨®n del m¨¢s all¨¢, quiz¨¢ las fuerzas vivas encuentren tiempo para usar este problema como arma arrojadiza.
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