Desaf¨ªo a Erdogan
Los turcos protestan contra un Gobierno crecientemente autoritario y confesional
Lo que comenz¨® como protesta por la desaparici¨®n de un espacio verde en el centro de Estambul se ha convertido para el primer ministro turco en abierto desaf¨ªo a su Gobierno. M¨¢s de mil detenciones y centenares de heridos en cinco d¨ªas de violentos enfrentamientos caracterizados por la brutalidad policial han servido para que los turcos den multitudinaria rienda suelta a sus agravios contra Recep Tayyip Erdogan y el partido Justicia y Desarrollo (APK), tras doce a?os en el poder e incontestables ¨¦xitos econ¨®micos y pol¨ªticos.
El jefe del Gobierno turco comete un deliberado error de bulto cuando achaca al extremismo y sus v¨ªnculos exteriores unas protestas masivas, que han sido claramente interclasistas e interideol¨®gicas y de las que han participado barrios de Estambul donde tiene gran predicamento el partido gobernante, una suerte de versi¨®n musulmana de la democracia cristiana. Que la ira de sus compatriotas no va dirigida m¨¢s que marginalmente contra la tala de ¨¢rboles y los especuladores del ladrillo lo muestra el que se extendiera como p¨®lvora a la capital, Ankara, y a numerosas ciudades donde el esl¨®gan m¨¢s coreado ped¨ªa la dimisi¨®n de Erdogan.
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Los turcos rechazan tanto la creciente intromisi¨®n en sus vidas de un partido de ra¨ªces islamistas como su evidente d¨¦ficit democr¨¢tico. El APK, tras haber marginado a las ¨¦lites laicas que dirigieron la rep¨²blica fundada por Kemal Atat¨¹rk, viene otorgando importancia desmedida a los aspectos religiosos de la sociedad. El instinto autoritario de Erdogan se refleja en ¨¢mbitos tan diferentes como las restricciones al alcohol, el alarmante n¨²mero de periodistas encarcelados o la ambig¨¹edad de las leyes antiterroristas turcas y lo discrecional de su aplicaci¨®n. Casi la mitad del electorado no vot¨® en 2011 por el partido gobernante, que a lo largo de una d¨¦cada ha consolidado gradualmente su control del aparato del Estado y de los medios de comunicaci¨®n.
Pese a sus grandes logros, entre los cuales no es el menor el haber disciplinado a los levantiscos generales turcos, Erdogan no puede imponer a sus compatriotas su visi¨®n del mundo. A la postre, las vigorosas protestas ciudadanas de estos d¨ªas se?alan que la democracia y la sociedad civil comienzan a arraigar en Turqu¨ªa, un pa¨ªs pilar de la OTAN cuya efervescencia inquieta sobremanera en Washington. Parece imprescindible que el jefe del Gobierno, v¨ªctima de una desmedida arrogancia, entienda el mensaje.
El primer ministro, en el poder desde 2002, aspira a la presidencia de la Rep¨²blica en las elecciones del a?o pr¨®ximo. Y no oculta que quiere convertir a la jefatura del Estado, ahora b¨¢sicamente ceremonial, en instrumento con poderes decisivos. Ser¨ªa suicida que con tan ambiciosa agenda e important¨ªsimos frentes abiertos (la pacificaci¨®n de los kurdos o la guerra en la vecina Siria, entre otros) Erdogan a?adiera uno nuevo por su alejamiento de la realidad.
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